'Islotes de calor urbanos', un flagelo que moviliza a urbanistas
Los climatólogos llaman efecto del "islote de calor urbano" al fenómeno que se produce durante una ola de calor, en la que las ciudades se convierten en hornos en los que sus habitantes se sofocan, sufren e incluso mueren por la canícula.
Este fenómeno es especialmente preocupante en los países de clima cálido, donde el calentamiento global va a acentuar las mínimas y las máximas en las próximas décadas.
Investigadores y urbanistas, reunidos la semana pasada en una conferencia organizada al margen de la sesión de negociaciones sobre el clima en Bonn, buscaron alertar sobre este problema y presentar un arsenal de soluciones, desde la plantación de árboles a la construcción de edificios que propaguen la circulación de corrientes.
Un islote de calor urbano se produce por un fenómeno físico muy simple: durante el día las ciudades almacenan el calor del sol y el que genera la circulación de coches en el pavimento por la noche lo liberan.
Pero con una ola de calor comienza a gestarse un ciclo infernal.
La noche no es lo suficientemente larga para disipar el calor, entonces al amanecer, el día comienza con calor y a partir de entonces, la situación sólo puede empeorar.
Sin una pausa de enfriamiento durante una ola de calor, los ancianos o los enfermos están especialmente expuestos.
En 2003, una ola de calor en Europa dejó más de 70,000 muertos, según varios estudios.
"El islote de calor urbano es el gran problema para nosotros", explica Catarina Freitas, encargada de sostenibilidad ambiental en Almada, una localidad del sur de Lisboa.
La diferencia de temperatura entre el centro de Almada y sus suburbios puede llegar a 2ºC, señala.
"Durante el verano de 2013, sufrimos una fuerte ola de calor. Tuvimos 1,400 muertos más durante este periodos con respecto a los años anteriores", explica.
"La temperatura nocturna era de 33 grados, no podíamos refrescarnos, era una pesadilla", recordó.
Los ángeles, una ciudad en expansión que tiene cuatro millones de habitantes y pocos parques, donde el coche es el rey, también es vulnerable, destaca Michael Boswell, profesor de la universidad estatal California Polytechnic.
Actualmente, en el centro, la temperatura sobrepasa los 35 grados seis días por año, comenta a la AFP. "De aquí a 2050, esperamos que haya 22 días y de aquí a 2100, 54 días", detalla Boswell.
Un laboratorio en el desierto
¿Qué hacer para reducir el calor urbano?
"La primera cosa que se puede hacer es plantar árboles para tener sombre", explica Ingrid Coninx, de la Wageningen University and Research Centre, en Holanda.
Sin embargo, la experta advirtió que "hay que hacerlo de la manera correcta. Si se impide que la brisa que baja llegue al suelo, se puede aumentar el calor y bloquear la contaminación".
Otra forma rápida y relativamente barata es hacer circular agua, teniendo en cuenta que los flujos absorben una buena parte del calor atmosférico, apuntó.
Otras ideas son plantar árboles y arbustos en las azoteas o pintar los techos y cubrirlos para que reflejen la luz del sol.
Pero estas medidas sólo serían eficaces a gran escala. "Si no se superan el 20 o el 30% de techos verdes, no se constata ningún efecto a nivel de la calle", explica Saskia Buchholz, funcionaria de la Oficina Alemana de Meteorología.
En la ciudad de Masdar, en los Emiratos Árabes Unidos "nos esforzamos por reducir el calor usando la arquitectura, la forma de los edificios y de las torres de cara al viento (...) que capturen el viento que pasa sobre los techos y lo lleven hacia abajo, al final de la calle", explica Michael Boswell.
En este sentido, hay modelos informáticos que permiten dibujar un mapa con las temperaturas en una ciudad.
Uno puede proyectar que de aquí a 10 o 15 años, los que quieran comprar una casa mirarán si está situada en una zona afectada por las olas de calor, estima Ingrid Coninx.
"Y esto se traduciría en el precio", agregó.