El primer parque que Moscú construye en 50 años tiene cuatro climas
Nota del editor: Este contenido se publicó originalmente en la edición 10 Despachos para Ciudades Inteligentes, correspondiente a abril de 2018.
El Zaryadye, inaugurado a finales de 2017, sintetiza el viraje de la política urbana impulsada por la alcaldía de Moscú, proclive a invitar a despachos internacionales para desarrollar ideas que hagan partícipe a esta capital de un lenguaje arquitectónico contemporáneo.
La compleja tipología mixta de este espacio integra arquitectura y paisajismo, y aporta nuevos argumentos en pleno debate sobre cómo los ciudadanos pueden interactuar con los espacios públicos en el siglo XXI.
En el caso de Moscú, además, pretende transformar dinámicas y demostrar que los parques no son únicamente zonas para pasear de forma contemplativa, sino lugares para expresarse con libertad porque les pertenecen.
Desde que Sergey Kuznetsov es el arquitecto jefe de la ciudad, la capital rusa ha multiplicado el número de proyectos arquitectónicos, de desarrollo urbano, de infraestructura y de planeación. Solo en el primer año que accedió al cargo (2012) se realizaron más de 20 concursos internacionales.
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"Muchos arquitectos extranjeros trabajan en la ciudad, emplean materiales locales y aportan ideas nuevas que conectan a Rusia con el mundo global a partir de la arquitectura pública y urbana", afirma Brian Tabolt, arquitecto de Diller Scofidio + Renfro (DS+R), diseñador principal del parque Zaryadye, uno de los proyectos estrella de Kuznetsov.
En ese tenor, al consorcio liderado por DS+R y por los arquitectos paisajistas Hargreaves Associates —conformado por despachos y entidades rusas e internacionales— les tocó renovar y transformar una parcela de postín en pleno centro de la ciudad, entre la Plaza Roja, donde se halla el Kremlin, y el río Moskva.
"La oportunidad de diseñar y construir algo que cambiara la cara del centro de una capital mundial solo sucede una vez en la vida. Por su ubicación, nuestra intención fue que este parque se convirtiera en un armazón que encuadrara los edificios y vistas históricas que lo rodean", explica en exclusiva Tabolt a Obras.
El área, que ocupa 10.2 hectáreas, ya existía en el siglo XII como parte de un asentamiento dentro de las fortificaciones que protegían la ciudad, fue donde en el siglo XVII vivió la familia Romanov, la última dinastía de zares rusos. El último ocupante fue el gigantesco hotel Rossiya, de estilo soviético, que llegó a ser el más grande de Europa en 1967, con 21 plantas y 3,000 habitaciones.
Fue demolido en 2007, desde entonces se barajaron varios planes para desarrollar la zona, incluido un plan maestro de Norman Foster que alojaría oficinas y departamentos.
El plan viró cuando Sergey Sobyanin ganó las elecciones a la alcaldía de Moscú en 2013, y optó por dotar a la ciudad de más espacio público. El primer paso fue revitalizar el parque de Gorky, que animó al consistorio a convocar un concurso internacional en 2013, que atrajo a 90 despachos; seis finalistas: MVRDV, Gustafson Porter, TPO Reserve, West 8, Turenscape y DS+R.
Hacía más de medio siglo que no se construía ningún parque en la capital rusa. "Lo que se pedía en el concurso eran propuestas para un espacio verde que fuera diferente de los que ya existían en la ciudad, conceptualmente más cercanos a los parques del siglo XIX, que están más estructurados, y que hiciera repensar la forma en que la naturaleza puede coexistir en las urbes", comparte Tabolt.
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El arquitecto explica que la forma en que los moscovitas disfrutan de sus parques es más formal que en América o Europa. En Rusia no existe tradición de organizarun picnic o cualquier actividad en el césped, sino que la relación es más contemplativa y los locales no suelen salirse del pavimento establecido para explorar los espacios verdes.
