Empresas, la reactivación económica tras los sismos
Nota del editor: Este reportaje se publicó originalmente en la Edición Especial: Reconstrucción de Obras, correspondiente a diciembre de 2017. El trabajo fue galardonado este 8 de mayo de 2018 con el IX Premio AMIS de Periodismo de Seguros, categoría Periodismo escrito. Entre los integrantes del jurado están: Alberto Barranco, columnista; Salvador Corro, subdirector editorial de la revista Proceso; y Recaredo Arias, director de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS).
Flanqueado por 11,000 kilómetros de litorales que todos los años reciben la visita de huracanes, con un territorio sembrado con volcanes activos y que descansa sobre las placas tectónicas del Pacífico, de Cocos y del Caribe, México parece que siempre está en estado de alerta. Y a veces, como en septiembre pasado, la fatalidad se hace realidad.
Los desastres naturales que vivimos este 2017 afectaron de manera importante la infraestructura pública, la de las familias y las empresas de la región centro y sur del país. Con todo, el daño en la economía fue marginal, toda vez que no afectó directamente a la infraestructura productiva, según señaló el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) en su informe mensual de septiembre pasado.
La economía se reactiva
En ese mismo documento, el organismo anticipó que de existir alguna repercusión en la actividad económica a corto plazo, sería "moderadamente negativa". A mediano y largo plazo, en cambio, con la reconstrucción en marcha y especialmente en materia de vivienda, podría incluso ser un factor de estímulo a la economía.
El mayor impacto por los sismos y huracanes en el mercado interno se vio en los aumentos de precio de los productos que, en momentos como éstos, no solo se determinan por la oferta y la demanda, sino también por las fluctuaciones de la moneda.
Miguel Llovera, socio de la práctica de Energía y Recursos Naturales de la consultora Deloitte México, considera que el impacto económico fue reducido porque los fenómenos afectaron la producción de manera temporal, de modo que no se alcanzó a generar escasez de bienes de consumo, ni un consecuente incremento de la demanda que desequilibrara los mercados.
Asimismo, sin impactos de consideración en infraestructura carretera, gasoductos y otras vías de comunicación, tampoco se detuvo el suministro y distribución de energéticos necesarios para que las empresas retomaran sus actividades casi de inmediato.
Lee más: Las aseguradoras pagarán 28,500 mdd por los sismos de 2017
"Más por los huracanes que por los sismos, la actividad petrolera tuvo algunos paros en sus procesos de extracción, en espera de mejores condiciones meteorológicas, pero de manera temporal", equiparables, dijo el especialista, a los diferendos en un año no bisiesto o a los días inhábiles feriados.
De acuerdo con Llovera, la rapidez de reacción ante el riesgo es la clave para mantener la economía sana. "El impacto se mide en la velocidad con la que logran reaccionar ante una crisis un individuo, una empresa o el gobierno. Y obviamente, mientras más grande sea y más recursos tenga un organismo, su capacidad de reacción será más elevada y efectiva que con recursos limitados".
En resumen, agregó, dada la reacción de las instituciones, empresas y la sociedad civil, "la reconstrucción puede tardar, pero no generará un retroceso en la capacidad productiva".
Los sectores afectados
Más allá de las lamentables pérdidas humanas, el mayor impacto de los sismos fue la lesión en la infraestructura inmobiliaria. Con 38 edificios colapsados –en su mayoría residenciales— y cerca de 1,500 con daños de diversas magnitudes tan solo en la Ciudad de México, la reconstrucción se presenta como una tarea extenuante.
Por supuesto que algunas empresas y dependencias de gobierno sufrieron afectaciones en su infraestructura, pero en la mayoría de los casos el problema se resolvió con una mudanza de urgencia. Al respecto, Héctor Klerián, director internacional de la consultora JLL México, afirma que de inmediato "se aceleró la búsqueda de espacios de oficinas y se prevé que siga ese ritmo para el cierre del año".
A mediano plazo, agrega Klerián, la expectativa es que las empresas y corporativos que rentan sus oficinas y están cerca de terminar su contrato, se decidan a buscar espacios de mejor calidad inmobiliaria: "Se revalorarán los inmuebles de mayor calidad y se depreciarán los de caso contrario".
Aunque no se tiene un censo de las empresas que perdieron su infraestructura, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), levantó una encuesta cualitativa durante los días posteriores al sismo del 19 de septiembre, para conocer su impacto en las actividades económicas de los ocho estados del país más afectados: Ciudad de México, Morelos, Puebla, Estado de México, Tlaxcala, Chiapas, Oaxaca y Guerrero.
