El High Line de Nueva York, cinco años de un 'proyecto mágico'
El "High Line" de Nueva York, un parque urbano construido sobre una antigua vía de tren, celebró esta semana su quinto aniversario, orgulloso de atraer a cerca de cinco millones de visitantes por año, más -según sus responsables- que la Estatua de la Libertad.
Inspirado en el "Paseo plantado" de París, el High Line se extiende de 2.3 kilómetros en el oeste de Manhattan, de Gansevoort Street, al sur de la calle 12, a la calle 30.
Construido sobre una vía de ferrocarril que iba a ser demolida, el paseo público destinado solo a peatones, adornado con más de 300 especies de plantas perennes, hierbas, arbustos y árboles cuidadosamente mantenidos, ofrece espectaculares vistas de las calles y edificios de Manhattan y del río Hudson.
El paisajista holandés Piet Oudolf, que concibió el diseño, favoreció el aspecto salvaje, en cambio constante acorde con el paso de las estaciones, y conservó algunos tramos de la antigua línea de ferrocarril.
El mobiliario urbano que invita al descanso, los proyectos artísticos, las animaciones, la gratuidad y los horarios -abre en verano de 7:00 a 23:00 horas- lo han convertido en un lugar de encuentro muy apreciado por los turistas y los neoyorquinos.
Como un oasis verde en la ciudad, la gente acude allí para caminar, descansar, pintar en medio de la vegetación, disfrutar de la vista.
"Este año pensamos tener más de cinco millones de visitantes, más que la Estatua de la Libertad", se enorgullece Jenny Gersten, directora de "Amigos de High Line", una organización sin fines de lucro que gestiona y mantiene el parque urbano ayudada por un ejército de voluntarios.
"El éxito ha superado todo lo que nos pudimos imaginar", dijo, y contó que el 8 de junio de 2009, cuando los dos fundadores, Joshua David y Robert Hammond, inauguraron la primera etapa del parque, "se preguntaron: '¿La gente vendrá? ¿Cuántos serán? ¿Seguirán viniendo?'".
Experiencia única
Un segundo tramo le siguió en junio de 2011 y actualmente se trabaja en un tercero, entre la calle 30 y la 34, que está previsto que se inaugure a finales de año.
"Esta es una experiencia única en Nueva York, que te transporta a nueve metros del suelo, para mirar (la ciudad) de una forma que no te permite ningún otro lugar", dice Jenny Gersten.
El proyecto tomó 10 años: en una reunión de vecinos, en 1999, Joshua David y Robert Hammond, en ese momento solos contra el resto, propusieron la idea de preservar la vía abandonada entre la maleza y hacer un parque en el aire.
"En ese momento era un sueño, pero teníamos una pequeña esperanza de que se materializara", dijo Joshua David, un experiodista.
Pero después de unos primeros obstáculos, lentamente el proyecto fue tomando forma. El alcalde Michael Bloomberg le dio su apoyo, invirtiendo 112 millones de dólares en la construcción del parque, cuyos trabajos comenzaron en 2006.
Los Amigos de High Line también recaudaron recursos.
Cinco años después de su apertura, el mantenimiento y la gestión de funcionamiento son en un 90% financiados por donaciones personales, de corporaciones y de fundaciones, según David, que saluda este "inusual" tipo de financiación.
Y 15 años después de que tuvo ese sueño, no puede menos que ofrendar el pastel de aniversario a los voluntarios y amigos del High Line.
"Es un proyecto mágico", dice. "Esperamos 400,000 personas" voluntarias por año, dice.
El High Line, a veces repleto los fines de semana, transformó por completo en pocos años los barrios que atraviesa, atrayendo una gran inversión inmobiliaria al sector oeste de Chelsea.
Marie Detree, una parisina que está de visita, dijo estar maravillada y completamente "adicta" al parque.
"Es muy bello, tiene un diseño muy bello, muy depurado y al mismo tiempo muy funcional. Es increíble", afirma, precisando que viene aquí a caminar todos los días.