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El plan del Tren Maya para lograr "equidad" en el desarrollo urbano del sureste

La obra promete llevar inversiones a estados como Campeche, Tabasco y Chiapas. Pero es necesario garantizar un reparto justo del desarrollo, dice Carina Arvizú, la directora de desarrollo urbano.
mar 16 febrero 2021 05:00 AM
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Carina Arvizú es la responsable del desarrollo urbano en las comunidades aledañas al Tren Maya y sus estaciones.

El Tren Maya no sólo será un medio de transporte. Es un proyecto que, por su complejidad y dimensión, repercutirá en su entorno. Alrededor de las 19 estaciones con las que se conformará, habrá transformación e impacto. Y la planeación puede hacer la diferencia entre tener un desarrollo equilibrado y justo para los residentes o incrementar la brecha social entre las nuevas zonas turísticas y los habitantes de alrededor.

Carina Arvizú, directora de desarrollo urbano de la obra, es la encargada de trazar las estrategias y coordinar todos los actores que trabajan —de la industria privada y el gobierno— para buscar la manera de que el Tren Maya sea un detonante positivo para el sureste del país. A través del plan Comunidades Sustentables, también busca ordenar la actividad e inversiones que se generarán en los polígonos de influencia.

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¿Cuál es el plan para atender a la población aledaña a las estaciones del Tren Maya?

Hay lecciones aprendidas, en México y en el resto del mundo, del tipo de ciudades y desarrollo urbano que se han generado, en donde el beneficio llega únicamente a algunas personas. Y lo que buscamos con el proyecto del Tren Maya, es que haya una mayor equidad e igualdad territorial, y esto se logra desde varias trincheras.

Alrededor de las estaciones estamos generando planes maestros para, desde la planeación, tener directrices muy claras con relación a los usos de suelo, a los servicios que se necesitan, a un sustento para las propias ciudades y poblados a donde llega el tren. Esto influirá en la dinámica que genera este modelo de transporte en términos de la logística de cargas, pero también del transporte de pasajeros y de personas.

¿Esto qué significa? Estamos haciendo varias cosas de manera simultánea: un estudio de vocaciones económicas y territoriales para saber qué servicios se necesitan en cada una de estas ciudades con la llegada del tren, entendiendo la demanda que habrá a partir de los pasajeros y de las mercancías que lleguen. Hablamos tanto de pasajeros locales como de turistas. Recordemos que el tren no está pensado únicamente en un tema turístico, sino para poder movilizar a las personas que ya viven en la Península.

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El objetivo es que el Tren Maya comience a operar en este sexenio.

¿Qué han encontrado con los análisis de las zonas de influencia?

Identificamos, por ejemplo, que Escárcega tiene una vocación mucho más industrial y de logística de carga. Lo que ahora sigue es: ¿Qué es lo que se necesita para fortalecer las actividades que ya suceden y detonar nuevas? En el caso de otros destinos que tenían una vocación turística o arqueológica, ¿qué servicios se requieren? Va desde poder brindar vivienda adecuada a términos de salud, educación, cultura, pero también servicios relacionados al turismo, como hoteles y restaurantes.

No queremos replicar estos grandes polos turísticos en donde, por un lado, tienes hoteles de gran lujo, de cinco estrellas y demás, y del otro lado del muro viven las personas en condiciones de marginación, pobreza, segregación, sin acceso a servicios básicos.

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¿Cómo lograr este reparto justo de la riqueza?

Primero, a partir de una distribución racional de los usos de suelo, entendiendo que tiene que haber para todas las personas y a través de los esquemas y modelos asociativos que estamos proponiendo. En ellos, las personas propietarias de la tierra, en este caso ejidatarios y ejidatarias, pueden formar parte de este desarrollo urbano y que no sea un tema especulativo o de desarrollo inmobiliario.

Esto lo logramos a través de la planeación en distintas escalas y con instrumentos. También hay que normarlo: debe haber una regla y una ley detrás, y estamos trabajando en el Programa Regional de Ordenamiento Territorial. Esto lo hacemos de manera articulada con los 18 municipios en donde habrá estaciones y comunidades sustentables de mayor tamaño; y también lo hacemos con los cinco gobiernos estatales y con las distintas dependencias del gobierno federal que tienen que ver con temas del territorio, que son la Sedatu, la SCT, la Semarnat, la Sedena y Fonatur.

Después nos vamos a la escala estatal, y luego a la municipal. Con asistencia técnica de ONU Hábitat, estamos trabajando en la actualización de los programas municipales de desarrollo urbano, en donde se establecen, entre otras cosas, los usos de suelo y algunos instrumentos de gestión de suelo.

Cuando iniciamos el proyecto del Tren Maya, hicimos un diagnóstico, y seis de cada diez municipios en la Península no cuentan con ningún instrumento de planeación urbana. Esto genera mucho desorden, porque las autorizaciones para nuevas construcciones en algunos municipios se dan sin instrumentos, sin una planeación ni ordenamiento del territorio.

