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Muro Rojo fusiona la cultura de Chiapas en un design hotel

El diseño del hotel b¨o de San Cristobal de las Casas juega con elementos mínimos para crear una atmósferas inesperadas.
mar 19 febrero 2013 03:00 PM
Revista_2
Revista_2 - (Foto: Cortes�a Jaime Navarro )

Los arquitectos Germán Velasco, Jorge Medina Robles y Elizabeth Gómez Coello decidieron explotar las virtudes de un design hotel, y fusionar cultura y vanguardia, para dar vida al hotel b¨o en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, y garantizar su rentabilidad.

Los dueños de b¨o buscaban hacer de su hotel un nuevo espacio que jugara con elementos mínimos, pero que colmara de atmósferas inesperadas a sus futuros huéspedes. Esto, sumado a su ubicación en una de las ciudades con mayor riqueza cultural del país, planteó una serie de retos en el proceso creativo para Muro Rojo.

De frente a un concepto tan ambicioso, el despacho decidió integrar un equipo de profesionales como Liaison Luxury Market (LLM), firma especializada en hotelería encabezada por Jacqueline María Benítez y Francisco González Compeán, el chef Ricardo Muñoz Zurita, Facto Arquitectura en la construcción, y Bibiana Ruiz Esparza, gerente de color para México y Centroamérica de Comex.

El despacho tuvo como premisa dar sentido de memoria y pertenencia, y hacer de b¨o una experiencia holística, con nulos elementos dispuestos al azar.

Para lograr su objetivo, además de reunir a un equipo de especialistas, los diseñadores se involucraron con las personas de la región. Doña Lupita, la anfitriona del despacho en las primeras visitas al lugar, les mostró los múltiples sentidos y matices de San Cristóbal; Martha, un mujer chamula, los acercó al idioma tzotzil para llegar al nombre del hotel.

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Entre los principales retos que la obra tuvo en su gestión destacó la sincronización armoniosa de todos los elementos. Jacqueline María Benítez enfatiza que había que salir de la zona de confort y trabajar con la idea de que el diseño no está peleado con la operación del hotel.

"Dialogamos con los diseñadores para que comprendieran que, al final, la operación del hotel es el elemento más importante de todo el proyecto, porque si la practicidad no convive con la expectativa del huésped, a quien estás apelando, el diseño se torna algo estéril", explica.

El concepto vital
Desde su nombre, que significa 'agua', la experiencia de este hotel parte de los cuatro elementos para crear un espacio que acoge entre profundas raíces locales. 

El planteamiento que los arquitectos buscaban inicialmente era hacer un hotel completamente distinto al existente; sin embargo, la distribución original no permitió alojar algunas de las nuevas atmósferas que se pretendía crear. Debido a esto, se decidió intervenir los espacios respetando el patio central y usar antiguos elementos estructurales del edificio como hitos que le dieran arraigo y memoria a su propuesta.

Es evidente la traducción del lugar y sus raíces en el uso del color, la textura de la tierra, las formas geométricas empleadas en pisos o muros, la relación entre el interior y el exterior, la presencia de la madera, la poética de las cubiertas o los tejados.

Bibiana Ruiz Esparza afirma: "Muro Rojo ha logrado algo muy interesante en sus proyectos (hotel Brick y Cumpanio, por ejemplo), y se ha vuelto uno de los despachos más complejos en el uso de texturas, colores y materiales. Es un balance que ya los caracteriza".

El huésped de b¨o encontrará dos colores básicos: el azul de la fachada y el rosa magenta del restaurante.

Y aunque cada color pertenece a una paleta diferente, los combinaron con uno neutro de línea, explica Ruiz Esparza, así como con los tonos naturales de la madera y los pisos. El proyecto es, así, una fusión de conceptos, donde lo antiguo, la historia de San Cristóbal, se mezcla con una propuesta actual.

La madera fue uno de los materiales más importantes en el diseño. Los pisos son de duela de roble natural al aceite. Además, la ventanería y las puertas se elaboraron con madera de pino de la región. La techumbre de todas las áreas públicas se fabricó con la técnica tradicional de viguería en madera.

Los textiles también se convirtieron en columna vertebral. Muro Rojo contactó a cooperativas locales "para ver de qué forma era posible integrar textiles y revisar su uso. Desde las texturas de la lana, el color, las aplicaciones, fuimos revisando nuevos contenidos y formas. Fue una manera de hacer que parte de la cultura se permeara en el interiorismo, de que las manos indígenas fueran parte de la experiencia", explica Elizabeth Gómez.

El tradicional chuj se transformó en luminarias y en tapetes, el telar de cintura, en edredones y cojines decorativos, y el lienzo de lana, en alfombras. Todo esto se logró con el apoyo de Burgadina, El Camino de los Altos y Maddalena Forcella.

En cuanto a los pisos de áreas públicas, agrega Gómez, se fabricaron con la técnica tradicional de piso de pasta, en forma hexagonal y en tres diferentes tonalidades de ocre que, al colocarse de forma irregular, dieron profundidad y movimiento a los recorridos.

"Colaboramos con diseñadores mexicanos para crear una selección de diseño", explica, así integraron desde piezas específicas con la línea Muro Rojo, Rococo, Studio Roca, Pirueta, Vic Servin y Diez; otras como parte de las colecciones de Le Porc Shop, Bluedot, Emu, Arta Cerámica, Nouvel Studio, Resin, Stanza. Piezas clásicas de Eames y Platner, hasta colaboraciones con pequeños productores locales.

El restaurante se integra completamente a una terraza rodeada por un espejo de agua. Aquí un muro perimetral a base de leños da la bienvenida, y remite al fuego y al calor del hogar de las chimeneas. En esa área la iluminación en general es indirecta y baña los muros de luz para dar profundidad y calidez al espacio.

También se apoyaron con luminarias decorativas de suspensión tipo 'campánula', que además simulan falsos plafones en lana con toques de color que dan escala y proporción al lugar. Éstas fueron diseñadas en conjunto con Rodrigo Fernández, de DIEZ Export.

Destaca la incorporación de cortinas largas y negras, que tienen inspiración en las tradicionales faldas de las indígenas de la región, y que significan cobijo.
Jacqueline María Benítez comenta que las tendencias globales también fueron tomadas en cuenta para lograr las experiencias hacia el usuario y la operación.

Para los diseñadores, lo más difícil e interesante fue la capacidad de replantear ideas para adaptar el proyecto a técnicas tradicionales y a la mano de obra local.
Después de 18 meses de trabajo, las 14 habitaciones estándar, seis jr. suite, una master suite, una suite presidencial, la biblioteca, el lobby bar, el fitness center, el salón de eventos, más de 1,000 m2 de jardines y el restaurante LUM ('tierra', en tzotzil), fueron terminados.

Con el hotel b¨o, sus propietarios actuales, Carlos y Fernando Gutiérrez, continúan la tradición de su abuelo, y ofertan un espacio donde no puede separarse el interiorismo de la arquitectura y la tradición local de la vanguardia.

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