Eso provoca que las fases de edificación prioricen la velocidad. Durante la presentación de proyectos de infraestructura en colaboración con la industria privada, realizada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, se prometió la construcción de 68 obras, pero hasta febrero del 2021, sólo 10 habían comenzado a edificarse y algunas, como la ampliación del Tren Suburbano, aún no cuentan con un plan ejecutivo claro.
“No hay claridad acerca de los proyectos, no hay una hoja de ruta al gobierno federal que debe abrir las puertas al sector privado. Que no exista un horizonte de largo plazo o mediano plazo también hace que sea muy difícil planear las obras”, dice el especialista de HR Ratings.
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No obstante, considera que, principalmente en obras de gran magnitud, es normal que existan modificaciones en los costos o el proyecto debido a variables que no se pueden controlar, como suministro de materiales cotizado en dólares o protestas sociales. Aún así, se debe poner atención en los proyectos que dejan de ser rentables.
Otra de las causas de la mala planeación es la poca capacitación de las empresas que realizan los estudios previos. En las observaciones realizadas por la ASF, se realizan recomendaciones en la ejecución y presentación de los análisis a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y a PwC, por ejemplo.
En este caso, la alternativa considerada por Roberto Ballinez es crear grupos dentro de las secretarías que evalúen y autoricen los planes. Lo que, además, combatiría otro problema: los trámites. Requerir más firmas para obtener permisos para realizar obras de construcción de menor tamaño no ha ganatizado la efectividad de las actividades y, al contrario, a retrasado el desarrollo de la infraestructura y, por lo tanto, la economía.