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En el desarrollo urbano de las zonas, también participará la industria privada. Serán las empresas quienes coloquen hoteles y desarrollos inmobiliarios. ¿Cuál es su papel en esta planeación?

Justamente la semana pasada, tuvimos talleres regionales en donde participaron casi todas las Cámaras empresariales, como la CMIC, la Coparmex, la Canadevi y la Concanaco. Con algunas de ellas, incluso ya tenemos convenios firmados y estamos en un diálogo permanente. Tenemos talleres para poder conocer desde lo local y desde esta visión que tienen ellos, entendiendo muy bien sus ciudades y sus territorios, que son los proyectos detonadores que vislumbran; y por el otro lado, para que conozcan la información del propio tren y poder generar estos vínculos y alianzas.

No se puede hacer únicamente de un lado de la trinchera, sino que necesitamos ir en conjunto. Entonces, lo hacemos de manera permanente: tenemos mesas de trabajo y mesas de diálogo con ellos, especialmente en el tema de las comunidades sustentables. Parte del trabajo que se está realizando para las vocaciones económicas de la región se hace considerando a la iniciativa privada, pero también incluyéndolos dentro de las propias proyecciones. Claramente, en términos de los hoteles y servicios turísticos relacionados, debemos ir de la mano.

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¿Cuáles son los retos más grandes a los que se ha enfrentado en este proyecto?

Por un lado, tenemos el reto de que, a la par que se va planeando la obra, también va avanzando, y eso hace que la toma de decisiones tenga que ser muy ágil, y también con mucha información que se va generando en campo.

Otra cosa que me parece súper importante es que estamos preparando el territorio, es decir, no nos estamos esperando a que termine la construcción para después vincularnos con las comunidades. Estamos haciendo un trabajo de vinculación social permanente.

Creo que eso es algo que de pronto, de adentro hacia afuera, no se alcanza a vislumbrar, y también pretendemos que las comunidades, las personas en el territorio, quieran el tren, lo quieran mucho. Porque además de que hay una memoria histórica del tren en la Península, quieren estar mejor conectadas. Y el tren va a llevar eso, va a acercar a las personas a que ellas puedan acceder a otras oportunidades, que puedan vender su producto, que se puedan relacionar mejor y agregar valor en estas cadenas productivas.

Pero también nos va a acercar en términos de tiempo y distancia. Las comunidades hoy están a dos o tres horas de distancia del siguiente poblado, no por la distancia física, sino por la conexión en términos carreteros, y no hay conectividad digital.

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El gobierno federal, estatael y municipal, además de la IP, se coordinan para crear un desarrollo urbano ordenado.

¿Cuáles son las inquietudes de las comunidades aledañas al tren y de qué manera las resuelven?

Las expectativas son muy altas. Hay muchos ejidos y muchos y muchas comunidades que tienen proyectos ecoturísticos y de turismo comunitario, y lo ven como una posibilidad para que, de una manera organizada o consensuada, puedan llegar más personas a conocer estos lugares sin perder el valor ecológico, que es tan importante.

También lo ven con esta esperanza de que los pueda acercar, mover más fácilmente y mover sus productos, sus mercancías, y que de alguna manera los conecte a la parte más global sin perder las tradiciones locales.

Creo que las inquietudes, en general, tienen que ver con las expectativas que se generan y en muchos casos saber por dónde va a pasar la vía, cosas así, pero en realidad ya en el territorio hay muchísima aceptación.

¿Qué ha pasado con los amparos que buscan suspender las obras?

Me tocó en noviembre presidir la asamblea de seguimiento a la consulta indígena en Calakmul, y ahí hay algunos amparos de organizaciones.

Cuando estuvimos por ahí, nos dimos cuenta de que la comunidad realmente quiere al Tren Maya, y algunas de las organizaciones que están promoviendo esos amparos no tienen personas que vivan en la comunidad. Son incluso los propios comisarios, las propias ejidatarias y ejidatarios, quienes defienden el proyecto, y ahí confrontan y dicen: “No, ustedes no representan lo que nosotros queremos”.

La diferencia radica en el nivel de exposición que tienen estas visiones, porque estas organizaciones tienen a veces apoyos de otras organizaciones internacionales y pueden recabar firmas en páginas de internet, mientras que la comunidad local no tiene esa visibilidad. Entonces se visibiliza mucho más esta postura en contra del proyecto.

Las críticas son muy buenas porque nos ayudan a construir y fortalecer, nos ayudan a ver cuáles podrían ser los posibles riesgos, pero siempre y cuando sean críticas fundadas en información. Muchas veces, la gran mayoría de estas se basan en supuestos que no son la realidad, y lo que generan es desinformación y polarización.

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