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Para un niño delgado y bajito del barrio de Laranjeiras, Río de Janeiro, que se escapaba de la escuela para jugar al futebol, los horizontes de su pequeño hábitat y de su crianza tradicionalista en la clase alta carioca parecían afines a una vida relajada de principios de siglo. Su infancia fue feliz y desde entonces el pequeño Oscar Ribeiro de Almeida de Niemeyer Soares Filho (Río de Janeiro, Brasil, 1907-2012) desarrolló un gusto por el dibujo que su madre le premiaba. Torcía por el Fluminense, equipo en el que incluso jugó en categorías infantiles y juveniles como mediocampista. Entonces aparecía en listas como Oscar N. Soares.

Después de algunos años entre escuela y diversiones, y de colaborar en el negocio familiar (su padre era tipógrafo) se casa con Annita Baldo, quien fuera su pareja por 76 años hasta el deceso de ella. Su nueva responsabilidad lo impulsa a buscar una profesión más formal y se matricula en 1929 en la Escuela de Bellas Artes de Río de Janeiro. Aunque no resultó muy asiduo, su esposa le apoyaba con las tareas, mientras él seguía trabajando. La única hija de los Niemeyer, Anna María (diseñadora y arquitecta, 1930-2012) nace antes de que su padre se reciba. Desde 1932 ingresa a la oficina de Lúcio Costa y Carlos Leão, pero no recibe paga en esa época. En pocos años se codearía con gigantes como Le Corbusier, incluso participando con él en los proyectos del Ministerio de Educación y sanidad (1936, con Costa y Leão) y del edificio de las Naciones Unidas en Nueva York (1947).

Aunque su nombre es leyenda, es difícil concebir a Oscar Niemeyer, como alguien tan sideral pero a su vez muy apegado a la tierra: nunca viajó en avión, pues le temía a la experiencia de suspenderse en el aire en un frágil aparato. En la época en que co-diseñó Brasilia (1956-1960) viajó de Río de Janeiro a la obra cientos de veces, pero jamás en un aeroplano, a diferencia de su amigo y presidente de la República, Juscelino Kubitschek, para quien trabajaba desde los años 30. En uno de sus viajes en auto casi pierde la vida y debió ser hospitalizado tras accidentarse. Pero en la arquitectura, dejó a un lado la fobia, puesto que en 1970 realizó el anteproyecto para un aeropuerto en la ciudad de Manzanillo, Colima, su única incursión registrada por la Fundación Niemeyer en suelo mexicano misma que, después de todo, no vio la luz.

Pero a Oscar le favorecería una larga vida de casi 105 años. Sin embargo, hubiera logrado quizá menos si no hubiera trabado amistad e intercambio profesional con la gente correcta. Siempre dio crédito a Joaquim Cardoso, un talentoso ingeniero (y también poeta) que supo interpretar las audaces y originales ideas de Oscar, especialmente en Brasilia. Dos ejemplos permean: las columnas del Palacio de Planálto y la Catedral de Nuestra Señora de Aparecida en esa capital. Un ligero diseño estructural, anillos de compresión y atrevimiento mantienen inamovibles estas estructuras en el horizonte arquitectónico contemporáneo.

Alguien que también aportó significativas contribuciones fue Roberto Burle Marx, un paisajista que ayudó a delinear los espacios verdes y abiertos que son tan característicos en Brasilia, así como sus parques principales.

Brasil fue uno antes de Brasilia y es otro después de su concepción, en medio de la jungla. Joven aún, la creación de Lúcio Costa, Carlos Leão y Niemeyer, auspiciada por Kubitschek y todo un país, destaca por dos elementales razones: es una ciudad creada ex profeso y un museo al aire libre que aloja una de las galerías más grandes de ejemplares arquitectónicos valiosos por kilómetro cuadrado. Es Patrimonio de la Humanidad desde 1987, una distinción que le llevó menos de 30 años conseguir.

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Bien sabido es que Niemeyer sobrevivió a todos sus coetáneos y de increíble manera siguió generando trabajo hasta días antes de su deceso, en diciembre de 2012. En el hospital revisaba planos de los pendientes. Tan sólo en noviembre de 2011 el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer (Avilés, Asturias, España) fue abierto tras varios años de construcción.

Sin necesidad de hacer números, en Brasilia se encuentra la colección más grande de la arquitectura de Niemeyer. A lo largo de casi 60 años sembró ahí sus creaciones. Desde los edificios gubernamentales trascendentales y los más utilitarios, ejemplares religiosos y culturales, puede hablarse de proyectos que datan de 1958, como el Palacio de Alvorada, el Palacio de Itamaraty (inaugurado en 1970) u otros que fueron erigidos en 2006, como el Museo Nacional Honestino Guimarães, o la Biblioteca Nacional de Brasilia que apenas abrió en 2008.

Aunque durante su época de exilio siguió realizando proyectos para Brasil (algunos boicoteados), su internacionalización se acentuó casi accidentalmente, produciendo decenas de proyectos. Dejaría ejemplos en Francia, como la Sede del Partido Comunista Francés (1965); Italia, la Editorial Mondadori (1968); en Argelia, la Universidad Constantina (1969), y en Israel, llegando hasta el Congo y Arabia Saudita. En tiempos recientes, a sus obras de ultramar se añadieron la Serpentine Gallery Pavilion de Londres (2003) y el Centro Niemeyer (Ravello, Italia, 2009).

Obras

-Congreso (Cámara de Diputados y Torre de Oficinas del Congreso), Brasilia, Brasil, 1960

-Catedral Metropolitana de Brasilia, Brasil, 1970 

-Museo de Arte Contemporaneo de Niterói, Brasil, 1996 

-Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer, 2011.

(Por Alain Prieto Soldevilla)

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