El Lago de Chapala 'toma forma' en una casa-estudio
La Casa-estudio del mar Chapálico se comporta tal cual lo hace el territorio, pues se apropia del agua y la luz naturales para dar vida y dinamismo a un espacio siempre cambiante. Ubicada en Ajijic, municipio de Chapala, Jalisco, fue construida con una inversión de 2.5 millones de pesos (mdp), y dadas sus peculiaridades se granjeó un lugar en la Bienal de Venecia como parte del Pabellón de México.
Su creador, el arquitecto Alejandro Guerrero, del despacho tapatío ARS° Atelier de Arquitecturas, abunda en esa relación intrínseca con el entorno: “Es como si la casa leyera o recordara el territorio. La casa, moderna, recupera una cuestión de tradición y una cuestión del terreno, del territorio mayor”.
Cuando uno de sus clientes, mexicano y doctor en Geografía, le pidió diseñar su casa-estudio, Alejandro Guerrero vio la ocasión de incidir en la tipología de las casas que dominan la región. Ideó entonces una forma de alejase del folclore y dirigirse a la esencia del territorio.
Integró elementos naturales del entorno con materiales nativos; usó hierro, vidrio
y madera con técnicas y experiencia tradicionales, como el tejido de la celosía, que envuelve la fachada sur de la vivienda. Y entonces, la Casa-estudio del mar Chapálico vio la luz.
Una de las virtudes de esta casa es la captación de lluvia a través de su techo principal (área de sala-comedor) para conducirla a un estanque ubicado al frente, en un intento de emular el proceso lacustre del lago de Chapala. No a manera de un espejo de agua, sino de la conformación de un lago, pues la lluvia se conduce por los lados de la casa y emana al centro del estanque.
Esa interpretación del paisaje regional, que se suma a una fachada de palo dulce (arbusto local) —tejida por un pescador de la zona— y a un diseño de módulos amplios y volados, característicos del Modernismo, le dan su carácter singular.
Las cualidades anteriores merecieron la atención de Julio Gaeta y Luby Springall, curadores del pabellón de México en la Bienal de Venecia, quienes decieron incluir la Casa-estudio del mar Chapálico en la sección contemporánea de la exhibición, bajo la premisa ‘Condenados a ser modernos’, que dictó el arquitecto holandés Rem Koolhaas.
Tiempo, dinero y reflexión
La mayor complejidad y reto para realizar esta vivienda fue el tiempo contra la economía. Su concreción implicó el trabajo de siete años, al ritmo de la posibilidad económica del cliente.
Para el despacho ARS° Atelier, en términos contantes fue “un descalabro económico”, comenta su director; pero de forma paradójica se convirtió “en el proyecto de nuestras vidas, porque aprendimos mucho en temas de iluminación natural, relación exterior-interior y paisaje”.
La Casa-estudio del mar Chapálico se encuentra en el fraccionamiento La Floresta, “un desarrollo con forma de ciudad-jardín, donde se construyen casas para estadounidenses, pero no de la manera tradicional, sino como un remedo mexicano”, precisa Alejandro Guerrero, para quien salir de ese patrón se convirtió en un reto.
Para lograrlo, además de los materiales y las técnicas, decidió capitalizar las características generales del paisaje y la vegetación, que fueron significativas, pues la construcción total es de 234 m2 en un terreno de casi 600 m2.
Hacia la tradición
Este espacio es de fin de semana con énfasis en un estudio donde el dueño conserva libros, trabaja y disfruta el paisaje, incluso sin vista al lago.
Se trata de “una edificación moderna que recupera cuestiones de tradición local; por ejemplo, la manera de abordar la piedra”. El muro frontal está hecho de un material y un corte particulares de la región. Es piedra laja con corte de rajuela, como en la isla de Mezcala, en el norte del lago de Chapala. Las pequeñas piedras, como filetes, fueron apiladas sin junta, así que “tienen esa connotación tradicional, con técnica local”.
