#ObrasInsignia: El refugio de la arquitectura de Pedro Ramírez Vázquez
El arquitecto fue el creador de obras emblemáticas como el Estadio Azteca, la Basílica y el Museo de Antropología, pero donde su esencia se ve más reflejada es en su casa estudio al sur de la CDMX.
La casa de Pedro Ramírez Vázquez, que abrirá sus puertas al público con recorridos en grupos pequeños, está ubicada en la colonia Jardines del Pedregal, al sur de la Ciudad de México.(Fuente: Obras/Diana Zavala)
Diana Zavala
En una calle tranquila de Jardines del Pedregal, al sur de la Ciudad de México, se levanta una casa de tezontle y piedra de la lava del volcán Xitle, que guarda en su interior una parte de la historia arquitectónica, cultural y social de México.
Es la vivienda que habitó Pedro Ramírez Vázquez, arquitecto, diseñador y organizador de proyectos que dejó un legado de obras icónicas y definió el urbanismo mexicano en la segunda mitad del siglo XX en el país.
Al cruzar su puerta, formada con cubos de madera y cristal esmerilado, no solo se entra a una obra arquitectónica. Se accede a un lugar donde se concibieron ideas para construir escuelas, museos, estadios, mercados y universidades; donde se planificaron Juegos Olímpicos y proyectos de identidad nacional y donde, en palabras de su hijo, Javier Ramírez, se vivía de acuerdo con la noción de que una casa es “el lugar donde eres, no el lugar donde estás”.
Publicidad
El edificio principal de la casa es simple en líneas y forma. Visto desde el cielo, es un cubo con una apertura rectangular en el centro, en donde pasa el sol. La estancia, sala, biblioteca y comedor se desenvuelven alrededor, a través de un recorrido que deja ver un espacio cálido y creativo.
Esculturas, muebles personalizados, alfombras, madera en paredes y techo, así como textiles decorados le dan una atmósfera con personalidad a la casa. Los cristales de los que se compone en todos los muros que miran hacia el patio, dan amplitud sin perder privacidad.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
Un hogar en el Pedregal
La casa se construyó en la época en que Ciudad Universitaria estaba recién concluida y muchos de sus profesores decidieron mudarse al Pedregal. En ese momento, los lotes eran amplios y accesibles, las hipotecas se otorgaban a 10 años y no existía el IVA, lo que hacía más asequible la construcción. Las viviendas incorporaban la piedra del lugar, disponible sin costo, cuenta Javier Ramírez.
En esta propiedad, el tezontle no solo reviste la fachada: también forma parte de los interiores, algo poco común incluso en el propio Pedregal, pero característico de la manera de pensar de su diseñador.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
El arquitecto Pedro Ramírez Vázquez diseñaba y construía con una filosofía clara: estudiar un problema en sí mismo, solucionarlo de manera local y hacerlo con las herramientas y materiales disponibles. Es decir, priorizar siempre lo mexicano.
Esta filosofía se refleja también en las réplicas de piezas prehispánicas que decoran el espacio y que le dan un aire de museo a una casa que refleja la intimidad de ser un hogar, como el jaguar que preside el patio central, siguiendo una solución tradicional mexicana en la que las habitaciones y espacios comunes se organizan alrededor de un núcleo abierto.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
Para Javier Ramírez, ese patio fue siempre el centro de la vida familiar. “Ahí comíamos a veces, jugábamos, convivíamos; era el lugar de encuentro”, recuerda. También es el sitio donde la figura de Pedro Ramírez Vázquez, como referente de la arquitectura mundial, mostraba también su faceta de padre.
“La casa alrededor del patio es una solución tradicional mexicana, también (...) hay congruencia en el uso de materiales, en la forma y su manera de vivir”, recuerda Javier Ramírez.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
Cuenta que para su padre su trabajo no era una extensión de su vida, sino algo que la conformaba y que vivía todo el tiempo. La creatividad llevada a obras como la Basílica de Guadalupe o el Estadio Azteca se manifestaba en arreglar ganchos de ropa para que su ropa no resbalara, o en crear figuras de cristalería como pasatiempos.
