Bernardo Quintana Isaac, medio siglo de construir México

La primera imagen que salta de la voz de Bernardo Quintana Isaac son sus padres: Bernardo Quintana Arrioja y Martha Rosa Isaac Ahumada. "Él era un hombre alto, de 1.83 metros, y mi mamá era una mujer muy chiquita que medía 1.50".

Recuerda que para tomar la foto de boda y disimular la diferencia, su madre tuvo que subir a dos directorios telefónicos escondidos bajo su vestido de novia. Pero la suya es la estatura de un hombre que ha dedicado 50 años de su vida a la ingeniería y la conducción de ICA, la constructora más emblemáticas de México, fundada por su padre en 1947, que hoy enfrenta su peor momento al anunciar que solicitó el concurso mercantil a causa de su insolvencia.

"Han sido años complicados que nos han obligado a tomar medidas draconianas, sobre todo en el último año y medio, para reducir el tamaño de la empresa", admite Bernardo Quintana, presidente del Consejo de Administración de ICA desde 2006. La más dolorosa fue "separarnos de gente muy valiosa", entre otros, dos de sus hijos.

Tampoco ha sido "una situación cómoda" negociar con sus proveedores. "Tenemos un padrón de más de 5,000 y todos, de alguna manera, han sido afectados en la medida que no se les retribuye de manera rápida y eficiente”, reconoce. “Hemos tenido que negociar con muchísima gente que nos ha sido útil y ha formado parte de nuestro equipo durante muchísimos años".

Esta charla ocurrió antes de ICA anunciara el concurso mercantil. Pero Quintana ya lo advertía: "Todavía faltan medidas difíciles, pero lo tenemos todo muy estudiado". A pesar de la situación, confía en que el próximo año "habrá una ICA renovada", dedicada más a desarrollar infraestructura. "Eso es lo que sabemos hacer y lo que hemos hecho durante estos 70 años".

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Sus días más difíciles

A pesar de las circunstancias, Bernardo Quintana Isaac sabe navegar a contracorriente. El mismo, al asumir la dirección general de ICA en 1994, tuvo que enfrentar la crisis y la devaluación que en ese momento también pusieron en riesgo la superviviencia de la constructora.

Asume la adrenalina como parte de la vida de un ingeniero. "No me saca de mis casillas, ni me hace tomar medidas irreflexivas", dice. Al contrario, "me afecta de una manera positiva y siempre he podido manejar las situaciones críticas con serenidad, que no frialdad".

De su trayecto de vida en ICA, recuerda dos momentos particulamente difíciles: el temblor de 1985 en la Ciudad de México y el desbordamiento del Río Grijalva que inundó Villahermosa, Tabasco.

"Fueron días terribles", dice. "Prácticamente no salimos de la oficina y apenas dormíamos", dice al recordar el sismo. Con orgullo habla de por lo menos 30 ingenieros de ICA que participaron en las labores de salvamento, entre ellas, el rescate de los bebés atrapados entre los escombros del hospital Juárez.

"A veces desesperaban porque escuchaban a los sobrevivientes, pero no podían entrar por los protocolos de seguridad".

En el caso de río Grijalva, recuerda, los equipos de ICA trabajaron 50 días de manera muy intensa para remover el lodo y la tierra y que el río volviera a su cauce.

Aunque su actividad en la ingeniería de campo tuvo como última parada la construcción de El Palacio de Hierro Durango –"porque de allí pasé a hacer más labores de administración y finanzas"–, las presas de ICA le despiertan el orgullo de constructor. "Las disfruto mucho porque aprecio su complejidad", dice. "He visitado todas y en muchas he permanecido largo tiempo".

Recuerda particularmente la presa del Alto, en Chicaya, Colombia. Ésta fue la primera que ICA construyó fuera de México. "Estaba en la selva, llovía mucho y el trabajo era muy complejo". Incluso para las esposas de los ingenieros que vivían allí, porque de tanta humedad su ropa nunca secaba. "Les pusieron focos de alta luminosidad y compramos una secadora industrial", dice. También construyeron una escuela y celebraron muchos matrimonios entre ingenieros de ICA y mujeres colombianas. Ellas hasta tuvieron su propio club", dice.

Ya como presidente del Consejo de Administración, encabezó la construcción de "dos súper proyectos": las presas de El Cajón y la Yesca. "Allí trabajamos muy bien con la Comisión Federal de Electricidad (CFE)". Ahora, en cambio, "creo que se ha perdido un poco esa relación respetuosa y cooperativa entre el cliente y el contratista, y que por razones de normatividad o por otras se volvió una relación de adversarios que perjudica al proyecto y afecta las decisiones".

También destaca "la espectacular obra" de la Línea 12 del Metro. A pesar de todo el lío legal que ha enredado su operación, Quintana afirma que es "un proyecto perfectamente bien hecho y altamente complejo, en donde nunca ha habido un muerto ni un socavón".

