Chichén Itzá presenta nuevo espectáculo de luz y sonido
Bajo la bóveda celeste desde la cual los dioses mayas miran, el Castillo se iluminó en la primera noche de Kukulcán.
Este emblemático sitio arqueológico, ubicado al oriente de Yucatán, presentó lo que será el espectáculo luz y sonido del sitio, que estuvo suspendido desde marzo de 2011 y que ahora regresa para honrar a los dioses del cielo, la tierra y el inframundo.
Un aparente haz de luz irrumpe en el estrellado cielo maya y se proyecta sobre la parte poniente de El Castillo, de sus 90 escalinatas y que con la suma del resto de la estructura se convierte en un calendario exacto desde el cual las batallas y luchas de los dioses y de los hombres se inmortalizan.
La ceiba, árbol sagrado de los mayas, crece sobre la escalinata poniente y confirma la cosmovisión de los mayas en el que todo se conjuga, en el que la vida sobre la Tierra deberá tener continuidad en el inframundo, el sitio aun más sagrado para los mayas que el propio cielo.
Es aquí, en este juego de la eternidad donde el maya define su futuro avivando el pasado, observando a todos los elementos de la naturaleza, en especial el cielo y el agua que fluye en ríos subterráneos.
Es justo en este momento cuando se revela el nombre del sitio, que los modernos mayas y los conquistadores le han dado la categoría de la nueva maravilla del mundo moderno, es entonces cuando Chichén Itzá es descrito como “a la orilla del pozo de los brujos mayas”.
El tiempo se detiene sobre la dura roca y al mismo tiempo se convierte en un caudal lumínico y de agua y así el dzonot se abre al maravilloso inframundo, al sitio armonioso donde las deidades más sublimes esperan al hombre, en especial xibalbá.
Y es ahí mismo donde el juego de pelota aparece sobre este escenario pétreo, es ahí precisamente donde los guerreros combaten en una cancha que representa al bien, y una pelota al sol, en este juego maniqueo del bien y del mal y donde al final los vencidos ofrendarán su propia vida a los dioses.
Así, el espectáculo de las noches de Kukulcán se aproxima a su final mientras recuerda que la grandeza de Chichén llegó a su fin con su propia ansia del juego de la guerra de los vencedores y los vencidos, pero que bajo de la bendición de dioses como Chaac dan vida a una nueva generación de mayas que construyen a un pueblo glorioso.