En su casa esta combinación también es notoria. Junto a la entrada principal de su vivienda, que usaban su esposa, hijos y amistades, también está la suya. Es una puerta que dirige a una biblioteca a la que solo él tenía acceso bajo llave, en donde hay miles de libros y los recuerdos de sus proezas en el diseño tienen lugar en los muros.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
En contraste y, a pesar del tamaño del terreno, la recámara de Pedro Ramírez Vázquez medía apenas 4.5 metros por lado y su closet era reducido. No acumulaba ropa ni objetos personales: su interés estaba en la lectura, en el archivo y en su taller.
Este sigue en funcionamiento y produce piezas a partir de sus cientos de croquis. Diseñaba muebles, textiles y objetos en la misma mesa donde planeaba proyectos urbanos.
Incluso, muchas de las piezas que adornan la casa fueron hechos a la medida con diseños suyos, así como lámparas, estampados, joyería y objetos utilitarios, con soluciones prácticas que ideaba a partir de la observación cotidiana hasta en los cubiertos.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
“Su carrera era diseñar, crear, era parte de él, de su vida. Era una inquietud con todo, porque en esta casa, muchos de los muebles están hechos a la medida, son diseño de él. Él se ve en la forma de los cajones, las patas de las mesitas, sillas. Diseñó estampados en seda, objetos en plata para Tane y luego, si no, para tendernos en croquis, simplemente dejó cientos, cientos de croquis con diseños de todo tipo”, recuerda Javier Ramírez.
Archivo y memoria
Además de hogar, la casa funciona como archivo y resguardo de su obra. Allí se conservan más de 200,000 fotografías, miles de planos, carteles culturales y deportivos, grabaciones, publicaciones y maquetas, muchas realizados por perspectivistas como Pascual Castañón.
Javier Ramírez señala que, en varios casos, el archivo familiar guarda más información que las propias instituciones a las que pertenecen esos documentos: desde el Colegio de Arquitectos hasta el Comité Olímpico Mexicano.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
Publicidad
Considera esta custodia una responsabilidad y, a la vez, un compromiso con la conservación de un patrimonio que refleja la evolución de la arquitectura, el diseño, la educación y el urbanismo en México.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
Apertura al público y nuevo ciclo
Hasta ahora, las visitas a este espacio eran privadas y esporádicas. Con la colaboración de Amazing Speakers, la casa abrirá sus puertas al público con recorridos en grupos pequeños y actividades culturales, artísticas y gastronómicas.
El proyecto busca que visitantes nacionales y extranjeros conozcan no solo la arquitectura del inmueble, sino la historia y la ideología de quien lo habitó.
“Esto realmente tiene que abrirse al mundo porque qué importante es que conozcan la visión de alguien que para nosotros cambió completamente una ciudad y la arquitectura hasta de un país entero”, dice Ximena Díaz, fundadora de la iniciativa.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
La apertura será también detonante de otras iniciativas: conferencias, catas de vino, exposiciones de arte y moda, y encuentros culturales. La intención es que el espacio mantenga vida activa, en coherencia con la noción de “arquitectura viva” que Pedro Ramírez Vázquez defendía.
“Lo que siempre he sentido es una responsabilidad. Cuando mi papá falleció recibí visitas de casas de subastas, pero no. Yo soy un depositario y mi mayor preocupación va ser el destino después de que yo no esté porque es la responsabilidad de un legado histórico particularmente importante de la segunda mitad del siglo XX”, dice Javier Ramírez.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
Un legado en pie
Para Javier Ramírez, permitir el acceso es parte de cumplir la encomienda de su padre: preservar y difundir un legado que abarca arquitectura, urbanismo, educación, deporte, diseño y diplomacia. “Es un contenido particularmente importante de la segunda mitad del siglo XX”, afirma.
