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El sistema de aguas residuales ubicado al oriente de la Zona Metropolitana del Valle de México es similar a un muro fronterizo: una losa de concreto de 15 metros de ancho cubre las descargas de aguas negras de la Ciudad de México a lo largo de cinco kilómetros.

El espacio -rodeado por los municipios mexiquenses de Chimalhuacán y Nezahualcóyotl, y las delegaciones Venustiano Carranza e Iztacalco- no tiene una función específica.

Algunos habitantes lo usan como frontera para delimitar colonias porque carece de una estructura peatonal, otros como basureros improvisados y, algunos más, como espectaculares para anunciar próximos conciertos u obras de teatro.

En 2012, el despacho de arquitectura, urbanismo y paisaje Fundamental se 'adueñó' de la zona de más de 59,000 m² rodeada por vialidades como la calzada Ignacio Zaragoza.

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El equipo multidisciplinario, integrado por Marcos y Víctor Hugo Betanzos, Cinthia Xochicale, Guillermo González y Valia Wright, comenzó a explorar el área con el objetivo de diseñar una propuesta urbano-paisajística que ayudara a recuperar, reactivar y potencializar el espacio público.

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El primer paso fue entrevistar a los habitantes de la zona para detectar sus necesidades. Los resultados fueron reveladores: 80% de los encuestados consideró que el espacio estaba abandonado y podría ser usado con fines recreativos y de movilidad.

Para el equipo, fue una señal muy clara de que el espacio y las políticas públicas para habitar mejor la ciudad tienen que llegar a cualquier parte de la urbe. "No puede ser solamente Polanco, Centro Histórico, Roma y Condesa, el oriente, como muchas otras zonas, merece también esa oportunidad", afirma Marcos Betanzos.

A partir de las encuestas y del estudio del espacio, el despacho diseñó el proyecto Reconexión Metropolitana Oriente (Re.MO).

"Puede funcionar como un escenario de diversidad para fusionar y, sobre todo, integrar la ciudad, es decir, que no sea una frontera fragmentada sino que sea en realidad un escenario donde pueda vincularse", explica Betanzos.

Imagen: Cortesía del despacho

La propuesta consiste en convertir la losa de concreto en un parque lineal -que conecte la Calzada Ignacio Zaragoza con la Alameda Oriente- dotado de vegetación, servicios y equipamiento como pabellones de lectura, parques de bolsillo, zonas de juegos y con las actividades propicias para habitarlo y convivir.

Este proyecto lo convirtió en el sexto lugar de los #10Despachos + disruptivos 2017 de Obras.

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"Es una intervención urbana que busca mejorar las condiciones a partir de reducir la preferencia por el automóvil, generar pasos peatonales seguros, integrar elementos como respiraderos de drenaje, parecidos a grandes chimeneas, que funcionen al mismo tiempo como tótems para vincular el proyecto de manera transversal", explica Betanzos.

"La apuesta es tener arquitectura sencilla. Quizá pierda el diseño de autor, pero no nos interesa tanto eso, lo que nos interesa es que la gente esté utilizando los espacios que necesitan".

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En busca de la colaboración

La iniciativa requiere una intervención mínima a nivel constructivo, pero exige la colaboración entre habitantes e instituciones para transformar este espacio en una zona incluyente, segura y sustentable.

Las autoridades conocen el proyecto, pero, según Betanzos, la limitante ha sido que no cuentan con dinero disponible. La intervención de los cinco kilómetros tendría un costo de 150 millones de pesos.

Guillermo González, socio fundador de Fundamental, detalla que el proyecto es tan versátil que se puede realizar en etapas. La primera sería de la calzada Ignacio Zaragoza a Metro Pantitlán, la siguiente de Metro Pantitlán hacia Calle 7, y la última de Calle 7 a la Alameda Oriente.

Reutilizar el espacio del oriente de la Zona Metropolitana del Valle de México es solo el inicio.

El plan de Fundamental es replicar el modelo a 26 kilómetros más, hacia el costado de la Alameda Oriente y el corredor de la Central de Abasto. "La idea es que se vaya tejiendo por toda la ciudad", dice Valia Wright, responsable de la arquitectura de paisaje en el despacho.

A pesar de que la ejecución del proyecto no ha arrancado, los integrantes del despacho consideran que ya lograron su primer cometido: que las personas se dieran cuenta de que ese espacio parecido a una frontera, que ha estado en las mismas condiciones por más de 30 años, es susceptible de una transformación.

 

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Arquitectura

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