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Las revoluciones en la arquitectura

OPINIÓN: Sorprende que en el siglo XXI la arquitectura moderna —que se suponía muerta o agotada— tenga aún tal vitalidad.
lun 15 mayo 2017 12:11 PM
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531_Toca - (Foto: FOTOARTE/FOTO: iStock)

Nota del editor: Esta columna se publicó originalmente en la  edición 531 de la revista Obras , '10 Despachos + disruptivos', correspondiente a marzo de 2017. 

(CIUDAD DE MÉXICO) – Diariamente se alerta de revoluciones que solo son promesas. Las verdaderas no son anunciadas ni frecuentes. Revolución, creatividad o innovación son palabras muy atractivas que el uso excesivo ha reducido a etiquetas para modas pasajeras y a trucos de mercadotecnia.

Es tan frecuente que se califique a obras o a personas de geniales y revolucionarias, que el abuso de esas palabras ha desgastado su valor y su veracidad.

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Basta ver con detenimiento para saber que lo proclamado con dificultad es cierto, y que la mayoría de las indulgentes apreciaciones son más opiniones que verdades comprobables.

Lo mismo sucede, en otra escala, con las llamadas revoluciones en las artes y la cultura.

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En la arquitectura —que literalmente construye ciertos valores culturales y sociales— cada lunes se anuncia una revolución, aunque en realidad se trate solo de un cambio de escenografía.

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La revolución es resultado de procesos y tensiones acumuladas. Durante el siglo XX, varias veces se lograron revoluciones en las artes; pero en la arquitectura han sido muy pocas. Una de las más importantes fue propiciada por la Revolución rusa, que en los años 20 generó una transformación en las artes, la arquitectura y el diseño.

La creatividad de sus figuras y obras mostraron una nueva cultura material, que respondía también a una nueva sociedad. Desafortunadamente, se dictaminó una vuelta nostálgica al pasado que destruyó vidas y obras, y cristalizó en el 'realismo socialista' del stalinismo.

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En Europa, las propuestas revolucionarias de la nueva arquitectura promovían también la transformación social, que fue trastocada por el surgimiento del facismo y el nazismo; que impusieron también la regresión ecléctica a un pasado imperial.

Cancelada la revolución social, la nueva arquitectura redujo sus objetivos sociales y privilegió los formales. Le Corbusier, uno de sus más lúcidos creadores, publicó un código: "los cinco puntos para una nueva arquitectura". Su urgente llamado: "Arquitectura o revolución", permitió una tranformación, sin violencia, que paulatinamente dejó sus compromisos sociales.

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Con la reducción del código formal —por la repetición y la copia— se anunció otra revolución que propuso el 'posmodernismo'. Una revolución blanda y formalista que, sin mayor talento, urgó en la historia para promover viejas escenografías.

Pronto, como el mismo posmodernismo proponía, se le sustituyó por una versión más sofisticada e innovadora de la modernidad, que aún tiene vigencia. Dentro de esta corriente se ha producido una gradual modificación de la forma en arquitectura.

Si en el siglo XX los cinco puntos de Le Corbusier liberaron a la arquitectura de los muros de soporte; sorprende que en el XXI, la arquitectura moderna —que se suponía muerta o agotada— tenga aún tal vitalidad; como se puede comprobar en los trabajos de algunos arquitectos que, por diversos medios y con diferentes resultados, han diseñado obras que representan una versión actualizada de la arquitectura. Una revolución que ha sido paulatina y silenciosa. 

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* Arquitecto e investigador de temas de urbanismo.

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