La zona pública de la casa es un pabellón alargado, un solo espacio. “Esta es una casa moderna”, dice Guerrero, y explica: “En una casa tradicional se segmentan los espacios (sala, cocina, comedor). Un solo bloque es un aspecto de modernidad y una voluntad de apertura hacia el exterior, de vivir los jardines desde dentro de la casa, con una gran apertura”.
“La parte habitable está hecha de un solo material: repellado pintado de blanco, una especie de regla impuesta para economizar, pero que produjo una cierta plástica interesante”, considera el arquitecto Alejandro Guerrero.
El tiempo invertido permitió ir a un vivero “donde todo crece de manera extraordinaria y buscar las especies ideales, con menos mantenimiento, que generaran mantos de vegetación”.
Trabajar en este lugar nos benefició además en que “el programa fue menos rígido, los terrenos son más grandes, y la vegetación y el clima excepcionales”.
En el terreno no había plantas, sólo baldío, así que seleccionaron toda la vegetación bajo la premisa de “poco mantenimiento, belleza y aroma; así vamos de la vista al olfato”, explica el director de ARS° Atelier, y pone como ejemplo la selección de lavanda, que además de bella tiene un aroma exquisito.
Se sembró una planta melaleuca y al lado del estudio se sembró un árbol ‘lluvia de oro’, que se desarrollan muy bien en la región, “es de flores amarillas, colgantes
y cuando abren es todo un espectáculo”.
Como tuvieron tiempo reflexionaron mucho. “Con prisa hubiéramos hecho algo más común: piedra afuera y cerámica convencional adentro, pero usamos el mismo pavimento que hay en el patio para el interior de la casa, con lo que argumentamos que ambos espacios tienen el mismo valor. Se colocó piedra de recinto y eso le da una connotación diferente al espacio”, comparte el arquitecto.
Las formas
El diseño estructural de la casa estuvo a cargo de CIEgdl Consultoría en Ingeniería Estructural, ubicada en Zapopan, Jalisco, (1995). El trabajo fue dirigido por los ingenieros Roberto Ulises Vázquez Martínez y Gustavo Fuentes Campos, director y jefe de proyectos, respectivamente.
El terreno no presentó obstáculos o problemas, según el ingeniero Roberto Vázquez; sólo tenía un relleno de baja capacidad que se retiró, originando una profundidad de desplante de 1.8 m. En cambio, relata otros retos.
Una de las dificultades fue que “al ser una casa con un nivel de alto detalle arquitectónico se tuvo que cuidar todo el proceso del diseño estructural de una forma muy meticulosa”. De los problemas particulares se refiere al volumen posterior que contiene la biblioteca y que vuela con 4.8 m. “Las trabes de concreto reforzado tienen un peralte máximo de 1.38 m con una base de 28 cm”.
El otro detalle fue la sala-comedor, “donde el sistema de techo es una persiana, conformada por trabes de concreto reforzado a diferentes niveles, donde se apoyan losas llenas”.
En el diseño estructural emplearon programas elaborados por CIEgdl para el análisis y el diseño de estructuras y dos de carácter comercial. En una escala del uno al 10, Vázquez califica la complejidad del proyecto con un ocho, “por el grado de detalle arquitectónico”, aclara.
Al natural
El arquitecto Guerrero refiere una parte fundamental en el aprendizaje: “Observar el comportamiento de la luz natural en la casa durante el paso de las estaciones durante siete años. Nos dio herramientas para saber qué sucede con este elemento y cómo se comporta al paso del día y de los años. Así, entendimos que las trabes que usamos para captar agua también atrapan y dirigen la luz, con lo que es posible que el espacio vaya cambiando al interior”.
El estanque al frente de la casa “se llena de agua sólo cuando llueve (no es un espejo). Se trata de una lectura del entorno, ya que este fenómeno sucede en el lago de Chapala y se forma porque los cerros captan el agua, y ésta corre por las cañadas hacia el vaso lacustre.
El lugar especial de la casa es el estudio. El dueño posee una colección de libros muy grande y “cuenta con un atlas de geografía de casi un metro de largo”, por eso el despacho diseñó vitrinas de madera parota, reconocida por sus propiedades de textura, color y resistencia a la humedad.
