Arquitectura contra el hambre
Gobiernos locales, empresas privadas y firmas arquitectónicas de diversos países han desarrollado granjas rurales y urbanas, que incluyen diseños y tecnologías de vanguardia, sistemas de producción autosustentable y características amigables con el ambiente. Estos proyectos tienen la finalidad de facilitar la producción y el acceso a los alimentos, pues alrededor de 12% de la población (unos 850 millones de personas) sufre de malnutrición extrema relacionada con la pobreza o la imposibilidad de conseguir alimento, contabiliza la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Aunque esta cifra representa una reducción de 17% (unas 143 millones de personas) comparado con los niveles registrados en 1990, a la fecha la desnutrición aguda provoca deficiencias en la capacidad de crecimiento, aprendizaje y desempeño diario de 295 millones de personas en el sur de Asia, 223 millones en los países africanos al sur del desierto del Sahara y de unos 50 millones en América Latina, de acuerdo con la ONU.
En México existen 24.7 millones de personas con carencia alimentaria, además
de 11.5 millones de personas en pobreza extrema, según el programa Cruzada contra el Hambre, impulsado por el gobierno federal. Estos individuos mantienen un ingreso menor a la llamada Línea de Bienestar Mínimo y padecen carencia alimentaria, además de dos o más carencias sociales.
Ante este panorama han nacido proyectos que prometen no solamente abatir el hambre, sino convertir a las comunidades en entornos autosustentables, incluso en regiones con climas extremos. Algunos de ellos son el Proyecto del Bosque del Sahara, en Qatar y Jordania; Dyv Net, en Hong Kong; Park Supermarket, en Holanda; Brooklyn Grange, en Nueva York, y los huertos metropolitanos, en la Ciudad de México.
Cortesía Brett Boardman /Richard Cole Architecture
Soluciones verticales
“El tema de la autosuficiencia alimentaria está siendo cada día más relevante y demuestra que es crucial pensar en el futuro”, comenta a Obras Javier F. Ponce, creador del proyecto Dyv Net -que diseña estructuras de agricultura vertical- y director del despacho Forward Thinking Architecture.
Estas nuevas granjas verticales -diseñadas como áreas de cultivo- están planeadas para ubicarse cerca de las zonas urbanas, con un control de calidad y cantidad de las cosechas, para reducir el uso del agua y la contaminación causada por el transporte masivo.
Este concepto, que disminuye el uso extensivo de la tierra, ya está en marcha en países como Suecia, Singapur y Estados Unidos.
“El caso de Singapur es ejemplar, con iniciativas como Sky Greens, que comienzan a dar los primeros pasos hacia la producción real en conceptos de cultivos urbano-verticales”, explica Ponce.
Sky Greens comenzó sus operaciones en 2009, cuando el empresario local Jack Ng desarrolló un prototipo de hortalizas elevadas en estructuras de aluminio.
Luego de firmar en 2010 un acuerdo de colaboración con la Autoridad de Agricultura, Alimentación y Veterinaria de Singapur, la empresa comenzó en fase
de pruebas el desarrollo de granjas verticales conocidas como ‘A-Go-Gro’.
Sin embargo, la fase comercial empezó hasta 2012 (al vender a comerciantes locales), con estructuras verticales de 9 m de alto que incluían tres niveles para cultivar hortalizas durante todo el año, con una producción promedio de dos toneladas de verduras por semana.
Cortesía Forward Thinking Architecture
Floreciendo en el desierto
Con la idea de fomentar el cultivo de productos alimenticios, lograr la regeneración de la vegetación e incrementar los trabajos verdes en las zonas desérticas, el Proyecto del Bosque del Sahara (SFP, por sus siglas en inglés) desarrolló una solución que utiliza recursos y ecosistemas abundantes como los desiertos, el agua salada y las emisiones de carbono, para producir comida, agua y energías limpias.
El programa piloto comenzó en Qatar, en diciembre de 2012, en una instalación de 10,000 m, cuya construcción y operación han requerido de cinco millones de libras esterlinas (unos 8.5 mdd).
Para sus operaciones, el SFP cuenta con dos entidades: una fundación y una compañía privada de responsabilidad limitada. La primera promueve el crecimiento restaurador y atiende el aspecto creativo y conceptual en sus primeras etapas, así como el lanzamiento de nuevas iniciativas. La segunda se ocupa de los lineamientos éticos y de las marcas registradas.
Sus oficinas centrales se encuentran en Noruega y se conforma por expertos de ese país, Reino Unido y Alemania, además de socios en Estados Unidos, Europa y el Medio Oriente. Participan los despachos de arquitectura Exploration Architecture y de ingeniería Max Fordham.
Para su operación se aplican diversos elementos como invernaderos con sistemas de enfriamiento que aprovechan la brisa del desierto y el agua salada de mar -trasladada a las instalaciones por medio de tuberías-, la cual se filtra por medio de cubiertas de evaporación, con el fin de humectar los cultivos.
También se usan paneles solares y un sistema que concentra la energía solar por medio de espejos o lentes, para proveer a la instalación de energía eléctrica.