Más información: Las mejores prácticas en 3 países para hacer frente a los sismos
Los resultados de la muestra reflejan el impacto sobre poco más de 2 millones de establecimientos de tres sectores económicos: manufacturero, comercio y servicios no financieros, de los que solo 16.1% sufrió alguna afectación en su infraestructura productiva o en los servicios que brinda.
De las empresas evaluadas por el Inegi, 39.3% de las unidades económicas suspendieron actividades a causa de los sismos; de ellas 43.2% dejaron de trabajar solo un día y dos de cada 10 perdieron más de tres días de labores. En cuanto a la actividad económica, 16.5% de las afectadas fueron empresas de servicios privados no financieros, 16.2% fueron comercios y 14.5% industrias manufactureras.
Lecciones aprendidas
Los números no mienten: desde la década de los 80, México vive y sufre en promedio 5.71 sucesos catastróficos anuales debidos a fenómenos hidrometeorológicos y movimientos telúricos, imposibles de con un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Es una cifra alta, si tomamos en cuenta que el promedio regional es de 1.86 eventos anuales. Pero no todo es malo; el terremoto de 1985 y huracanes como Gilberto y Wilma en el Caribe, o Paulina en el Pacífico, han dejado importantes enseñanzas que, si bien no detienen las catástrofes, al menos aminoran los impactos y abren nuevas oportunidades de aprendizaje, para aprovecharlas hasta el siguiente desastre.
El evento de septiembre dejó más de 250,000 personas sin hogar, pero dimensionado contra el terremoto de 1985 los números cuentan hasta qué punto hemos aprendido como sociedad: de más de 9,500 pérdidas humanas en 1985, el septiembre negro de 2017 no rebasó los 500 casos.
"Luego del sismo de 1985 se creó un nuevo reglamento de construcción y eso ayudó a que hoy tuviéramos un menor impacto. Sí, se cayeron construcciones, pero mucho menos que hace 32 años. Además, lo caído se construyó antes de ese nuevo reglamento, salvo un par de casos en los que se habla de corrupción", explica Héctor Klerián, de JLL.
También te puede interesar: Después del terremoto: ¿de ciudad damnificada a ciudad inteligente?
En opinión del experto inmobiliario, el reglamento de construcción es correcto, igual que las disposiciones respecto a la redensificación de las zonas centrales de la Ciudad de México, aprobadas en 2016.
"La ciudad tiene una actitud proactiva que emite normas que impulsan la regeneración de los espacios, y fomentan la renovación del panorama urbano, enriquecen el parque inmobiliario y ayudan a que la ciudad crezca hacia límites donde es caro llevar los servicios. Las reglas están bien hechas, pero hay que hacer que se cumplan", advierte Klerián.
La seguridad energética
Por otro lado, el gobierno federal también ha aprendido cómo mantener una economía estable durante periodos difíciles. "No todo está hecho, pero vamos por muy buen camino", afi rma Llovera, de Deloitte, y reconoce que cada vez hay mayor preocupación por generar una autonomía energética, lo que se traducirá en impactos menores en condiciones adversas.
La apertura del sector de gas y petróleo, es parte esencial de la estrategia porque habilita a otros jugadores a participar en la inversión y el mercado.
Por ahora, y mientras el gobierno y la iniciativa privada realizan inversiones importantes en el Sistema Nacional de Gasoductos, se percibe una mejor planeación, rápida reacción al riesgo y prácticas prudentes en sus instalaciones petroleras, por ejemplo.
"Todo ayuda a que las interrupciones en el sistema productivo sean menos significativas. Es más grave cuando hay reparaciones porque puede detener la producción entre tres semanas y dos meses. Es una disrupción que repercute en otras actividades económicas que dependen de esos energéticos", dice el especialista.
Más información: La reconstrucción tras los sismos de septiembre registra rezago
Advierte sobre la dependencia de gas importado de Estados Unidos para la generación de electricidad y en otras industrias, lo que puede representar una contingencia en caso de interrupción del suministro. Lo mismo sucede con las gasolinas que México importa en volúmenes crecientes desde hace años y para las cuales carece de suficiente capacidad de almacenamiento, limitada a pocos días de suministro.
Parte de la solución, agrega Llovera, está en mantener las inversiones para generar localmente el gas y los combustibles, invertir en su transportación y distribución, y eventualmente en la capacidad de refinación.
Oportunidades
Luego del segundo terremoto de septiembre abundaron las propuestas de cómo llevar a cabo la reconstrucción de mejor manera y, en algunos casos, de cómo aprovechar el proceso para mejorar las poblaciones y ciudades caídas.