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Un gran lector

La vida de Bernardo Quintana Isaac se une en tres vértices: ICA, la ingeniería y su familia, "que es el refugio de los problemas y complejidades de la vida externa", dice.

Casado desde hace 51 años, es padre de siete hijos, tiene 29 nietos y dos bisnietos. Sus retratos llenan los espacios de su casa, habitada por muebles antiguos, obras de arte, cuadros de artistas mexicanos como Rivera y Velasco, y muchos libros de literatura francesa que es pasión de su esposa, "una gran lectora", dice. Como él, aunque no lo diga, pero sus amigos se lo reconocen. Incluso forma parte del patronato y fue presidente de la Fundación para las Letras Mexicanas, que dirige Miguel Limón Rojas, exsecretario de Educación durante el sexenio de Ernesto Zedillo.

Esta iniciativa que forma a jóvenes escritores nació cuando Octavio Paz ya estaba en sus años finales, explica. "Un grupo de empresarios nos juntamos para conservar sus escritos y su memoria, y divulgar la obra de nuestro Premio Nobel de Literatura", dice.

Su admiración, sin embargo, se centra en su padre Bernardo Quintana Arrioja, de quien vienen sus más tempranos recuerdos. "Me incluía mucho en todas sus cosas y viajé mucho con él a los distintos proyectos de la empresa".

A su padre le gustaba que la gente a su alrededor tratara de ser mejor, "y yo no fui la excepción", dice. "Al contrario, me exigía más que los demás y siempre me acompañó en mi crecimiento profesional".

A diferencia de él, que prefiere tener un perfil bajo, su padre tuvo una vida gremial muy activa. "Fue presidente de la Sociedad de ex Alumnos de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, del Colegio de Ingenieros, de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción, pero en eso yo no lo seguí", dice.

El fundador de ICA murió de 64 años, "de manera sorpresiva, inesperada y anticipada, por un problema cardiovascular", dice su hijo. Su muerte ocasionó desconcierto en la empresa, pero lo resolvieron con la elección de Gilberto Borja como director general. Cuando se retiró, el consejo eligió a Quintana Isaac para ocupar su lugar en 1994.

"A los 65 años decidí dejar la dirección general, sin dejar la presidencia", dice. "Voy todos los días a trabajar y estoy pendiente de todos los temas, gozo de buena salud y de mucho entusiasmo por seguir haciendo cosas", dice.

Lo que hubiera hecho diferente en ICA

Hubo un tiempo en que los ingenieros constructores no permitían la entrada de mujeres a los túneles que estaban construyendo porque pensaban que podían afectarlos. Hoy ICA tiene al mando a una mujer, Gudalupe Phillips Margain, la primera directora general de una constructora en México. "Francamente estoy muy satisfecho con su trabajo", dice. "Se ha metido a tal grado que yo ya aceptaría que se le dijera ingeniera, aunque ella es doctora en leyes".

Margain llegó al mando de la empresa al morir Luis Zárate y luego de una crisis en la dirección general que había dejado Alonso Quintana. De su hijo, dice Bernardo Quintana: "Hizo un trabajo serio y dedicado, pero le tocó el problema de la crisis en infraestructura y particularmente en nuestra empresa".

Al recorrer en la memoria el tramo cuestarriba de ICA, Quintana Isaac asume que cometieron errores en el manejo integral de proyectos en los que la empresa era al mismo tiempo inversionista y dueña de la concesión.

También hubiera buscado más independencia entre las distintas áreas de negocio. "Creo que los proyectos se hubieran podido manejar con más eficiencia y claridad si los hubiéramos puesto a cada uno por su lado".

Piensa incluso que tal vez debió dividir las concesiones. "Creo que ICA debió concentrarse más en el tema de ingeniería y la construcción", porque admite que la construcción de vivienda los hizo perder foco.

De su supervivencia está seguro. "ICA no es una empresa de corto plazo ni sexenal", afirma. "Ya ha pasado por más de 10 presidentes y permanecerá". Él, por su parte, solo espera que lo recuerden "como un integrador". Una persona que sabe trabajar en equipo y también influir de manera positiva en los demás.

"La buena relación con la gente es la cualidad que más se me da", dice. "Entiendo muy bien a los demás, los respeto, y tengo formas de influir en sus decisiones sin que sientan que es una intromisión".

Bernard Quintana Isaac se aprecia de sus muchos amigos. A algunos los conserva desde niño. Entre ellos está el cantante Plácido Domigo, con quien estudió la primaria en el Instituto México. "Yo iba y venía del colegio en un camión del Servicio Narvarte, que me dejaba a una cuadra de mi escuela", recuerda de sus años de infancia, cuando vivía en la calle de Xola esquina Quemada, en la Narvarte.

De los amigos íntimos le quedan "muy pocos o casi ninguno". Pero lo que no tengo, dice, son enemigos, "y eso me da mucho gusto".