El mercader que está en contra de los rascacielos de Hong Kong
Nota del editor: Este texto fue publicado originalmente en la Revista Obras, en la edición Arquitectura vs Crimen, correspondiente a septiembre 2018. Busca la edición en su versión digital en magzter.com
Desde el balcón de su departamento en Tank Lane, uno de los barrios de moda de Hong Kong, el promotor inmobiliario Dare Koslow señala una elegante casa de té en la cercana calle Tai Ping Shan.
"Ahí solía haber un 'da pai dong' (uno de los típicos puestos de comida callejera de la ciudad) conocido como JPS, por los tres hermanos que lo regentaban: Johnny, Peter y Sunny. Solía sentarme ahí toda la tarde, charlar con ellos y observar a los peatones", explica. Después apunta hacia un edificio abandonado, ubicado al otro lado de la calle.
"Un mendigo vivía en ese edificio. Un día encontraron su cuerpo enterrado entre la basura que había ido recogiendo durante años", cuenta el empresario. Koslow sabe que cada edificio de Hong Kong contiene un fragmento de la historia de la ciudad y parece estar decidido a proteger tantos pedacitos de ella como pueda.
El empresario estadounidense forma parte de un pequeño grupo de propietarios que compran y renuevan departamentos en las típicas construcciones bajas de la ciudad, conocidas como tong laus.
El propio promotor vive, junto con sus dos perros, en un antiguo taller de impresión, que mezcla acabados de diseño con detalles que revelan el pasado del local. Ha añadido una cocina de última generación y distintos muebles de anticuario a la vivienda, pero aún se pueden apreciar las columnas y vigas de acero, las manchas de tinta en las baldosas y los nombres y teléfonos de antiguos clientes, garabateados en una de las paredes de la actual cocina.
"Me encanta sentir que formo parte de la historia que el edificio cuenta", explica. El economista por la Universidad Georgetown, con una maestría en Negocios Internacionales por Columbia, llegó a Hong Kong en 1995, después de años trabajando en la industria de la publicidad en Nueva York, y de una breve estancia en Nepal.
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Sin embargo, fue cuatro años más tarde cuando se fijó por primera vez en los destartalados tong laus que se podían ver desde la terraza de su bloque de departamentos. "Otras ciudades los habrían valorado y conservado, y habrían hecho todo lo posible para modernizarlos", asegura.
Los tong laus, construcciones de tres o cuatro pisos con una pequeña tienda en su parte baja, se fueron amontonando por toda la ciudad durante las décadas de los años 50 y 60, a la vez que distintas olas de inmigrantes procedentes de la China comunista cruzaban la frontera para establecerse en el antiguo enclave británico.
Hoy, muchas de estas edificaciones sobreviven encajonadas precariamente entre los rascacielos que se alzan a toda velocidad en la ciudad. Cuando Koslow se dio cuenta que distintos propietarios estaban renovando algunos de esos departamentos, no dudó en hacer lo mismo. En 2004 dejó su trabajo como publicista (aunque luego volvió al sector) para comprar y renovar su primer inmueble antiguo, en Princess Terrace.
"Seguía intacto, no había sido subdividido, contaba con una buena estructura, una luz bonita, el espacio estaba bien aprovechado, con techos altos y algunas ventanas aún tenían sus marcos metálicos originales", recuerda.
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Koslow es actualmente propietario de 20 departamentos. Y cuenta con una red de agentes inmobiliarios, siempre en busca de pisos sin renovar. "Quiero tener que hacer lo mínimo posible para devolverles su aspecto original", dice. Sin embargo, los estratosféricos precios del mercado inmobiliario hongkonés, uno de los más caros del mundo, han impulsado la demolición de numerosos edificios para construir bloques de apartamentos de 20 o 30 plantas.
"Todo se mueve hacia la misma dirección: rascacielos uniformes, rectángulos con muy pocos elementos distintivos", explica Koslow.
Esta imagen contrasta con la de los tong laus, que el promotor describe como un grupo de edificios heterogéneos, sin un elemento arquitectónico distintivo, pero con características comunes como los marcos de ventanas metálicos, los techos altos, las escaleras abiertas y un cierto aire colonial.
El profesor Hoyin Lee, director del programa de conservación arquitectónica de la Universidad de Hong Kong, asegura que el promotor ha encontrado un método viable para proteger algunas de las propiedades privadas de la ciudad.
"No lo hace por caridad, es promotor, busca un beneficio, pero también le apasiona la conservación", afirma el especialista. Sin embargo, varias dependencias del gobierno local, incluida la Autoridad para la Renovación Urbana, han puesto trabas a las renovaciones de Koslow.
En 2015, el gobierno inició el proceso para expropiar uno de los apartamentos de Koslow para modernizar la zona. El plan fue finalmente cancelado, pero el empresario sabe que tarde o temprano el gobierno planteará otra propuesta similar.
"Su intención es agotarte, hasta que eventualmente cedes", reconoce. Su iniciativa no solo se enfrenta a problemas administrativos. La rentabilidad del negocio ha disminuido en los últimos años debido al estancamiento de los precios del alquiler y a la escasez de pisos antiguos.
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Mientras que las rentas de sus inquilinos se han mantenido en niveles cercanos a 6,500 dólares mensuales, el precio de las renovaciones y la compra de departamentos se ha triplicado en poco más de una década.
Según Koslow, en 2004 era posible comprar un departamento antiguo por alrededor de 320,000 dólares y renovarlo por 70,000 dólares. Hoy, una inversión similar supone un desembolso cercano a 1.2 millones de dólares.
"Estos pisos se han vuelto cada vez más escasos, y existe una mayor demanda de gente que quiere preservarlos", asegura. Los inquilinos de sus propiedades son principalmente extranjeros que quieren experimentar el estilo de vida tradicional de Hong Kong, mientras que los ciudadanos locales siguen rehuyendo este tipo de vivienda.
Fotos: Cortesía Dare Koslow
"Los asocian con la vida que sus abuelos experimentaron, y lucharon por dejar atrás", comparte Dare Koslow, pero confía en que tarde o temprano los ciudadanos de Hong Kong empezarán a buscar edificios 'con carácter': "Estoy seguro que redescubrirán sus raíces".