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Airbnb “to be or not to be”

En medio de las críticas a los Airbnb's, se requiere poner las cartas sobre la mesa y lograr un planteamiento que no mate a la gallina de los huevos de oro, dice John McCarthy.
mar 02 julio 2019 11:13 AM
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Las zonas turísticas del país desean recibir visitantes, aunque no todas perfilan inversiones hoteleras.

Mucho se ha dicho respecto del tema de las rentas a corto plazo (Short Term Rentals o STRs) o cómo su nombre genérico las define los “Airbnb’s”.

Hay quienes, con cierta razón, como algunos hoteleros, se oponen, ya que lo consideran una competencia desleal y otros muchos que lo ven como una opción nueva, distinta y práctica para la oferta y uso de propiedades urbanas o vacacionales.

Las nuevas plataformas tecnológicas están avanzando a una velocidad sin precedente, situación que logra hacer mucho más eficiente el uso de todo lo que nos rodea. Hay múltiples ejemplos cómo UBER en donde prácticamente cualquier persona puede complementar su ingreso trabajando con su automóvil una cuántas horas al día. También podríamos hablar de cómo Tinder cambió la forma de conocer personas; Rappi de entrega a tu hogar de prácticamente cualquier cosa; Netflix, que revolucionó el medio del espectáculo y la conducta de las familias; BRIQ (crowdfunding), una nueva forma de recaudar capital para proyectos residenciales.

Gracias a plataformas como Airbnb, Expedia, Booking, Homeaway, VRBO y muchas otras, se ha logrado poner en valor espacio de hospedaje que no sería factible de otra manera. El espectro de beneficiarios es muy amplio; como lo puede ser la viuda que tiene un cuarto excedente en su apartamento en el centro de la ciudad y que complementa su ingreso con rentas de corto plazo, también funciona para el propietario de una casa o departamento en algún destino de playa en donde históricamente las ocupaciones son muy bajas, y por lo tanto muy ineficientes.

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Las ciudades y pueblos con vocación turística, que por cierto, lo quieren ser (casi) todas; quieren ver sus restaurantes ocupados, los comercios con consumidores, los aviones con pasajeros, las playas con gente. En síntesis derrama económica y bienestar. Quieren destinos vivos con pujante actividad económica. Sin embargo, estas comunidades no siempre tienen los recursos, ni ven la prioridad para hacer nueva infraestructura e impacto urbano o ambiental necesaria para crear grandes hoteles o condominios.

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Veamos un ejemplo; hace algunos años tuve la suerte de participar en un proyecto inmobiliario en Whistler, en la Columbia Británica en Canadá. Fue entonces que oí por primera vez del concepto “warm beds” o “camas calientes”. El concepto era muy sencillo; incentivar fiscalmente modelos inmobiliarios, como lo son hoteles, tiempos compartidos y condo-hoteles que con muy buenas ocupaciones mantengan las “camas calientes”. Dicho de otra forma altas ocupaciones versus M/2 impactado. En síntesis eficiencia inmobiliaria.

El Centro Histórico de la Ciudad de México ha visto un resurgimiento que, si bien ha sido impresionante, aún tiene camino que andar que requiere de un “repoblamiento” balanceado de pobladores permanentes y “en tránsito” que logren lo que describíamos líneas arriba; una pujante actividad inmobiliaria al tiempo que se atiende las necesidades de los pobladores permanentes y se “ocupan” espacios inmobiliarios que necesitan soluciones creativas que permitan e incentiven la inversión. Sin duda, uno de los componentes que ha venido y deberá de continuar ayudando a esta solución son las STRs.

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En los medios hay una amplia polémica sobre la posible legislación de estas plataformas. Es importante que los participantes de este debate pongan sobre la mesa todos los elementos necesarios para lograr un planteamiento que no mate a la gallina de los huevos de oro.

En México hay buenos ejemplos de legislación inteligente. Uno de los casos más exitosos de autorregulación es la industria de la Propiedad Vacacional o Tiempo Compartido; en donde Desarrolladores y Autoridad han sabido trabajar de la mano con resultados muy positivos. Después de Estados Unidos, México es el país que más tiempos compartidos vende, con un volumen de ventas que excede los 2,000 millones de dólares al año.

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Nota del editor: John McCarthy es exdirector de Fonatur, lleva más de 25 años dedicado a la promoción e inversión turística a través de desarrollo inmobiliario. Es socio y cofundador de la consultora Leisure Partners.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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