De las seis propiedades de la reina Isabel, una quedará señalada en la historia por ser el lugar de su fallecimiento. El Castillo de Balmoral, en donde solía pasar sus vacaciones de verano de finales de julio hasta inicios de septiembre, fue el último en albergar a una de las monarcas más famosas de todos los tiempos.
Así es el Castillo de Balmoral, la residencia en la que murió la reina Isabel
Además de ser conocido para Reino Unido por sus impresionantes dimensiones y su perímetro verde, cerca del Río Dee en Escocia, fue relacionado con la muerte de Diana, princesa de Gales, ya que los príncipes Guillermo y Enrique se encontraban en el lugar cuando se dio a conocer la noticia, así como por albergar la luna de miel del ahora rey Carlos III y Lady Di.
Aunque el lugar fue construido en 1390 (sus primeras instalaciones) comenzó su historia monárquica en 1848 con la reina Victoria I y el príncipe Alberto, cuando después de alquilarlo para sus vacaciones decidieron comprarlo para convertirla en una de sus residencias privadas, alejadas de los actos protocolarios.
Desde entonces sufrió una serie de modificaciones que comenzaron en 1853, hasta convertirse en un espacio de 260 kilómetros cuadrados en un predio de 20,000 hectáreas, con un diseño de William Smith.
En el terreno,además del castillo se encuentra una casa ocupada por el rey Carlos y la duquesa de Cornwall en sus vacaciones, así como seis casas más de alquiler vacacional.
Detalles arquitectónicos
La fachada, que pueden ver de frente los turistas que asisten al espacio de septiembre a julio, tiempo en el que permanece abierto al público, es llamativo por combinar su gris granito con el paisaje siempre nublado y lluvioso de Aberdeenshire y la hiedra verde que lo recubre en algunas zonas, con el siempre fresco césped que alfombra sus alrededores.
El exterior también es decorado por esculturas y símbolos heráldicos que se encuentran en los remates de las ventanas y que contrastan con la calidez de la madera color caoba de las puertas del edificio.
El interior de la residencia de verano está plagado de obras de arte que no dejan casi ningún espacio sin decorar, y que ayudadas de las alfombras de distintos colores vibrantes (rojo, turquesa, azul marino), brindan un ambiente cálido e íntimo a pesar de estar en un entorno siempre húmedo.