Casa del Niño Indígena
Los desplazamientos históricos han creado la necesidad de reconstrucción de pertenencia para los Yaquis, eso es lo que La Casa del Niño Indígena busca.
El diseño lleva al impacto y el impacto a la gente, por ello la mejor forma de medir el éxito de un diseño es a través de la empatía que genera. El proceso creativo y su metodología fueron las herramientas más importantes en el trazo de la solución que formula el proyecto.
La edificación funciona como albergue para niñas y niños indígenas de Vicam, uno de los ocho pueblos Yaquis en el centro del desierto de Sonora. Los chicos muchas veces tienen que recorrer decenas de kilómetros para recibir estudios y atención.
En el caso de este proyecto, la arquitectura busca enriquecer una comunidad. Entre las raíces del proyecto están la sustentabilidad, el enriquecimiento ambiental y la espiritualidad. A través de un proceso colaborativo se genera la fisiología, la sensación y la cognición de un espacio y su semblanza.
A través de su edificación, La Casa del Niño Indígena, solidifica la estructura e identidad social de la comunidad. Usa materiales regionales de bajo impacto ambiental y rápida renovación natural con producción local.
El ladrillo fue elaborado a tres kilómetros de distancia del sitio por personas con más de 50 años de experiencia. El carrizo que trae sombra a espacios externos fue cosechado en los ríos estacionales del Valle del Yaqui.
Dentro del equipo de trabajo fueron incluidos miembros de la comunidad Yaqui. Los insumos se elaboraron en el mismo pueblo, por su gente. Las mujeres vecinas proveyeron la comida para los trabajadores durante la obra.
El resultado es un acercamiento a los artesanos, familias y líderes tradicionales, que terminó por cristalizar el entendimiento y la cosmovisión locales, formalizándose así lazos a través de diferentes dinámicas.
Finalmente, las 800 losetas que rodean al edificio, están decoradas con simbolismos Yaqui, y fueron pintadas durante la construcción por los propios niños, jóvenes, padres de familia y ancianos que grabaron el pueblo con sus propias manos, plasmándose así la semilla de las próximas generaciones a través de un proyecto conjunto.
FOTOS: Cortesía de del participante.