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El alto costo de olvidar la integridad moral

OPINIÓN: Los actos que los medios de comunicación y las autoridades le atribuyen a empresas como Oceanografía son manchas indelebles en la existencia de las personas.
jue 03 julio 2014 12:51 PM
Columna Roberto Hern�ndez (NUEVO)
Columna Roberto Hern�ndez (NUEVO) - (Foto: Archivo Obras)

Aunque no me siento con la capacidad de emitir comentarios directos sobre el caso de la empresa Oceanografía, pues no conozco sus detalles documentales, me parece que puso de mannifiesto algo evidente y que pocas empresas en México aceptan como indispensable: que la transparencia y la integridad es el único camino seguro que una compañía tiene para ser realmente exitosa, y que por el contrario, su ausencia implica un alto costo en la vida de las empresas, del sector público e incluso de los terceros, tales como proveedores y trabajadores, quienes tarde o temprano se ven afectados. 

A nivel mundial, los sectores de la construcción y los recursos naturales han sido considerados como proclives a la corrupción, lo que ha generado que en varias jurisdicciones se haya promulgado importantes leyes anticorrupción que operan a nivel transfronterizo. Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá son ejemplos de países que ya tienen leyes claras sobre el particular.

En México podemos decir que tanto el Código Penal Federal, como los Códigos Penales de los Estados de la República, así como la Ley Federal Anticorrupción en Contrataciones Públicas son el marco legal que prohíbe conductas contrarias a la integridad.

Sin embargo, la corrupción en nuestro país va más allá de leyes existentes o por existir, por lo que es necesario entender que este tipo de conductas daña claramente a toda la sociedad, pues disminuye la sana competencia, eleva los precios en una forma injustificada, apoya actividades delictivas y desmoraliza a los actores de la sociedad que quieren hacer las cosas bien, entre muchas consecuencias. 

Lamentablemente los mexicanos hemos sido programados por años bajo premisas tales como 'La corrupción siempre ha existido', 'Los mexicanos somos corruptos por naturaleza' y 'El que no tranza no avanza'. Incluso, hay quienes en un afán de justificación histórica afirman que la conquista española trajo este mal que llegó para quedarse y que por lo tanto se ha quedado en las raíces de una mezcla cultural sin futuro.

Me parece que no podemos seguir aceptando de ninguna forma que nuestra sociedad y nuestros sectores de la construcción y la infraestructura sean el blanco perfecto de la corrupción y que 'no hay nada que hacer'. Tanto miembros del sector privado como del sector público tenemos que estar conscientes de que continuar con estas prácticas malsanas llevará a una crisis moral de consecuencias inimaginables que finalmente tendrá efectos sociales y económicos de la misma envergadura.

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Es tiempo de que en México se admire y premie a aquellos que quieren hacer las cosas bien y a quienes se arriesgan bajo el membrete de la honestidad. No solamente debe anularse la vieja idea de que el 'tranza' es el realmente inteligente y el que avanza de verdad, sino que tenemos que recordar que los actos que los medios de comunicación y las autoridades le atribuyen a empresas como Oceanografía son manchas indelebles en la existencia de las personas. ¿Alguien quiere tener una mancha igual?

 

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*Socio director de COMAD, SC (Derecho de la construcción).

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Empresas estatales

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