Recorrer la casa es entrar en un espacio donde se elaboraron soluciones que transformaron la infraestructura educativa, cultural y deportiva de México, y donde el presente puede dialogar con esa historia para proyectar nuevos caminos.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
Una trayectoria concebida desde la función social
Pedro Ramírez Vázquez inició su carrera en el Comité Federal de Construcción de Escuelas y en el Patronato del entonces Distrito Federal. Desde el comienzo, su interés estuvo en resolver problemas específicos con soluciones adaptadas a cada contexto.
En Tabasco, por ejemplo, diseñó aulas rurales prefabricadas con piezas que pesaban menos de 50 kilos para que pudieran transportarse en burro o cayuco. Las instrucciones se acompañaban de dibujos para facilitar el montaje y se recubrían con materiales locales.
Javier Ramírez explica que este enfoque de trabajo se repetía en todas las obras: su padre analizaba cada reto desde cero, investigaba a fondo las condiciones y formaba equipos con especialistas clave.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
En la Basílica de Guadalupe sumó a un sacerdote arquitecto para definir el programa litúrgico; en el Instituto Nacional de Pediatría, colaboró con médicos para adaptar el diseño a las necesidades de operación; y en el Estadio Azteca coordinó a expertos en accesos, visibilidad y flujos de evacuación.
Esta solución permitió construir, en el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines, cerca de 2,800 aulas, y en el de Adolfo López Mateos, casi 30,000. Posteriormente, se aplicó a escuelas normales, centros de capacitación y otras instalaciones educativas en México y en países de América Latina, gracias a que Ramírez Vázquez cedió la patente a la Secretaría de Educación Pública y ésta, a la Unesco.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
Publicidad
Pensar desde lo local
Su método incluía priorizar materiales y mano de obra nacionales. En el Museo Nacional de Antropología utilizó mármol de Santo Tomás -antes reservado para pisos- en muros de 12,000 metros cuadrados. Esto impulsó la economía de esa comunidad poblana, que pasó de subsistir con agricultura de autoconsumo a generar ingresos con la explotación de la piedra.
Para Javier Ramírez, este tipo de decisiones ilustran por qué su padre no seguía estilos preestablecidos ni tendencias externas. “Cada proyecto era un reto nuevo, con una solución nueva”, afirma.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
Ese criterio se aplicaba a todas las escalas, desde una escuela rural hasta el Estadio Azteca, donde un equipo multidisciplinario calculó inclinaciones de rampas, flujos de acceso y evacuación, visibilidad y servicios, con supervisión directa del arquitecto.
El mismo principio de adaptación lo llevó a obras internacionales, como el Museo de las Culturas Negras en Dakar o el Museo de Nubia en Egipto, donde ajustó los diseños a las condiciones del lugar, manteniendo el objetivo de responder a las necesidades específicas de cada comunidad.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
Organización y grandes eventos
Su capacidad de coordinación lo llevó a dirigir proyectos de gran complejidad, como el Museo de Arte Moderno, la Basílica de Guadalupe y el propio Museo de Antropología. También participó en la organización de los Juegos Olímpicos de 1968, con apenas 27 meses para preparar instalaciones, logística y un programa cultural que, según el Comité Olímpico Internacional, fue el más vasto de la historia hasta ese momento.
Javier Ramírez recuerda que su padre veía estos eventos como una oportunidad para mostrar un México moderno, integrando diseño, arte, arquitectura y cultura. En las Olimpiadas coordinó desde la identidad gráfica, con referencias a tradiciones como el arte huichol, hasta la logística de prensa y la producción de carteles, programas y señalética.
(Fuente: Obras/Diana Zavala)
Durante el Mundial de 1986, ideó piñatas monumentales y decoraciones a gran escala que convirtieron el Estadio Azteca en un espacio festivo y reconocible en todo el mundo.
En este y otros eventos integró diseño gráfico, señalética, mobiliario, arte y artesanía, buscando expresar una identidad mexicana contemporánea. Lo mismo diseñó piñatas monumentales para el Mundial de 1986 que mobiliario urbano inspirado en la arquitectura prehispánica para la Cámara de Diputados.