Pero el arquitecto confiesa: "Queríamos integrar el paisaje con el pavimento y los pabellones para fomentar la libertad de movimientos en todo el parque; ideamos un concepto que invita a perder de vista la ciudad", confiesa Mary Margaret Jones, directora de la firma de arquitectos paisajistas Hargreaves Associates.
Fotos: Cortesia DS+R / Iwaan Baan
De la tundra al humedal
El diseño de Zaryadye se basa en un parque mixto que integra arquitectura, paisajismo, ocio y espacio público, difuminando las líneas que separan los diferentes programas y espacios, y que sus responsables definen como urbanismo salvaje.
Éste fue un requisito del ayuntamiento, ya que sus responsables querían dotar al nuevo parque de diferentes actividades, explica Tabolt y comparte que uno de los mayores retos fue "idear la forma en que las estructuras no fueran elementos individuales sino que se entremezclaran con la naturaleza cubriendo las superficies con espacio público".
El parque es un homenaje a los cuatro paisajes de Rusia: tundra, estepa, bosque y humedal; inserta su flora y reproduce sus climas. Para estructurar esta naturaleza diversa, compuesta por 760 árboles y 860,000 especies perennes, Jones dice que aprovecharon la topografía asimétrica del terreno que facilita esta división.
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"Existe más altura en la parte sureste y va descendiendo a medida que nos aproximamos a la zona suroeste, así que formamos terrazas divididas en tundra, estepa, bosque y humedal", detalla.
Tabolt agrega que la disposición también obedece a la forma en la que los visitantes puedan pasear por el parque, ya que la tundra y el humedal, más complicados de acceder, están en las esquinas; el bosque y la estepa lo atraviesan diagonalmente desde la Plaza Roja.
El reino del abedul
Para seleccionar las especies, Jones explica que viajaron por el país, pero la celeridad del proyecto (solo transcurrieron cuatro años desde la presentación de la propuesta y su ejecución) hizo que la ayuda de expertos locales como los paisajistas Arteza o el jardín botánico de Moscú fuera fundamental para identificar las plantas y árboles más característicos de los cuatro paisajes, y que además pudieran prosperar en el clima de la ciudad, cuya temperatura media pasa de -10°C en enero a los 23°C en julio.
Esa colaboración fue útil para identificar las plantas típicas de la tundra, "algunas son muy delicadas o requieren de especificaciones muy concretas para subsistir", explica Jones.
En el bosque hay un protagonista: el abedul. "El bosque tiene un papel muy importante en la literatura rusa, en las leyendas, la música e incluso en el ballet. Este árbol tiene una textura increíble y un gran color en otoño, además provee de sombra y sonido", detalla.
Otras especies incluyen el arce, roble y el tilo. Esta es la zona a la que se accede desde el Kremlin, cuya superficie, dice, se recrea en el bosque y delimita el pavimento que se encuentra en la Plaza Roja, creando una yuxtaposición visual. El visitante transita desde allí hasta una zona de coníferas y especies perennes, que aportarán color en invierno.
En el humedal los árboles existentes ya se hallaban en el terreno, y el equipo logró salvarlos. El pavimento se integra con el paisaje, al eliminar la división entre naturaleza y calzada; es más poroso donde las plantas requieren un mayor volumen de agua para que ésta se filtre de maner más eficiente. En la zona inferior, donde está el humedal, existe un sistema que recolecta el agua de lluvia para su reutilización en los sistemas de irrigación.
Para que los paisajes florezcan, cada zona debe reproducir fidedignamente sus condiciones ambientales. También había que idear la forma de extender la temporada de visitas, ya que Moscú no es una ciudad que invite a dar paseos a la intemperie durante la mayor parte del año.
El equipo formado por DS+R y Hargreaves, asesorados por expertos locales, optó por diseñar y distribuir los pabellones con esa idea y generar la energía requerida a partir de soluciones pasivas y amables con el medio ambiente.
"Las estructuras están desperdigadas por las diferentes zonas para que los visitantes nunca se encuentren muy lejos de algún lugar que les cobije y caliente, y donde puedan disfrutar de alguna actividad", explica Tabolt.
