La creación de Israel, parteaguas de la arquitectura palestina
La arquitectura palestina se ha transformando como parte de la evolución social y cultural de este pueblo en su historia reciente desde la Nakba, término que en árabe significa catástrofe y es como se denomina a la creación del Estado de Israel en 1948 y que se conmemora cada 15 de mayo.
Caminar entre las escasas callejuelas del casco antiguo de Ramala, sede del gobierno palestino en la Ribera Occidental del río Jordán ocupada, es dar pasos atrás en el tiempo para imaginar lo que era este pueblo de casas familiares de piedra rodeadas de árboles frutales y cultivos, y que hoy es una urbe de piedra, cristal, cemento y asfalto en la que viven cerca de 40,000 personas.
"En los pueblos puedes ver la marca de la Nakba o de la guerra con los israelíes en 1948, que también significó un cambio social, económico, de materiales de construcción y la estructura física de las poblaciones", según la arquitecta Renad Shqeirat.
Shqeirat trabaja para la organización Riwaq, dedicada a la conservación del patrimonio arquitectónico palestino como forma de preservar su memoria colectiva.
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Cuenta cómo tradicionalmente las casas, construidas con la piedra que extraían de la tierra, o de adobe, tenían dos alturas: la planta baja para los animales y la segunda más alta, sobretodo, para dormir. La cocina, los baños y las relaciones sociales tenían lugar fuera.
La vida era "más comunal que ahora, transcurría en el hosh o patio, donde se hacía la mayoría de las actividades diarias, como cocinar, de manera colectiva. Era el espacio abierto que conectaba todas las casas", dice en uno de ellos, que ha logrado mantener la identidad arquitectónica en esta parte de la ciudad.
En Ramala viven algunos descendientes de los más de 700,000 refugiados que en 1948 iniciaron su éxodo de Israel y que se asilaron en la Ribera Occidental del Jordán, Gaza o en países vecinos como Siria, Líbano o Jordania.
La arquitectura de la desconexión
Después del establecimiento de Israel, cuenta la arquitecta, se inició otra etapa, "una manera nueva de construcción asociada a la Nakba, con la debilidad de la sociedad en aquel momento, (en el que) no había un gobierno, no había una identidad fuerte o clara".
Con la guerra de 1967 o Naksa (retroceso, en árabe), en la que Israel ocupó la Ribera Occidental del Jordán y Gaza, "se creó otra marca que tiene que ver con la desconexión con el resto del mundo".
"Antes de 1967 (los palestinos) estaban en contacto con Jordania y el mundo árabe, pero después el territorio se convierte en una gran cárcel", lo que también influyó en la arquitectura, subraya.
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No es hasta la década de 1990, en el momento en que palestinos e israelíes firmaron los Acuerdos de Oslo -que pensaban sería el inicio de la ruta a la paz- cuando la tierra empieza a adquirir un gran valor en Palestina y en particular en Ramala "porque había una especulación muy alta sobre lo que pasaría con las negociaciones de paz", explica Shqeirat.
El crecimiento urbanístico fue más agresivo, con edificaciones en altura que hasta la fecha no formaban parte de la tradición.
Sin espacios públicos
Pero si hay un rastro arquitectónico que dejó la Nakba en el territorio palestino han sido los campos de refugiados, 19 en Cisjordania y ocho en Gaza, donde la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos tiene registradas a 754,000 y 1 millón 250,000 personas respectivamente, de los más de 5 millones de todo el mundo.
Eran asentamientos temporales de tiendas de campaña que hoy son barrios superpoblados, con espacios públicos prácticamente inexistentes, donde el uso de materiales permanentes como la piedra, el cemento y el ladrillo es en ocasiones tema de debate por si supone o no una forma de enterrar la eterna reclamación palestina: el derecho al retorno.
Pero poco a poco sus residentes comenzaron invertir más en sus casas porque a pesar de su carácter temporal, apostaron por mejorar sus condiciones de vida.
Entre el olor de los frutales y flores que muchos plantaron en réplica a los que tenían en las tierras que dejaron, el refugiado Sameh Hamdala no espera a nada, aburrido, en la puerta de su supermercado en el campo de Jalazón, donde vive desde que su familia, originaria de un poblado al sureste de Yafa, llegó al que ahora es hogar de unas 14,000 personas.
Asegura que no dejará el campo hasta que llegue el momento de volver "a casa", ese pequeño pueblo de nombre Nimsela, que hoy no aparece en los mapas.