Arquitectura con la basura: el despacho que usa lo que nadie quiere
La firma dirigida por Alejandro D’Acosta transforma lo que nadie quiere: recicla la basura y los elementos que están al alcance de la mano para incorporarlos en sus proyectos, lo que da como resultado estructuras funcionales con una forma inteligente, que se adaptan completamente a su entorno y se vuelven parte de él.
Su forma de trabajo involucra arquitectura contextual, medios de investigación, arquitectura vernácula como aprendizaje, cultura local como medio de identificación social, y los materiales y su semiótica aplicados de forma contemporánea.
"Nuestro despacho es un centro de investigación, de estética y de materiales usados", dice D’Acosta, quien prefiere viajar por terracería que por una carretera pavimentada, después de haber trabajado con comunidades marginadas durante más de 10 años.
"Tuvimos una etapa de madre Teresa de Calcuta, en la que construimos y donamos edificios, pensábamos que íbamos a ayudar a combatir la pobreza". Este periodo le enseñó lo que es ensuciarse las manos y le mostró una filosofía de trabajo: "lo que hacemos está hecho con la distancia de la mano".
El Taller de Arquitectura Contextual es el cuarto lugar del ránking Diez Despachos Generadores de Cambio de Obras.
El arquitecto explica que el proyecto que más lo cambió es el de San Juan Yaeé, en Oaxaca, donde deconstruyó una vieja instalación para, con el mismo material del inmueble preexistente, edificar una casa de cultura que se adapta a la topografía del lugar. Construyó las paredes con carrizo entretejido, lo que contribuye a mimetizarla con el entorno.
A través de un diseño participativo, logró un espacio que invita a la convivencia y que cuenta con biblioteca, cuarto de música, foro, cocina, oficina y sanitarios. Allí trabajó con los habitantes de la comunidad zapoteca y dirigió a un grupo de estudiantes de la Universidad Técnica de Berlín y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
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Cada diseño parte de un análisis del contexto, de la lectura del lugar. “Diseñamos a través de líneas de investigación, con una metodología basada en lo que sucede en el sitio", puntualiza D’Acosta.
Un ejemplo de esto son los diferentes proyectos de vinícolas que ha desarrollado en Ensenada, Baja California, donde los desechos son su materia prima y le otorgan a las construcciones una estética propia.
Entender el entorno
Vinícola Paralelo, ubicada en el Valle de Guadalupe, está construida con adobe obtenido en el mismo terreno, lo que hace que la estructura sea más térmica, económica y se acople con el paisaje. Cuenta con una rampa donde reside el motor del camión que transporta la uva, que es la principal fuente de energía de toda la planta. Para la cimbra de los muros, se emplearon materiales reciclados encontrados en la zona, como llantas, botellas de plástico, barricas y plantas.
Otra vinícola de Ensenada es Vena Cava, donde el despacho respetó la topografía natural del terreno y recicló algunos barcos, para dejarlos lo más cercano al estado en el que se encontraron, y evitar el impacto al medio ambiente. Además, utilizaron desperdicios de industrias locales, como lentes de una empresa óptica, para crear entradas de luz y jugar con la iluminación del lugar.
El uso de la gravedad da a los procesos del vino un control de aireación más eficiente, por lo que eliminaron el requerimiento de bombas.
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La vinícola Paralelo, en el Valle de Guadalupe, está construida con adobe que se obtuvo del mismo terreno. FOTO: Cortesía del despacho
Materiales inmorales
D’Acosta dice que los componentes que la mayor parte de la gente llama ‘basura’, ellos los usan para reciclaje. El arquitecto asegura que todos los elementos son válidos a través de un manejo inteligente, porque tienen una relación de geometría y son estructurales. "Éstos materiales llaman a la creatividad, para generar una estructura poética a través de lo inmoral".
No busca cambiar la esencia de los objetos, sino que los conserva en su forma original, pero, al ponerlos en otro contexto, el diálogo cambia. "Los materiales tienen que integrarse con el paisaje. Hay que ser contemporáneo, pero a la vez lugareño".
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El despacho ha incorporado piezas como hojas de maíz y resortes de colchones en muros, así como botellas de vino que, por la alta calidad del vidrio, sirven para generar aislamiento, crear juegos de luces y estructuras que se repiten y rehacen a través de texturas, tamaños, colores y formas. Sin embargo, su recurso favorito es el adobe, por las posibilidades que ofrece. El despacho continuamente desarrolla nuevos usos para los desechos a través de la impartición de talleres de materiales y contexto.
Aunque actualmente diseña proyectos de todo tipo y tamaño, impulsa su vocación altruista a través de la Fundación Munzam (de la cual es fundador), con la que trabaja en poblaciones de alta marginación.
“Hacemos gestiones financieras para recaudar fondos, realizamos trabajo con las comunidades y diversas universidades para construir un proyecto”, enfatiza D’Acosta.
Este artículo fue publicado originalmente en la edición marzo-abril de 2016 de la Revista Obras .