Guaraníes ganan derecho a tierra en plena metrópoli de Sao Paulo
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Desde una loma se divisa una carretera vital para Sao Paulo. En ese lugar, en lo alto, una comunidad de guaraníes quiere construir su aldea y dejar de vivir en la estrechez y la pobreza.
Y ese sueño está cada vez más cerca: esta tierra donde ya han plantado frutas, maíz y yuca no les pertenece, al menos no oficialmente. Pero el ministerio de Justicia acaba de reconocerles la propiedad tras años de litigios al respaldar la opinión de la Fundación Nacional del Indio (Funai, estatal) que ya declaró que esas tierras pertenecen a los indígenas.
Ahora sólo falta la firma presidencial para que todo el territorio guaraní de Jaraguá, que incluye tres aldeas y queda a unos 20 km del centro de Sao Paulo, sea demarcado.
"Nosotros no tenemos cómo preservar nuestra cultura sin la tierra. Sin ella nuestra cultura va a morir", explica a la AFP el indígena David Martim en medio de la aldea de Itakupé, que por ahora es apenas un huerto y barracas levantadas en un claro de la selva tropical atlántica.
"Tenemos derecho a vivir de la tierra. Para los guaraníes, la fuerza está en la tierra", insiste este profesor de 28 años, uno de los líderes de esta comunidad de Jaraguá, en la zona norte de la mayor metrópoli de Sudamérica.
Un pequeño grupo de guaraníes está en Itakupé desde hace un año, pero la primera ocupación fue en 2005. Hace poco la justicia de Sao Paulo había ordenado el desalojo y los indígenas se preparaban para un enfrentamiento con la Policía, pero la Corte Suprema suspendió esa medida.
Las 72 hectáreas de Itakupé son reclamadas por el abogado Tito Costa, un exdiputado y exalcalde, que sostiene que pertenecen a su esposa y que "nunca fue habitada por indios". Pero los guaraníes dicen que les pertenece a ellos, tal como estableció la Funai y respaldó ahora el ministerio de Justicia.
"Esta declaración es un gran avance en la garantía de los derechos territoriales de los guaraníes, que asegura la mejoría de sus condiciones de vida y su reproducción física y cultural", señaló el ministerio.
Estrechez
La Funai y el ministerio afirman que en Jaraguá hay 532 hectáreas de tierra de la comunidad guaraní de Sao Paulo, donde se encuentran la futura aldea Itakupé y otras dos -Tekoa Pyau y Tekoa Ity-, en las que residen unas 600 personas.
La comunidad está hacinada en las dos últimas aldeas, que están frente a frente en una zona más baja que Itakupé, separadas por una avenida. Pyau tiene unas tres hectáreas y también estaba en litigio.
Hasta ahora sólo Ity, de 1.7 hectáreas, había sido demarcada por una resolución oficial de 1987 y era "la menor tierra indígena de Brasil", según la Funai.
Basta caminar un poco por Ity y Pyau para que la pobreza golpee los ojos. Hay niños jugando en la tierra, cientos de perros deambulando o durmiendo al sol, escombros y basura amontonados. Falta agua, no hay saneamiento básico y las casas son muy precarias.
En Ity está el centro de salud y la escuela, un edificio circular que replica una construcción tradicional, al que asisten unos 200 niños y adolescentes. Las paredes están rayadas, hay escasa infraestructura y los alumnos se distraen mientras el profesor corre de una sala a otra.
El día que la AFP visitó la aldea, sólo había un profesor por la mañana para varias decenas de alumnos: David Martim, el mismo que lucha por la propiedad de Itakupé.
Presiones del sector inmobiliario en Sao Paulo, la ciudad más poblada de Brasil, que aún tiene el mayor déficit habitacional del país, habían impedido hasta ahora que los guaraníes de Jaraguá ampliaran su territorio demarcado, explicó a la AFP un portavoz de la ONG Trabajo Indigenista en Sao Paulo.
Cerca de las aldeas está la carretera de los Bandeirantes, una vía crucial hacia el interior del rico estado paulista que tiene el nombre de los exploradores de Brasil del siglo XVI.
Aldea ideal
"La comunidad estaba confinada y vivía en condiciones extremadamente precarias", reconoció el ministerio de Justicia en su declaración.
Pero en lo alto de Itakupé, el panorama puede ser diferente.
"Mi sueño aquí es hacer una aldea modelo donde podamos conservar nuestra cultura, reforestar, tener espacio para los niños y donde las familias no estén hacinadas", comentó el cacique guaraní Ari Martim, de 74 años, mirando el huerto y enseñando con orgullo los frutos de la tierra en Itakupé.
En una barraca está encendido el brasero, una mujer muy joven cocina en silencio y un grupo de niños canta en lengua guaraní.
El cacique dice que quieren cambiar los eucaliptos por árboles nativos y así recuperar la selva, el entorno natural de esta tribu que tradicionalmente se dedicó a cosechar, cazar y pescar.
"Estamos luchando por esta tierra", dice el cacique con convicción.