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Arquitectura con perspectiva de género

¿La neutralidad con la que se intenta diseñar ciudades y viviendas funciona en la práctica?
dom 08 marzo 2020 05:00 AM
Double exposure of woman silhouette and modern city skyline.
Las ciudades deben ser más funcionales para las mujeres y el resto de sectores de la población.

¿Las ciudades funcionan mejor para hombres o mujeres? ¿La arquitectura puede ejecutar la disciplina desde una perspectiva de género? Estas preguntas han ayudado a arquitectas e investigadoras del sector, como Alexandra Camal, Zaida Muxi Martínez y Paula Soto Villagrán, a desentrañar el papel de las mujeres como usuarias de los espacios públicos y privados.

De manera histórica se ha cuestionado sobre quiénes logran apropiarse de las ciudades y vivienda, además de cómo su concepción estructural afecta, o no, la vida cotidiana. La respuesta de muchas es: aunque no se diseña pensando, conscientemente, en lugares que funcionen sólo a los hombres, la neutralidad con la que se intenta diseñar no contempla las necesidades de mujeres y otros sectores de la población.

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En cuanto a vivienda o calles, se ha debatido la configuración y lugar que se da a la mujer. En el primer entorno, el debate ha girado, principalmente, en torno a los lugares a los que se le ha confinado por las labores domésticas que se les atribuía. Uno de estos espacios es la cocina.

Vivienda jerarquizada

Los diseños de décadas anteriores colocaban a este cuarto de manera casi aislada de la vivienda. Se encontraba al final de los recorridos y, en muchas ocasiones, con puertas independientes de servicio que le daban el sentido de aislamiento. Se logró identificar que antes y aún ahora, sucede lo contrario cuando se construye vivienda pensada para hombres exclusivamente.

Este fue el caso del apartamento que diseñó el arquitecto Vehap Shei, para un hombre soltero. En él incorporó la indumentaria de la cocina en el recorrido natural de la casa, incluyéndola con la sala de estar y comunicándola con el dormitorio a través de una pared de cristal. El papel que toma en la construcción es mínimo, sin embargo, no está aislado.

Las estudiosas y arquitectas se percataron de esta “jerarquización del espacio”, por lo que propusieron proyectos que hicieran a un lado esta planificación. La arquitecta Anna Puigjaner ha sugerido, incluso, que se construyan viviendas sin cocina. En la decoración incluye electrodomésticos, sin embargo, no le otorga un cuarto propio ni excluido.

También, el gobierno Vasco ha propuesto edificar vivienda sin “puntos negros”. Planea ampliar la cocina e incluirla en la dinámica del resto de los inmuebles, para que se conviertan en un espacio de uso de cualquier miembro de una familia y no un lugar de confinamiento de la mujer.

Para algunas arquitectas, como Alexandra Camal, es positivo que estos espacios se hayan transformado. La manera de estructurar las casas o departamentos han cambiado la posición de este espacio: “Esta idea me parece que ya se ha diluido bastante, en específico en la mayoría de los departamentos nuevos que se construyen, ya no tienen tanto esta carga y el espacio de cocina es mínimo porque aparte esto responde a dinámicas nuevas de vida”, dice la también catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Sin embargo, aún falta transformación en otro tipo de sitios. Diseñar sin perspectiva de género, no se limita al espacio privado. Según teorías feministas, las ciudades tampoco son planeadas considerando las necesidades y modo de vida de las mujeres.

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Young woman looking over the City of London at sunset. Future, new business opportunity and business success concept.
¿Se pueden diseñar ciudades con perspectiva de género?

Ciudades sin perspectiva de género

Cierras la puerta de tu casa. Sacas la llave de la cerradura y volteas hacia la calle. Pisas una banqueta que es, probablemente, angosta. El espacio que ocupa la vista es por donde transitan los autos. De hecho, en la mayoría de las ciudades, los caminos son para que circulen vehículos, no personas. Ni siquiera bicicletas.

Lo que representa un problema de tránsito para las mujeres ya que, históricamente, ha existido el prejuicio de que manejar es una actividad para hombres. Incluso, apenas en esta década habían países que no dejaban que mujeres estuvieran al volante. Arabia Saudita otorgó licencia de conducir a este género apenas en 2018.

En el caso de Argentina, se ha logrado documentar que sólo 30% de los permisos para manejar pertenecen a mujeres.

Por lo que, aunque las ciudades son diseñadas para un ente neutro, en la práctica son los hombres quienes usan el espacio público de manera más cómoda.

Esto también se logra ver en las trayectorias, “las mujeres no tienen recorridos lineales, a diferencia, en lo general, de los hombres. La rutina de un hombre suele ser salir de su casa, ir al trabajo, quizá un poco de recreación y regresar a su hogar. Ellas llevan a cabo más actividades, desde atender a los niños, llevarlos a las escuela, pasar mercado…” dice Alexandra Camal.

Según un estudio realizado por el gobierno de la Ciudad de México y el Banco de Desarrollo de América Latina, en la zona metropolitana del país 46% de los traslados que se realizan en transporte público son hechos por las mujeres para adquirir bienes, servicios o acompañar. Ellas realizan al día entre cuatro y seis recorridos diarios.

Mientras que en el caso de los hombres, 43% utiliza esta forma de movilidad, pero sólo para ir y regresar de a sus centros de trabajo. Esta realidad implica que las mujeres invierten más tiempo en el transporte público, gastan más dinero y tienen mayores complicaciones por la complejidad de su ruta.

Por lo que es necesario que las ciudades y estructuras de movilidad no se diseñen para personajes neutros, sino que se debe tomar en cuenta la diversidad de la población, entre la que se encuentran los requerimientos de mujeres.

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“No se consideran las múltiples necesidades de quienes habitamos el espacio público. Niños, niñas, mujeres, adultos mayores, personas no binarias... porque cada una de estos grupos humanos forman parte de la ciudad y no se contemplan estas necesidades, ni las del acompañamiento y cuidado”, dice Paula Soto Villagrán, geógrafa e investigadora en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Por lo que se deberían plantear estructuras de movilidad más accesibles, cómodas, sencillas y seguras. El último es fundamental en sociedades como la mexicana, en donde 90% de las usuarias ha sufrido acoso o violencia sexual, según datos de la ONU Mujeres. Este problema ha provocado que “el cuerpo de las mujeres en el espacio público siga siendo extraño”, dice la arquitecta Zaida Muxi, experta en espacio y género.

Y, aunque el diseño de las ciudades no podría acabar con este problema social, sí podría servir como herramienta para que las mujeres se muevan con mayor libertad por las calles, “podemos iluminar mejor los sitios, hacer ciudades más mezcladas en donde no haya zonas descampadas, que siempre haya gente en la calle”, agrega.

Eso ayudaría, además, a que las mujeres se apropiaran del espacio público y lo usaran para habitarlo, no sólo para transitarlo, como se realiza en la actualidad, dio Alexandra Camal.

Este planteamiento acerca de la arquitectura con perspectiva de género, no es nuevo. Muxi dice que las propuestas se han dado desde que las mujeres sufragistas, en el siglo XIX, se manifestaron para que las mujeres pudieran tomar los barrios de manera segura. Sin embargo, poco se sabe de este planteamiento del feminismo debido a que las manifestaciones no han sido totalmente visibilizadas.

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