La parota contiene sustancias que repelen el ataque de termitas o polillas, pero causa lagrimeo en los humanos, por lo que no todos se atreven a trabajarlo, a pesar de ser de la región, comenta el arquitecto.
El estudio mide 4.80 x 3.80 m y se construyó en un voladizo muy amplio, sin columnas en la parte trasera. “Lo hicimos pensando en la fachada posterior, y ese volado hace sombra y forma a la vez la terraza de la casa, cuyo piso es de recinto”.
El volado tan amplio se logró porque fue posible anclar unas extensas trabes que atraviesan toda la casa. Es algo muy arquitectónico; se trata de una solución lógica de construcción, ya que arrancan desde la celosía tejida hasta el otro lado, detalla Alejandro Guerrero.
El tejedor que vino del agua
Además de la piedra laja y la madera parota, otro elemento que fortalece el carácter moderno y tradicional es la celosía de la fachada sur.
Ese elemento fue estructurado con 18 marcos tejidos con madera de palo dulce, arbusto que se recolecta entre la sierra de Ajijic e Ixtlahuacán de Los Membrillos, según relata el tejedor y pescador Manuel Gayosso.
La piel de palo dulce crea en el espacio interior una atmósfera íntima y tan particular como se desee, ya que se puede plegar. Como protección aplicaron laca Sayer Lack al palo dulce, que además tiene propiedades ignífugas.
La celosía atenúa la radiación solar y su duración es de unos 10 años al natural, “pero con el acabado que se le aplicó va a durar el doble”, calcula Manuel Gayosso.
“Recolectar palo dulce es como cortar caña, pero muy delgada”, explica a Obras el tejedor.
Las varas de ese arbusto miden entre 1.20 y 1.50 m, y cada una tiene su propia ramificación, “como manitas” —imagina el pescador—, que se deben quitar para tener una sola vara; también se quita la cascarilla que la cubre, y para eso hay que remojarla toda una noche. Después, las varas se cortan a la medida del marco (1 x 2.10 m). Mojada esa madera es maleable, entonces las manos del tejedor comienzan a darle forma.
Una vez seca la madera, su firmeza retorna. “No es necesario colocar ningún tipo de pegamento, sino sólo darle forma con la estructura metálica que la sostiene”, dice Gayosso.
El padrón de tejido es tafetán, una trama y una urdimbre que serpentea, una arriba y una abajo. Tejer es la parte más fácil para Gayosso, que aprendió el oficio sólo con observar. Los tejedores como él dan forma a canastas de pesca y equipales (como sillas para restaurantes).
“Lo más difícil es la recolección del material, enfrentarse a la sierra, a la incertidumbre de un encuentro no deseado con animales peligrosos y cuidarse para no traspasar plantíos privados”, explica.
Toques sostenibles, pero pasivos
El tema no es la certificación, afirma el arquitecto Guerrero, aunque sí aplicaron detalles sostenibles pasivos que pudieran aspirar al LEED.
Los pavimentos que se ven en la casa permiten filtración, dejan pasar el agua al subsuelo. No hay plancha de concreto.
La celosía surge de un tema de comodidad climática interior. Para todos los espacios hay ventilaciones cruzadas y no usaron aire acondicionado, pues las medidas de arquitectura bioclimática lo hacen innecesario.
Para propio beneficio del lago, hay una regulación en el fraccionamiento que no permite que el agua se almacene. Por eso, a manera de reflejo, en el estanque sólo hay agua cuando llueve.
“La casa es la montaña que toma el agua y la deposita en el vaso lacustre”, describe el arquitecto Alejandro Guerrero.
En una metáfora del entorno, añade que “la casa toma el agua por sus vigas (las cañadas), las dirige por bajantes y forman un lago frente a ella (el estanque)”.
Frente a ese lago artificial hay un cajete del que brota un árbol de arrayán, lo que equivale a la reinterpretación arquitectónica de La Floresta.