Joakim Hauge, presidente del SFP explica a Obras que las cubiertas exteriores de evaporación reducen hasta 10% la temperatura del lugar, con lo que logran cultivar 19 especies de plantas desérticas, verduras y cereales como pepinos, cebada y rúcula. Asimismo, se han sembrado especies para el forraje y materias primas como la lavanda marina, la senna itálica, la acacia, y la sábila.
Cortesía Aprilli Design Studio
Además, es posible reciclar la salmuera para refrescar las cosechas: la sal es separada al hacer pasar el agua marina a través de tableros de cartón corrugado, impulsada por ventiladores que funcionan con energía solar. Con este sistema, el SFP produce más de 80% de agua fresca a partir de agua salada, comparado con el 35% y 45% que produce la destilación tradicional. El producto final es comercializado como alimento o como material para construcción.
“El SFP puede ofrecer en el futuro cercano un enfoque rentable para la producción de biomasa y revegetación de zonas áridas”, afirma Hauge.
Actualmente, Qatar produce cerca de 31,500 toneladas y se ubica en el lugar 152 en producción de hortalizas a nivel mundial, no obstante debe importar más de 90% de las verduras que se consumen en ese país.
De acuerdo con Hauge, durante la fase piloto del SFP -10 meses- se obtuvieron aproximadamente 300,000 pepinos, lo que sugiere que con ocho hectáreas de producción de invernadero se igualaría la importación anual de pepinos en Qatar, mientras que con 60 hectáreas de cultivo se empataría la importación de pepinos, jitomates, pimientos y berenjenas de ese país.
En octubre del año pasado, el SFP comenzó la fase de negocios, en la que se estudia la manera de comercializar los productos a nivel macro.
A la par, Jordania comenzó a desarrollar un proyecto similar en 2011, luego de que la Autoridad de la Zona Económica Especial Aqaba de ese país acordara facilitar 20 hectáreas de tierra al SFP para un centro de pruebas y demostración, así como 200 hectáreas para una posible expansión posterior.
“Estamos en línea para comenzar las operaciones en Jordania este mismo año, y planeamos establecer en el futuro otras instalaciones en diversas áreas desérticas de baja elevación”, afirma Hauge.
Contra la sobrepoblación
De los 1.4 millones de kilómetros cuadrados de tierra cultivable que existen en China, sólo 1.2% (116,580 km) cuenta con cosechas permanentes. Además, desde el año 2000 las ciudades de ese país han crecido a una tasa promedio de 10%, con lo que a la fecha unos 675 millones de personas (cerca de la mitad de la población total china) vive en los centros urbanos, comenta Javier Ponce, director de Forward Thinking Architecture.
Considerando estos elementos, Ponce diseñó Dyv-Net, un proyecto basado en el uso de plataformas móviles y un sistema estructural ligero con centro de concreto armado, que permite losas metálicas colgantes con tensores perimetrales que ayudan a mantener la estabilidad estructural y soportar diversas cargas.
En el espacio que queda entre el núcleo y el borde interno de las losas en cada piso es posible sembrar diversos tipos de hortalizas. Cada plataforma cuenta con la opción de rotar, a fin de que las plantas puedan recibir la luz solar durante todo el día.
Ponce comenta que este proyecto busca reinterpretar la verticalidad de Hong Kong (lugar caracterizado por sus rascacielos y su superdensificada distribución de población), con granjas horizontales a las afueras de la ciudad, inspiradas en las terrazas de las granjas agrícolas chinas, con sus estructuras tradicionales de materiales ligeros y resistentes.
El arquitecto precisa que actualmente los departamentos de Planeación, Agricultura, Pesca y Conservación, del gobierno de esa ciudad, están realizando el estudio de viabilidad del proyecto, para definir la forma en que podría realizarse el primer prototipo, su escala, su producción real y la conveniencia de su localización.
Cortesía Aprilli Design Studio
Mercado incluido
El despacho Van Bergen Kolpa Architecten, ubicado en Róterdam, Holanda,
comenzó a trabajar en la ‘arquitectura para la alimentación’ en el año 2000, cuando desarrolló un proyecto denominado ‘Greenhouse and Land’, para la industria de la horticultura de ese país.
El objetivo era lograr la remodelación sustentable de 5,000 hectáreas de invernadero, localizadas al oeste de La Haya, una de las zonas más densamente pobladas de Holanda. La propuesta contempló el diseño de viveros de alta tecnología en un paraje ecológico al aire libre, en el que se logró combinar la producción de alimentos con el manejo del agua y la producción de energía. Posteriormente, el despacho trabajó en el diseño de un parque metropolitano recreativo y educativo, denominado Park Supermarket, en donde emprendedores y granjeros tuvieran espacio para cultivar y venderle sus productos a un supermercado cercano.
Actualmente, granjeros de la cooperativa regional (compuesta por unos 50 productores locales de frutas, verduras y lácteos, y comercializadores de pescado) planean contar con un Oregional Park Supermarket de 30 hectáreas, en la ciudad fronteriza de Nimega, Holanda.
