La bitácora donde grandes arquitectos hablan de Casa Gilardi
CIUDAD DE MÉXICO. El primero fue Toyo Ito. El arquitecto japonés ganador del premio Pritzker había accedido a hacer un dibujo en la libreta que Martín Luque le extendía. Había varias personas que no dejaban de pedirle que se tomara una foto con ellos, pero consiguió abrirse camino. Toyo Ito dibujó una casa con muchos pisos, ventanas, ondulaciones, grises y algunas personas. Eso era lo que le provocaba el lugar donde estaban: la Casa Gilardi, la última que diseñó, en 1976, el arquitecto mexicano Luis Barragán, otro Prizker.
De eso, hace nueve años. Martín es dueño actual de la residencia, ubicada en la colonia San Miguel Chapultepec de la Ciudad de México. Había comprado ese cuaderno para una de sus clases de arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Después de ver desfilar a decenas de arquitectos que querían conocer su casa y cómo se vive en ella, decidió que coleccionar sus bocetos sería un mejor uso para la libreta.
Ahora, enfrente de la jacaranda que gobierna su patio, descubre la tapa de la bitácora y muestra algunos de los casi 80 dibujos que contiene. Zaha Hadid, Patrik Schumacher, Tom Kundig, Lyndon Neri, Romero Britto, Adriana Varejão, son algunos de los que dejaron su huella.
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"Les pido que dibujen una idea que tengan en ese momento. Es un reto para ellos, porque también están en trance con la casa, tratando de asumirla, de entenderla; tienen la piel a punto y entonces plasman lo que están sintiendo. Algunos ni siquiera dibujan, rompen una hoja y hacen una maqueta con ella", explica Luque.
Por ejemplo, el arquitecto finlandés Juhani Pallasmaa le dejó una frase el 15 de mayo de 2016: "Esta casa nos lleva a un sueño que nos hace sentir la realidad mágica del mundo".
Martín ha vivido toda su vida en esa realidad mágica de la que habla Pallasmaa: ver la luz del día sobre el barro, la rendija que se cuela por la piscina que hay en el comedor, la jacaranda.
Entre las inquietudes de las decenas de arquitectos y artistas que han llegado para conocer cómo es vivir en la casa, le han preguntado si le gusta, si utiliza la piscina de la sala, si juega pelota en el patio. "Estaban investigando de qué se trataba la casa, y no hay nada más sincero que un niño", cierra Luque.
Entre las inquietudes de las decenas de arquitectos y artistas que han llegado para conocer cómo es vivir en la casa, le han preguntado si le gusta, si utiliza la piscina de la sala, si juega pelota en el patio. "Estaban investigando de qué se trataba la casa, y no hay nada más sincero que un niño", cierra Luque.
Ahora, planea incluir esas anécdotas en un libro en el que aborda la historia de la Casa Gilardi, desde la parte técnica hasta sus vivencias. "Ningún libro de arquitectura habla del cliente, de su experiencia. Todas esas anécdotas se esfuman. ¿Para qué hacen una casa los arquitectos?".
Un museo habitado
Martín explica que hay dos formas de ver la casa: como el edificio famoso, el hito, o la casa que es, pensada para sentarse en los sillones, leer, descansar… "Para mí es como vivir en una escultura", dice. "Por eso abrimos la casa, para que se entienda un poco de qué va. Estamos acostumbrados a visitar museos o casas museos, pero esto es distinto: nosotros vivimos aquí".
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Cuando comenzaron la restauración hace cuatro años, apenas terminaba la universidad, y el reto estaba lleno de preguntas que lo aterrorizaban: ¿Cómo igualar el color de Barragán, la textura? "¡Qué tal que me equivoco o que lo arruino?". Pero no sucedió así.
"Yo no sabía nada técnicamente de Barragán. Pero a través de investigar, me di cuenta que toda su arquitectura está hecha de forma empírica; por prueba y error. Y se me ocurrió que ese era el medio de la restauración. Algunos muros tenían humedad, quitamos la textura de esos muros y de otros no, y empezamos a igualar".
Teorizaban mucho sobre el color y dudaban de si eran pigmentos naturales, hasta que un día, buscando en el sótano, encontraron los planos de la casa que pensaban que estaban en Suiza y, entre ellos, un plano de acabados en el que Barragán explicaba que es pintura vinílica.
"Barragán evolucionaba; no tenía una teoría fija, se adaptaba conforme a su época", dice el arquitecto.
También encontraron modelos sobre varias versiones de la casa: con distintos muros, otros espacios, cambios en los volúmenes. "Con muchas inseguridades o muchas indecisiones", acota.
"Siempre se hablará de la emoción y del romanticismo en el trabajo de Barragán, pero sus planos dicen otra cosa. Su arquitectura es el resultado de mucho trabajo".
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El resultado, Martín lo resume en una idea: "Barragán no hacía casas, hacía hábitats. La casa es ese tipo de lugares que te invitan a ver los espacios de otra forma, te sensibilizas de otra manera. Este tipo de arquitectura estimula demasiado tus sentidos, de una forma primitiva. Puedes ser adulto o puedes ser niño, pero entras a esta casa y algo está pasando (…) Son casas de tierra para gente de tierra; gente del campo, como la de antes, que madruga y tiene tiempo para trabajar, y sabe descansar y sabe disfrutar".