El ejemplo más claro es la estructura de rejilla de cristal y de barras de acero de tres metros de ancho y 300 mm de profundidad que cubre la filarmónica y que sigue el diseño de la curvatura del parque.
Fotos: Philippe Ruault
"Es un espacio que da la sensación de encontrarse en el exterior, pero su geometría permite atrapar el aire caliente que sube de forma natural desde el suelo y bloquea el viento, por lo que en su interior la temperatura incrementa entre 5 y 10 °C", cuenta el arquitecto.
Otra medida es el aprovechamiento del calor que se forma en el subsuelo, gracias al uso de bombas de calor que transforman el aire frío en caliente y lo transportan a los interiores donde se acumula. Estas bombas funcionan gracias a la electricidad que generan las placas fotovoltaicas situadas encima de la rejilla de la filarmónica.
"La estrategia consiste en emplear métodos pasivos que regeneran la energía que produce el suelo para hacer que este parque sea verdaderamente sostenible", afirma Rod Manson, director de Buro Happold, firma que trabajó en los servicios MEP y en los elementos estructurales del parque.
Las bombas aportan una mejora de 30% en comparación con otros parques.
Diseño inteligente
"La estrategia fue enterrar los pabellones para crear las terrazas que organizan el parque". La mayor parte de las construcciones se encuentran bajo tierra, algo que no es obvio a primera vista.
"Solo al pasear por ellas, el visitante se encuentra de golpe con las estructuras", explica Tabolt, y Manson lo secunda: "Estudiamos diferentes opciones de cómo integrar las terrazas a partir de las condiciones del terreno y del subsuelo, y planos en 3D".
Las superficies de estas estructuras se ocultan bajo la naturaleza salvaje, algo que para Jones fue uno de los retos del proyecto, ya que para que las plantas y árboles crezcan necesitan profundidad para que las raíces encuentren espacio y el agua pueda drenar. El concreto, material del cual están diseñados los pabellones, se erigió como la solución.
"Es más poroso y fluido, así que permitió ejecutar los diseños con la fluidez deseada —dice Jones—. Al inicio planteamos algunas estructuras en acero, pero el concreto es más versátil y permite integrar las terrazas de forma más natural", abunda Tabolt.
La misión del parque es la de mostrar a los moscovitas y al resto del mundo que existen nuevas tipologías de espacios públicos, más dinámicas e interactivas, y parece que ya está cambiando actitudes en los locales. "Zaryadye evoca una respuesta similar en los visitantes como si se tratara de una atracción", estima Jones.
Tabolt comparte que los usuarios están relacionándose con el espacio tal como ellos querían: escalando en los tejados de las estructuras y apoderándose de las zonas verdes con total naturalidad.
Arquitectos DS+R
Tomada de dsrny.com
DS+R se fundó en 1981 en Nueva York, inicialmente por Elizabeth Diller y Ricardo Scofi dio, a los cuales se sumó Charles Renfro en 1997 y Benjamin Gilmartin, cuarto y último socio en 2015.
Más de 100 arquitectos, diseñadores y artistas trabajan en el despacho, que se centra, sobre todo, en proyectos culturales y cívicos localizados, en su mayoría, en Estados Unidos. Destacan el Institute of Contemporary Art en Boston (2006), High Line en Nueva York (2014) o la expansión del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), en construcción.
FICHA TÉCNICA
- PROYECTO: Parque Zaryadye
- CLIENTE: Departamento de Urbanismo del Ayuntamiento de Moscú
- ARQUITECTOS: Diller Scofi dio + Renfro
- ARQUITECTOS PAISAJISTAS: Hargreaves
- DISEÑO URBANO: Citymarkers
- CONSULTORES: Arteza (fl ora), Transsolar (clima), Buro Happold (estructura) SUPERFICIE: 10.2 hectáreas
- COSTO: 223.9 mdd
- APERTURA: septiembre de 2017
Fuente: DS+R