“Estos dos proyectos radicales y prácticos abrieron los ojos de agricultores y urbanistas”, puntualiza Jago van Bergen, fundador de Van Bergen Kolpa Architecten.
En los últimos 14 años, la firma también ha desarrollado diversas propuestas e investigaciones en agricultura urbana y cultura de la alimentación, trabajando en ocasiones con la Universidad Wageningen -especializada en ciencias agrícolas y recursos naturales- y la Universidad Agrícola de ese país europeo.
“Combinamos nuestra experiencia arquitectónica con su conocimiento de la ecología, la economía agrícola y la logística. De igual forma trabajamos con chefs, porque ellos conocen los sabores y la clase de ingredientes que se necesitan cultivar para una población con personas de 170 nacionalidades”, detalla el arquitecto.
Cortesía Phillip Hutfless
De la azotea a la mesa
Un huerto sobre un edificio construido en 1919 en el barrio de Queens, Nueva York, fue el primer proyecto de Brooklyn Grange, un grupo de impulsores de la agricultura urbana conformado en 2010.
Encabezados por Ben Flanner, presidente y granjero principal del grupo, cultivaron tres huertos: dos sobre los techos de edificios en Brooklyn y Long Island City, y uno en una antigua fábrica de South
Williamsburg.
En el techo del edificio de Long Island City fue instalada un área de cultivo de 3,900 m, para ello se colocaron aproximadamente 500,000 kg de tierra preparada especialmente para techos verdes, con lo que se creó una de las granjas de azotea más grandes del mundo y la primera de Brooklyn Grange en Nueva York.
“La idea es que sea un modelo de negocios exitoso con fuertes raíces en la comunidad, y que a la vez sea una parte de programas educativos para mostrar cómo cosechar en suelos poco profundos con poca agua”, comenta Jerry Caldari, socio del despacho neoyorquino Bromley Caldari Architects.
Los techos de Nueva York abarcan unos 760 millones de metros cuadrados, pero no todos son cultivables, de acuerdo con él. Uno de los criterios principales para su selección reside en la capacidad para soportar una carga de 35 lb/ft2 (15.87 kg/0.09m), el peso del suelo saturado y las plantas. Asimismo, es necesario que cuente con sombra generada por los edificios vecinos, para que las plantas reciban la luz solar.
“Para comenzar con este huerto se trasladaron más de 500,000 kilos de suelo para siembra hacia el techo utilizando una grúa, y después furon distribuidos
en la superficie para formar una capa de 20 cm. Hemos sido muy afortunados al contar con varios voluntarios que nos ayudaron a iniciar con el huerto”, explica Caldari.
Cortesía Phillip Hutfless
Hortalizas urbanas del DF
En otro ejemplo, en los últimos cinco años la Ciudad de México ha presentado una mayor actividad en el desarrollo de viveros, azoteas verdes y hortalizas urbanas. Actualmente, en la delegación Azcapotzalco se ubica una azotea verde de 50 m, en tanto que en la delegación Cuauhtémoc se encuentran instalados 13 huertos familiares, uno de ellos conocido como el Huerto Tlatelolco, que está sobre un área de 1,650 m, que hoy forma parte del proyecto Vivero Urbano Reforma.
El 3 de julio pasado, Enrique Martínez y Martínez, secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno del Distrito Federal, dieron a conocer el programa ‘El Campo en Casa’, que promueve el desarrollo de la agricultura familiar urbana.
Por su parte, el 14 de junio pasado, la Secretaria de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades del Distrito Federal (Sederec) anunció el desarrollo
de una parcela demostrativa de siete hectáreas, ubicada en San Luis Tlaxialtemalco, Xochimilco. El proyecto busca producir semillas y otros alimentos, así como contar con un banco de germoplasma, un laboratorio de suelo y agua, y un centro de capacitación para productores y campesinos.
De acuerdo con el proyecto, en la parcela se podrán realizar diagnósticos para el diseño de nuevas políticas públicas a favor del campo y el incremento de la producción de alimentos en la capital del país.
Otras iniciativas, como la de la asociación civil Efecto Verde, se orientan a lograr que, para 2030, 40% del área urbana del Valle de México esté cubierta con vegetación, mediante el impulso a las azoteas verdes y los corredores biológicos.
En 2011 el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda de los Trabajadores (Infonavit) se sumó a esta iniciativa y transformó la parte superior de su edificio central, ubicado en el Distrito Federal, en un área cultivada que abarca más de 2,000 m.
En un futuro, otras entidades como Querétaro, Aguascalientes, Nayarit, Chiapas y Veracruz podrían beneficiarse de estos huertos y cultivos urbanos, debido a que el Fondo de Capitalización e Inversión del Sector Rural (Focir) cuenta con 1,454.7 millones de pesos (presupuesto proyectado) para el periodo 2013-2018, con el objetivo de mantener la continuidad en los trabajos de investigación y análisis orientados a la creación, el desarrollo y la operación de clústeres de agricultura metropolitana, así como de redes de agrologística inteligente y centros de transformación rural.