Vivir en casa del jefe, la solución francesa a la carestía de vivienda
Ante el calvario de encontrar alojamiento en algunas zonas de Francia, como París, los empresarios más imaginativos han decidido lidiar con el problema directamente y alquilarles una vivienda a los empleados.
Bertrand Bailly, director general de una consultoría en Clamart, a pocos kilómetros de París, se acaba de gastar un millón de euros para "comprar y rehabilitar una casa en ruinas". A partir de octubre, explica a la AFP, instalará a nueve de sus empleados, que tendrán a su disposición apartamentos amueblados y espacios comunes, todo a precios "un 25% inferiores a los del mercado".
"En una profesión donde la rotación es delirante -30% cada año- creemos que es importante centrarse en el bienestar de los asalariados y facilitarles la vida", comenta este empresario.
Su caso no es aislado. El 40% de las empresas francesas se ven afectadas por los problemas de sus trabajadores con el alojamiento: retrasos a causa de las distancias, estrés o directamente falta de mano de obra, según datos del Centro de Investigación para el Estudio y la Observación de las Condiciones de Vida (Crédoc) de 2012.
Cerca de ocho millones de personas tienen dificultades para hallar o conservar su alojamiento en Francia, según cifras de la fundación Abbé Pierre, una entidad que desde hace décadas defiende el derecho a una vivienda digna.
Las tasas de interés hipotecarias están a niveles históricamente bajos en Francia y en toda Europa, pero la crisis del empleo y los salarios sigue pasando factura.
Según el Observatorio de Crédito Hipotecario francés, los jóvenes de menos de 35 años solo representan el 44.8% de los que acceden a la propiedad, frente al 52.4% de 2008.
La tasa de interés promedio de los créditos inmobiliarios en Francia era del 2.80% en junio, pero solamente un 20.4% de esos jóvenes de menos de 35 años pudo acceder a un préstamo de 25 años o más, frente al 31.3% que lo lograba en 2011.
Axon Cable, una empresa de la región de Marne, cerca de París, acaba de rehabilitar un edificio con una treintena de habitaciones. "Es indispensable, sin viviendas nadie vendría", explica Bettina François, responsable de recursos humanos.
Valentin Maurice, ingeniero de 24 años e inquilino de su patrón, lo confirma. "Es una ventaja. Permite instalarse sin comprar auto y ahorrar, porque sólo pago 150 euros de alquiler".
El desempleo afecta a 3,38 millones de personas en Francia, pero el Consejo de Orientación para el Empleo (COE) estima aproximadamente que unos 400,000 intentos de contratación fracasan cada año.
La movilidad geográfica es particularmente limitada en Francia.
'Paternalismo'
El problema es aún más acuciante para los trabajadores temporales, en sectores como la hostelería, que emplean entre 1 y 2 millones de personas al año.
"Todos tenemos el mismo problema. Un amigo mío acaba de comprar un hotel cerca de Sète [sureste]. No ha podido abrir para la temporada [estival] porque no tiene personal", explica Jacques Mestre, dueño de un restaurante en la Grande Motte (Hérault, sureste).
"Al principio alquilábamos viviendas para nuestros trabajadores, pero luego lo dejamos. Ahora actuamos como fiadores y buscamos otras soluciones", explica.
Entre esas opciones existe una alianza de su cámara de comercio con organismos públicos dedicados al alojamiento de estudiantes durante el curso escolar, que se interrumpe cuando llega el verano. Desde hace tres años cuentan con 400 apartamentos, "muy decentes" asegura, para proponer a trabajadores entre mayo y septiembre.
En las regiones alpinas el problema también está presente. Roger Machet, un hotelero y dueño de restaurante en Val d'Isère (Saboya), posee cuatro apartamentos que alquila gratuitamente a sus trabajadores. "No podemos arreglarnos de otra manera", admite.
Los sindicatos critican la situación. "Esto incrementa el vínculo de sumisión con el patrón, porque el alquiler está vinculado al contrato de trabajo, a menudo de corta duración", explica Fabrice Angeï, responsable de cuestiones de vivienda del comunista CGT.
El sindicalista denuncia "un retorno a la filosofía paternalista del siglo XIX" y propone "soluciones colectivas".