Alemanes ven el Mundial en sus sofás en estadio acondicionado
Mientras otros se amontonan en bares atestados o se apretujan en torno al televisor de casa, los berlineses pueden seguir el Mundial de futbol desde la comodidad de su propio sofá en un salón del tamaño de un estadio con una pantalla gigante de 700 pulgadas.
El equipo de futbol Unión Berlín, que juega en la segunda división alemana, ha convertido su estadio en un vasto "salón del Mundial", permitiendo a sus seguidores llevarse su propio sofá al césped para ver los partidos gratis.
Se calcula que al menos 12,000 personas vieron el lunes el primer partido de Alemania en el Grupo G ante Portugal, en más de 850 sofás.
El estadio an der Alten Foersterei dispuso de los refrigerios habituales, como salchichas y cerveza, e incluyó elementos propios de una vivienda como una mesa de café y una lámpara para cada sofá.
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Completando el ambiente acogedor se ha instalado un gran mural en torno a la pantalla cubierto con papel pintado que recuerda a los empleados en la Alemania Oriental en la década de 1970.
Gerald Ponesky, organizador del "salón", dijo que se había inspirado cuando escuchó que la afición cantaba que el estadio era "su salón, su casa".
"Surgió la idea", dijo Ponesky.
Algunos han hecho grandes esfuerzos para llevar sus "asientos" al campo. Sascha Alexander, de 32 años, dijo que después de reservar su espacio en el estadio había comprado dos sofás en eBay, alquiló una furgoneta y condujo a través de la ciudad para dejarlos allí.
"Vivimos en un gran piso compartido y no queríamos ver el partido en casa", dijo antes de ver con unos amigos la victoria de Suiza por 2-1 ante Ecuador el domingo.
"Encontramos que la idea de un gran salón es graciosa", agregó.
Colocados en filas perfectamente organizadas, los aficionados se reclinaron en sus sofás y colocaron los pies sobre las mesas. Ponesky dijo que algunos se sentían tan como en casa que iban incluso en batas de baño.
"Ver el partido en una pantalla gigante desde tu sofá en un estadio es simplemente genial", dijo Dale Bradbury, un inglés de 26 años que ahora vive en Berlín.