El mexicano Iván Marín ganó un Architizer con un modesto espacio de lectura
CIUDAD DE MÉXICO. La arquitectura debe tener como base una construcción vernácula, pero ahora, además de piedras, tierra y adobe, lo vernáculo también engloba la reutilización de materiales de edificios demolidos o de los mismos edificios, planteó el arquitecto mexicano Iván Marín, del despacho Arquitectura + Doho Constructivo, quien fue reconocido en los premios globales Architizer A+, que cada año celebran a las mejores creaciones arquitectónicas del mundo y su impacto positivo en la vida cotidiana.
La visión de Marín se sumó a un presupuesto limitado y a otra convicción más, la de involucrar a los usuarios que habitarían el espacio a construir. Esas fueron las premisas que dieron origen a una pequeño centro cultural, dentro del Centro Educativo de Morelia (CME), en México, cuyo plan maestro fue elaborado por el mismo Marín.
El arquitecto explicó a Obras que la construcción original del CEM fue realizada en autoconstrucción, y la biblioteca, que ahora es el centro cultural, no fue la excepción. De modo que al hacer el análisis de materiales que había en el sitio, hallaron láminas, muros de piedra y tabique aparente, algunos espacios en obra negra y gris. "Ahí tomamos la decisión de tomar el tabique como el acabado total del exterior del espacio", dijo.
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El reconocimiento que Architizer otorgó a Iván Marín se dio en las categorías de Architecture + Brick y selección del Popular Choice Winner justo por el uso que dio al ladrillo, un material sencillo, para redignificar la apariencia exterior de ese espacio.
Centro Educativo de Morelia, la obra con que Iván Marín ganó un Architizer
Centro Educativo de Morelia
"Manejamos el tabique de ladrillo porque además del material que estaba en la región, se fabricaba aquí, ni siquiera es un tabique con medidas especiales o particular en su forma, es el tabique común de barro rojo precocido", compartió el arquitecto.
Previo a la definición del concepto, el despacho convocó a un taller con los niños de la escuela, donde se conversó sobre cómo ellos esperaban que fuera su biblioteca. "Dentro de las necesidades que plantearon, estaba un espacio para una sala polivalente, donde hacen yoga, toman clases de música y otras actividades", mención el autor. Los niños dibujaron y pintaron el espacio que querían y Marín adaptó eso a su diseño.
Con un presupuesto aproximado de 1.2 millones de pesos, iniciaron las obras, hechas "casi por completo de reciclados"; había elementos constructivos como muros y firmes; reciclaron lámparas y cables. "En momentos, el presupuesto fue muy bajo", relató Marín.
Con todo, la mayor contribución de esta obra, de acuerdo con su propio artífice, "está en qué un proyecto tan modesto pudo retomar los materiales del sitio, reciclando todo, y tomando en cuenta al usuario final, que eran los niños".
Marín puso especial atención al aprovechamiento de la luz natural, auxiliado por celosías, estructuradas con el mismo tabique.
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La siguiente intervención dentro del CEM será el auditorio, para el cual Marín tiene pensado el uso de tabiques de pacas de hierba y barro. En los otros espacios seguirá con esa misma línea de diseño; incluso piensa usar botellas de PET. "Estamos tratando de hacer cosas económicas, para que la escuela pueda ser usada", dijo.
El despacho también realiza un hospicio para enfermos terminales en una zona volcánico, en la que solo emplea piedra, y está por terminar un centro de convenciones en Michoacán, muy contemporáneo, pero reciclando las instalaciones anteriores.