En un llano de tierra arenosa, enmarcado por una selva densa de más de 652,192.97 hectáreas del Complejo Sian Ka´an, se encuentra Aeropuerto Felipe Carrillo Puerto, de Tulum, un edificio de dos niveles de 75,175 metros cuadrados de construcción, con una pista principal de 3,700 metros, para el que se deforestaron más de un millón de árboles y que atenderá, de acuerdo a las predicciones del gobierno federal, a 5.5 millones de personas al año.
Así es el interior del aeropuerto de Tulum, el 'hermano menor' del AIFA
En el libramiento que parte de la autopista Chetumal-Cancún y que fue construido exclusivamente para llegar a la terminal, hay huellas de que el lugar le pertenecía a la naturaleza: señales de advertencia del cruce de animales aparecen en todo el camino, así como todavía troncos de árboles en el suelo.
Después de un recorrido de 10 kilómetros, dentro de la vegetación, desde la carretera, aparece un edificio que parece un híbrido entre la prehistoria y la época moderna, ya que su fachada aparenta ser una pirámide, adornada con grecas mayas y palapas de palma seca, pero con una estructura de acero, cristal y concreto.
Su apariencia va acorde al lugar en el que se encuentra, el sureste de México, conocido por su clima tropical, sus sitios arqueológicos y las playas con arena blanca, lo que ayuda a que los visitantes comiencen a vivir la experiencia vacacionista desde el aterrizaje.
Un domingo a las cuatro de la tarde el estacionamiento está prácticamente vacío, pero al interior del aeropuerto hay decenas de personas que esperan su vuelo y caminan entre los stands de comida que sustituyen a la oferta que debería haber dentro de los locales comerciales vacíos.
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“Snacks and Beer” es el negocio que protagoniza la oferta, además de otro espacio dedicado a la venta de productos artesanales que van desde cremas para el cuerpo hasta golosinas deshidratadas. Pero los comercios con más clientes son los de renta de vehículos que también están establecidos con lonas fuera de los locales. El aeropuerto se encuentra a aproximadamente 40 minutos del centro de Tulum, si se viaja en automóvil.
El piso de porcelanato beige con tonos marrones brilla tanto que parece un espejo, y en él se reflejan las luminarias cuadradas que se intercalan en el techo con plafones blancos y un color verde característico de la identidad gráfica del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el cual construyó el aeropuerto.
Al inicio, las dudas sobre su realización eran muchas. El ex presidente Felipe Calderón en una ocasión había planteado la idea de construir una terminal aérea en la zona, ya que en el mismo ejido se encontraba una base aérea militar, sin embargo, por una carencia de justificación comercial, el proyecto no prosperó. En esta ocasión se temía lo mismo.
En 2020, en entrevista con Obras, Andrés Téllez, especialista en construcción y supervisión de obras civiles y miembro de la Federación Mexicana de Colegios de Ingenieros Civiles, dijo que era poco probable que la propuesta funcionara debido a su corta distancia con el Aeropuerto Internacional de Cancún, que está a 130 kilómetros. Su área de influencia es muy cercana y construir uno alterno sólo se justifica con la demanda de vuelos y solamente si ya no tiene capacidad de llegadas y salidas”, dijo.
No obstante, la obra se catalogó como una de las prioritarias para el gobierno y se incluyó en el grupo de construcciones decretadas como de Seguridad Nacional, que entre sus particularidades incluía que se pudieran emitir permisos en menos de 30 días para acelerar su realización.
De manera similar al Aeropuerto Felipe Ángeles, su hermano mayor, se puso un tiempo límite de construcción de tres años, se buscó que las instalaciones fueran austeras, con vocación comercial y militar, y se dejó en manos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), incluso con el mismo titular en la construcción, el general Gustavo Vallejo, quien también participa en el Tren Maya.
Aunque el Felipe Carrillo Puerto es más pequeño. Cuenta con una plataforma de 13 posiciones para vuelos comerciales, otra con 18 posiciones para aviación general y la de operaciones militares. Tiene 13 salas de espera en el segundo nivel con techos de carrizo para continuar con la experiencia tropical para los usuarios, pero todavía no están todas habilitadas. Éstas cuentan con enchufes, sillas de espera normales y largas para recostarse, así como una zona de juegos infantiles.
El ingreso a ellas se da después de pasar por los mostradores de aerolíneas, iluminados por un techo de cristal que permite aprovechar la luz del sol todo lo posible. La revisión de boletos que en el futuro será por identificación de datos biométricos y las bandas de revisión de equipajes.
Los baños también son ligeramente similares a los del AIFA, ya que aunque no son temáticos, buscan mantener la imagen mexicana, con características de la arquitectura maya y techos que simulan ser el cielo. Desde los muros transparentes del segundo nivel, no se ve otra cosa que no sea el nuevo terreno pelón en el que están las pistas de aterrizaje y la selva, que desde ese punto de vista pareciera no tener límite.
El aeropuerto, con un costo total de 16,330 millones de pesos, tiene menos de un mes de funcionamiento, se ve nuevo y relativamente vacío, pero con más afluencia de la que tuvo la terminal de Santa Lucía en sus inicios.