Cada uno desde su trinchera, organismos empresariales como la Coparmex, la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC) o el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), y organizaciones no lucrativas como México Evalúa, Arriba México, VIEM Mx o el proyecto universitario Industria 19, encontraron oportunidades qué explotar.
Lo cierto es que la reconstrucción ofrece la opción de comenzar de nuevo, por el camino correcto, en muchos aspectos. En el caso de los gobiernos, "permite construir con una mayor densidad en predios regenerados, fomenta la inversión, crea empleos y facilita la planeación consciente del nuevo entorno urbano", explica el director internacional de JLL, Héctor Klerián.
Para la industria inmobiliaria es una ocasión dorada, pues "en el mediano plazo comenzarán los recambios tanto en vivienda como en oficinas, igual para renta y venta, así que habrá mucho movimiento en la construcción de nuevos edificios para atender la demanda. Los propietarios de edificios dañados o que requieran remodelaciones para volverlos habitables, si no quieren que se queden en desuso, deberán invertir o venderlos para que alguien más lo haga".
A nivel micro, para los particulares y las empresas, representa la oportunidad de ser más cuidadosos a la hora de realizar operaciones con bienes raíces, explica Klerián: "Los negocios inmobiliarios involucran mucho dinero y significan una parte importante del patrimonio personal o de las empresas. Es importante hacer una buena investigación sobre los desarrolladores y constructores, revisar los documentos y los permisos y, en caso necesario, pagar un ingeniero que revise la estructura tanto en los lanos como físicamente".
Si bien para las empresas medianas y pequeñas este cuidado es más complicado por la limitación de recursos, "deben comenzar a hacer el due diligence igual que los grandes corporativos".
Los seguros en los inmuebles
Como protección adicional a una buena planeación y selección de los inmuebles a comprar o rentar, es prudente contratar un seguro de daños. Y es que, así como el gobierno ha implementado diversos esquemas de protección como bonos catastróficos o el Fideicomiso Fondo de Desastres Naturales (Fonden) la sociedad civil y la comunidad empresarial debe hacer su parte.
La industria de seguros juega un papel importante como "un elemento de mitigación de las pérdidas, estabilización económica y de reactivación de la actividad productiva y para la reconstrucción", ha dicho Recaredo Arias, presidente de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), durante la presentación de las primeras cifras relativas a los sismos de septiembre y en relación con la industria aseguradora.
Hasta el 8 de noviembre pasado, y solo por los sismos, se habían registrado 29,211 solicitudes de indemnización por daños –la mayoría en infraestructura pública y vivienda—, con valor de 16,432 millones de pesos. El 66.8% responde a seguros voluntarios de casa habitación.
Estas cifras demuestran que los seguros son la herramienta para hacer frente a las grandes catástrofes naturales a las que está expuesto el país, y que "en la medida en la que más personas se aseguran, nosotros podemos participar en mayor proporción a remediar la situación", según señaló Arias.
Sobrevivir a las sorpresas
Históricamente, las pequeñas y medianas empresas (pymes) son particularmente vulnerables a los desastres naturales ya que no cuentan con los recursos suficientes y no suelen tener la cultura deprevisión y contratar seguros de protección.
Además, para afrontar las secuelas enfrentan restricciones de crédito cuando buscan fondos para reconstruir, esto de acuerdo con Ben Collier, profesor de gestión de riesgos de la universidad de Temple, en una entrevista con BRINK, el área de investigación de la consultora en seguros y gestión de riesgos Marsh.
Collier estudió los efectos de la súper tormenta Sandy (2012, Nueva York), en las pymes de la región afectada, y descubrió que a menudo estas empresas no están preparadas para un desastre. Dado que tienen menos instalaciones y recursos más limitados que los grandes corporativos, las pequeñas y medianas empresas son más sensibles y la pérdida de su propiedad o sus equipos suele ser devastadora, frente a eventos de gran magnitud.
Ante esto, el experto concluye exponiendo una barrera más para las pymes. "Asegurar la infraestructura y la recuperación ante desastres en los negocios es difícil, porque hay pocos seguros que cubren esos riesgos, pero es necesario".
Collier advierte que, en caso contrario, el daño inmediato a la destrucción de instalaciones y el paro de actividades suele dejar secuelas de largo plazo y una recuperación total que nunca llega o tarda décadas. La oportunidad está en la planeación adecuada, y en prepararse hasta para lo que no se ve venir.
Además de reformas en los productos de seguros, que puedan apoyar a este segmento empresarial.