Ferias, el arte de comerciar
Sí se considera que la introducción del ascensor supuso un cambio radical de la faz de Manhattan, y en buena medida del mundo, y si pensamos que este invento fue lanzado públicamente por su creador, Elisha Otis, en el marco de la segunda edición de la Feria Mundial de Nueva York de 1854 en un histórico acto, propio del ilusionismo, al cortar el cable que elevaba la cabina sin que ésta cayera al vacío, cerrando en un instante contratos por la venta de centenares de unidades, sería innegable reconocer el poder de estimulación comercial que una feria representa.
Pero una feria internacional también representa el pretexto perfecto para la presentación de nuevos paradigmas, al menos en el campo del diseño. Tan sólo tres años antes de la épica presentación de Otis, el mismo recinto ferial sería objeto de innovación. El conocido Palacio de Cristal en Londres, construido en acero y vidrio, con sus 540 m de largo, 34 m de altura y 92,000 m2 de área de exhibición, y que albergaría la primera Exposición Universal, fue la piedra angular y el banderazo de salida de la inagotable carrera de la modernidad en las construcciones, pero también dio inicio al concepto que hoy tenemos de 'feria'.
Dejando de lado la finalidad de lucro por las enormes ganancias que le representan a la ciudad anfitriona de la feria, la otra realidad es que estos eventos son grandes movilizadores de masas, acercando el producto a su posible interesado. Tan sólo en la última edición de la Feria del Libro en Buenos Aires asistieron más de un millón de lectores para ver la oferta de 1,500 expositores.
En el mundo del diseño, las ferias también representan el espacio idóneo de la difusión y la comercialización de los últimos productos surgidos de sus varias disciplinas. Además, son un medio eficaz para que los diseñadores se den a conocer y amplifiquen su voz portadora de nuevos discursos, plagados de imágenes alusivas a la visión del futuro que, en la mayoría de los casos, no llegan a ser más que promesas de fuerte impacto estético.
La anual Feria de Diseño de Milán recibe a más de 300,000 asistentes, es la más grande de su tipo. Tan sólo este año se presumió la participación de 2,500 expositores, superando a los años anteriores, e incluso al gran auge de los 80, cuando alcanzaron su máxima cifra.
En la reciente edición del Salón del Mueble se planteó el tema de los ’interiores del futuro’. Al igual que hace dos siglos en Londres, se aspira a que el recinto sea valioso en sí mismo y espectacular en sus atributos de diseño. Se encargó de ello uno de los grandes arquitectos y diseñadores del momento, el italiano Massimiliano Fuksas quien, como en el Palacio de Cristal, recurrió a una pérgola de acero y vidrio para alojar la exhibición.
El visionario del futuro, ganador del premio Pritzker 2008 de Arquitectura, el francés Jean Nouvel, presentó un trabajo exclusivamente de diseño interior: ‘Proyecto: Oficina para vivir’ (Ufficio da abitare), en el que estableció su visión sobre el lugar de trabajo, afirmando que se debe buscar mayor placer en el ambiente laboral, ya que ahí pasamos más tiempo que en nuestras propias casas. Propuso pensar las oficinas como lugares en los que se pueda vivir de la misma manera en la que se vive en el hogar.
México no es ajeno a ese fenómeno de comercialización. Existen varios eventos de este tipo: Design Fest de Guadalajara, que este año llega a su séptima edición; la recien estrenada Expo Diseño Interiorismo en la que participan marcas del mercado nacional, y el Design Week, que manifiesta no buscar fines de lucro, y bajo ese esquema realizará su próxima edición en octubre con el tema: una visión del diseño mexicano a través de la mujer.
____________________
*Arquitecto. Egresado de la UNAM, donde es académico. Está al frente de su propio estudio enfocado a la arquitectura doméstica, corporativa y al diseño mobiliario.