La vivienda comienza donde la casa termina
Nota del editor: Daniel Narváez es Licenciado en Administración de Empresas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente es Director de Mercadotecnia Lamudi México. Síguelo en Twitter como @danielnarvaez__ Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
El mundo siempre ha estado en constante y rápida evolución, transformando inevitablemente nuestro modo de vida y llevándonos a tener las condiciones actuales. ¿Buenas o malas? Según la perspectiva y bolsillo desde la que se mire. Y es que no nos engañemos, la vida está allá afuera, donde se estudia para desarrollar el intelecto, donde se trabaja para aspirar a una economía más digna, donde nos relacionamos y tratamos de ser felices. De manera que, para vivir bien, no se trata solo de hacer vivienda sino de partir por hacer ciudad de calidad.
A mi parecer los modelos urbanos actuales están desarrollando ciudades demasiado agresivas para la vida. Cualquier desplazamiento ha de hacerse en coche; caminar o pasear comienzan a ser actividades de alto riesgo.
Construir ciudades sostenibles donde las personas puedan salir para realizar sus actividades, desplazarse a pie y estar seguros es una responsabilidad que hemos de asumir gobierno, desarrolladores, inversionistas y los mismos ciudadanos.
Es así como de cara al veloz crecimiento poblacional, a los problemas de movilidad y al rezago de infraestructura en las grandes urbes, he visto con mayor frecuencia el desarrollo de usos mixtos, no sólo para consolidar espacios más productivos, sino también como apuesta para mejorar la calidad de vida de las personas.
La idea de un uso mixto me parece fenomenal, pues de entrada se aprovecha al máximo el terreno y se pretende que las personas puedan hacer todas sus actividades en un mismo lugar. Desde hace 10 años este tipo de proyectos se han vuelto una realidad necesaria en sus principales megalópolis. Desde entonces y hasta ahora, el desarrollo de usos mixtos comparte sus bondades incrementando la plusvalía de las zonas donde se edifican y por supuesto, impulsa la inversión de capitales de forma interna y a su alrededor.
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La construcción de estos complejos me parece vital porque la Ciudad de México es la quinta urbe más habitada con cerca de 6,000 habitantes por kilómetro cuadrado en relación con el Reporte del Mercado Inmobiliario Residencial. De tal forma que las personas requieren centros de trabajo, espacios comerciales y recreativos cercanos a sus domicilios o bien, que no representen un esfuerzo titánico de desplazamiento, problema cada vez más importante pues el último índice de TomTom Traffic califica a la CDMX como la del peor tráfico mundial. Además, la última encuesta Origen-Destino en Hogares del INEGI destacó que entre semana en la Zona Metropolitana del Valle de México se realizan más de 34 millones de viajes a centros de trabajo. Más allá del tema del tiempo de traslado promedio de 2 horas diarias, repercute también en el tema económico, pues hasta el 25% del salario se va en transporte. En este punto estoy de acuerdo con Jane Jacobs, teórica del urbanismo, al decir que “el efecto destructivo de los automóviles es mucho menos una causa que un síntoma de nuestra incompetencia al construir la ciudad”.
Una realidad es que la población y el parque vehicular siguen y seguirán creciendo anualmente y por ello veo imprescindible impulsar políticas de diseño urbano que garanticen el derecho a vivir las ciudades, y no a sufrirlas, de manera que se requiere cambiar el paradigma en el que diseñamos y construimos el futuro inmobiliario, cada vez más caro e inasequible.
A pesar de que los usos mixtos son un modelo innovador que ha podido contribuir para resolver en parte la gran problemática de movilidad a la vez que propone una calidad de vida mayor, es un modelo concebido con oferta de vivienda de los segmentos residenciales plus y premium (por arriba de los 8 millones de pesos promedio), donde el impacto en la vivienda se queda muy segmentado a la población con mayores recursos, reduciendo el impacto significativo. Por lo tanto ¿qué pasa con el resto de la población? Sigue en rezago habitacional y con suerte, comprando propiedades usadas no nuevas, o bien, rentando en lugar de comprando.
Cuando hay un crecimiento de cosas qué hacer, se impulsa lo residencial. Es así como exhorto a pensar en un tipo de producto inmobiliario basado en la estructura y concepto de un uso mixto, pero enfocado a un segmento de interés medio que es el que domina el grueso en la demanda habitacional y, por ende, el volumen potencial en las transacciones. Ubicándolos también en aquellas zonas con mayores áreas de oportunidad en su mejoramiento urbano y con los mayores niveles de densidad poblacional.
¿Por qué no apostamos a este segmento para tener un impacto mayor en las transacciones inmobiliarias a la vez que propiciamos la construcción de una ciudad más incluyente pero vanguardista?, recuperando los espacios, creando nuevos imanes de inversión y polos de generación de empleos, porque como lo he dicho, la vivienda comienza donde la casa termina.