Greenfield: los arquitectos que crean abundancia con la escasez
Proyectar en condiciones de escasez deriva en las soluciones más eficientes, ya que las circunstancias acotan y obligan a resolver la problemática existente. Para Kenji López Rivera, líder del despacho Greenfield, establecido en Nuevo León, en eso consiste la verdadera labor del arquitecto, y el punto donde reside su capacidad de resiliencia.
"Un proyecto resiliente es el que se hace a partir del conocimiento de las condiciones adversas en las que se desarrolla, y las utiliza a su favor, como un impulso para mejorar y no como una desventaja", opina.
Greenfield ocupa en 2016 la posición 10 del ránking Diez Despachos de Obras, Generadores de Cambio.
A ocho años de su fundación, Greenfield desarrolla soluciones de diseño en diferentes escalas y entornos, mediante proyectos de regeneración cuya propuesta de valor corre a cargo de un equipo multidisciplinario, formado por profesionales jóvenes y experimentados, que aportan sus conocimientos en las áreas de construcción, arquitectura, bienes raíces, finanzas, desarrollo social y administración.
Uno de sus proyectos es La Cueva, un espacio neutro, de convivencia y contemplación, desarrollado con inversión privada dentro de la reserva ecológica Maderas del Carmen, en Coahuila. Se trata de un terreno de 40,000 hectáreas dedicadas a la conservación de especies en peligro de extinción, y a la proliferación de otras que ya habían desaparecido en el país.
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La Cueva, en Maderas del Carmen, Coahuila. FOTO: Cortesía del despacho
"Tuvimos muchas limitaciones, desde un presupuesto bajo, hasta el aislamiento del terreno, situado a 800 km de Monterrey. Pero nos propusimos ejecutar un proyecto que hablara con el contexto, por lo que optamos por un diseño muy simple, construido con materiales recuperados en la misma zona", cuenta López.
Los elementos utilizados se obtuvieron de ranchos y bancos de arena, ubicados a no más de 10 km a la redonda. Las láminas y durmientes los rescataron de antiguas infraestructuras, y los muros los construyeron con tierra y piedras del lugar.
Hicieron el sistema constructivo de concreto, piedra de río, madera de pino y tierra apisonada, que son materiales que lograron mimetizar las texturas y relieves de la fachada con el entorno.
"El mayor aprendizaje fue saber que, como arquitectos, tenemos que entender el gran valor y las virtudes humanas y materiales con las que contamos, para poder usarlas de la mejor manera", comenta.
Al interior del edificio, cuya orientación provee de iluminación natural, establecieron un espacio social que incluye un gran comedor y sala de juntas, estancia, desayunador, medio baño, cava, cocineta y espacio semitechado para asadores. En el exterior, dos terrazas proporcionan amplias vistas hacia la montaña.
Además de su valor estético y arquitectónico, la importancia de este proyecto radica en la invitación que hace a sus visitantes para reflexionar sobre la conservación del medioambiente. Por otro lado, también ha logrado atraer inversionistas y autoridades gubernamentales interesadas en extender este concepto.
Para López, la forma en la que vivimos en las ciudades "no es humana". "Cada vez gastamos más recursos en cumplir nuestras necesidades básicas", sentencia el arquitecto, quien junto con su despacho propuso un proyecto que consiste en rehabilitar inmuebles para combinar, de manera equilibrada, el área de vivienda con oficinas, comercios, talleres y trabajo, con el fin de diversificar los usos de la ciudad.
"Este concepto parte de la idea de que las zonas que alguna vez fueron consideradas de riesgo son barrios mágicos con gran oferta de oficios y servicios, donde la gente se conoce y se cuida. Identificamos que en estos lugares ya hay una vida previa y ésa es su mayor virtud, lo único que debíamos hacer era renovar la estructura inmobiliaria", cuenta.
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El despacho propuso un proyecto que consiste en rehabilitar inmuebles para combinar, de manera equilibrada, el área de vivienda con oficinas, comercios y talleres. FOTO: Cortesía del despacho
La zona que eligió fue el municipio de San Pedro Garza García, Nuevo León, donde ofreció a los vecinos rehabilitar sus viviendas para arrendar una parte a jóvenes que, así, tienen un lugar desde donde pueden llegar caminando a los lugares de estudio y trabajo.
A los propietarios se les comunicó los beneficios que obtendrían con este modelo: evitar la migración a otras zonas de la ciudad, contar con empleo en el barrio y tener la oportunidad de hacer crecer su patrimonio; sin embargo, al inicio se mostraron desconfiados al respecto.
"Tomamos en cuenta esas opiniones y las convertimos en conocimiento que usamos a nuestro favor, dentro de un proceso de adaptación continua que nos llevó a pensar en un sistema de proyecto que se fortaleciera cada vez y, a largo plazo, pudiera cimentarse a sí mismo", dice el joven arquitecto.
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La zona que eligió fue el municipio de San Pedro Garza García, Nuevo León, donde ofreció a los vecinos rehabilitar sus viviendas para arrendar una parte a jóvenes. FOTO: Cortesía del despacho
Entonces, Greenfield optó por autofinanciar un prototipo, que terminó de construirse en diciembre de 2015. Desde que se encontraba en proceso, este ejercicio piloto atrajo la atención de los vecinos, que se convencieron de aportar sus propiedades, así como de inversionistas privados y bancos que desean constituir una zona densa y diversa, en la que los vecinos tengan lo que necesiten al alcance de la mano.
Este artículo se publicó originalmente en la edición marzo-abril de 2016 de la revista Obras .