Piratería arquitectónica
Desde la implantación de la arquitectura internacional en muchos países, incluido México, la réplica o copia de obras, con tecnología avanzada, ha sido un recurso usado para ser reconocido como moderno, sin sufrir las molestias y las incertidumbres que toda creación implica. Son muchos los que se han dado cuenta que se puede ser automáticamente de vanguardia, al copiar otra obra.
Las copias de la modernidad local son interpretaciones más o menos apegadas a modelos que han logrado reconocimiento internacional. Estos grupos se asumen como vanguardias y son una élite que reinterpreta la modernidad para sus desinformados clientes. Sus obras son escasas, comparadas con la producción dominante, y en general no tienen referencia al contexto o la cultura de la región donde se insertan, aunque eso no preocupa a sus autores, rabiosos antinacionalistas y esforzados defensores de una globalización que no se interesa en sus copias.
Sin embargo, ese proceso no es tan negativo como podría suponerse, ya que implica una labor de aprendizaje por medio de la imitación. Lo perverso es que, una vez copiado el modelo, la moda lo cambia por otro, al que también se copia apresuradamente. Por esta razón, resulta muy difícil dominar o estructurar un lenguaje, y el resultado final son desafortunados ensambles.
Una tendencia muy evidente en la arquitectura de otros países, y que sin duda será cada vez más importante en México, son los experimentos basados en la investigación formal. Es evidente que en varios países esta corriente tiene ya una importancia creciente, mediante la incorporación de sofisticados programas de dibujo que permiten una mayor libertad en el manejo de formas no limitadas por las tres coordenadas ortogonales. Paradójicamente, muchos arquitectos siguen actuando como simples operadores que manejan, por medio de la computadora, un programa de dibujo cuyas posibilidades y alcances son limitados. Aún no se comprende el salto cualitativo entre operar un programa o diseñar con su apoyo.
Esa diferencia es la que plantea una verdadera revolución en la manera de proyectar y construir arquitectura.
Otra alternativa se refleja en las obras de arquitectura que intentan lograr una relación directa con el contexto donde se ubican, y que se realizan con un lenguaje formal y con sistemas constructivos modernos. En México el inicio de la arquitectura moderna produjo un buen número de obras que, con una sorprendente calidad, fueron generadas a partir de los modelos de la modernidad internacional, pero fueron adaptadas al contexto, dando así una lección de talento y creatividad que todavía es vigente.
Por fortuna, hay grupos de arquitectos que han logrado tanto en calidad como en cantidad un avance extraordinario; constituyen lo que se podría definir ya como una verdadera escuela en la ciudad de Mérida y también en Aguascalientes, Guadalajara, Monterrey o Puebla. Su trabajo es valioso y anticipa una mayor calidad.
Ante la avalancha de formas y novedosos materiales de la arquitectura globalizada, la enorme duda es si en México se tendrá la convicción de crear con cierta autonomía. Lo importante es que de la respuesta a este reto dependerá la forma y, sobre todo, la calidad de la futura arquitectura de México.
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*Arquitecto e investigador de temas de urbanismo.