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Los colosos cinematográficos de la Ciudad de México

¿La demolición es el único destino de las grandes y antiguas salas de cine? Dos arquitectos recuerdan su historia y explican por qué debemos salvarlos.
mié 04 marzo 2015 03:49 PM
Opera 2
Opera 2 - (Foto: Flickr/ Cazucito)

Hay una especie en extinción que habita la Ciudad de México. No es endémica de alguna región o continente, sino de una época pasada. Aunque muchas de sus huellas fueron borradas del paisaje urbano, aún podemos ver algunos escondiéndose a la sombra de altos y modernos edificios.

Y no, no hablamos a una tragedia ecológica, nos referimos a un drama arquitectónico: la extinción de las titánicas salas cinematográficas. Recintos que llegaron a tener hasta 7,500 butacas a las que todos asistían vestidos elegantemente, y que a mediados del siglo pasado abundaban en las principales ciudades del país, especialmente en la capital mexicana.

Sus primeros creadores fueron arquitectos que a inicios del siglo XX decidieron imaginar espacios tan mágicos como el contenido que proyectaban. Y ello les trajo retos muy distintos a los de otras construcciones de la época.  

"En los años 30 el cine ya es un entretenimiento masivo, muy alejado del teatro y el circo. Necesitaban toda una ambientación para darle un sentido de elegancia, pues ir al cine era un evento social significativo", explica Alejandro Ochoa, que escribió junto con Francisco Alfaro el libro La república de los cines.

Los cines más elegantes debían de tener forzosamente marquesinas iluminadas, un pórtico, vestíbulo, dulcería, escalinatas, sillones e iluminación.

Aunque los más populares, apodados cines piojito, también adaptaron estos elementos, pero en versiones mucho más modestas, como las gradas de concreto sin asientos y fachadas sin detalles ni colores.

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El arquitecto estadounidense Charles Lee aseguraba que "el espectáculo de los cines debía comenzar desde la calle", refiriéndose a los llamativos frentes y marquesinas.

En México dejó plasmada esa aseveración en sus creaciones: el cine Lido, ahora también sede de la librería Rosario Castellanos; y el Lindavista, ambos de 1942. También construyó el cine Chapultepec, en 1943, y el Tepeyac, en 1944.

Los dos primeros se caracterizaron por incluir una imponente torre en medio de la construcción, mientras que el Chapultepec, ubicado en el predio en el que hoy está la Torre Mayor sobre Paseo de la Reforma, era de los más exclusivos.

Los recintos monumentales

 

FOTO: Flickr/ Ismael Villafranco

Los contratiempos que enfrentaron los constructores a inicios del siglo XX fueron principalmente técnicos, pues eran proyectos que debían adaptarse a una industria naciente que empleaba tecnología avanzada para su época. 

"Los arquitectos comenzaron a estudiar la isóptica para que todos los asistentes de la sala, sin importar el lugar en el que estén sentados, pudieran apreciar correctamente la pantalla. También fue necesario hacer consideraciones de acústica, para lo que se trajeron especialistas de Estados Unidos", señala el arquitecto Gerardo Guízar, académico de la facultad de Arquitectura de la UNAM.

Una vez solucionados los problemas de visión y sonido, los cines también necesitaron contar con un estilo, si es que querían distinguirse de los demás.

El art déco fue la principal corriente que influenció el diseño de estos cines; un movimiento arquitectónico que atinadamente retoma muchas de sus características de la película Metrópolis, de Fritz Lang.

Este estilo se caracterizaba por mostrar figuras geométricas y robustas. Usaba materiales duros, como el concreto y el acero para sus estructuras.

Destacan los cines París y Dorado 70, del arquitecto Juan Sordo Madaleno; el Encanto, de Francisco Serrano; y el Cosmos, de Carlos Crombe. Sólo el último logró sobrevivir y estuvo abandonado casi 20 años. Sin embargo, el recinto fue considerado para formar parte de un centro cultural, que ya está en marcha y bajo la dirección del despacho Ten Arquitectos.

Nota:  Un paseo al cosmos con Enrique Norten

También destaca el cine Ópera, de Félix Nuncio, que tenía en su cara principal una altísima fachada formada por rectángulos. Al centro, sobre la marquesina, hay dos pilares, que en su extremo superior están curveados hacia fuera, y en su base reposan un par de estatuas que recuerdan las tragedias griegas.

Contaba con un amplio ventanal que iluminaba el vestíbulo, alfombrado y con mobiliario fino, acabados de madera y un imponente candelabro al centro de la sala cinematográfica.

El edificio sobrevive en abandono y su interior se encuentra en ruinas. No se ha anunciado un proyecto nuevo de restauración.

 

Querida, encogí a los cines

 

FOTO: Flickr/ Brenner Paul

A partir de 1970 comenzó una nueva era para el cine. Se popularizaron nuevos formatos que permitían exhibir más de una sola película a la vez, ya que la producción cinematográfica iba en aumento y las salas querían tener más ganancias.

"En los años 70 –añade Alejandro Ochoa– se popularizaron los multicinemas, pues ya no era práctico el tener una sola sala. Como su diseño comenzó a perder importancia, esto representó una caída espectacular en la arquitectura de los cines. Aquellas grandes mono-salas eran de tiempos en los que no había televisión y la gente iba al centro a encontrar entretenimiento".

Otra de sus transformaciones fue la de incluir a los cines dentro de los centros comerciales. Esta tendencia se importó de la cultura estadounidense, pues "el helado clima invernal de algunas regiones de Estados Unidos obligaba a las personas a pasar sus ratos libres en espacios cerrados, como los centros comerciales. Ahí surgió la idea de anexarles salas de cine, para que no hubiera necesidad de exponerse al frío", explica Gerardo Guízar.

México copió ese modelo, haciendo más complicado el surgimiento de cines como espacios autónomos y separados del shopping

 

La caída de los colosos

 

FOTO: Panoramio

A pesar del valor histórico y arquitectónico de estos monumentales edificios, fueron demolidos para dar paso a nuevos proyectos.

Entre las 'pérdidas' más recientes están el cine Manacar, en Insurgentes y Río Mixcoac, donde se levanta una nueva torre de 30 pisos; también fue demolido el Continental, en Eje 4 y Avenida Coyoacán, que en sus años de esplendor fue conocido como la 'Casa de Disney' por su fachada en forma de castillo, pero será transformada en una tienda de autoservicio.

El cine Chapultepec fue borrado para dibujar la esbelta silueta de la Torre Mayor, y el cine Latino ahora es un lote vacío que se usa como estacionamiento; ambos sobre Paseo de la Reforma.

Nota: Ciudad de México, entre las urbes del séptimo arte mundial

Uno más, el Florida, que presumió ser el cine más grande del mundo con 7,500 butacas, tuvo un final todavía más trágico. Tal como sucede en la película Cinema Paradiso, un incendio dejó inservibles sus instalaciones y tuvo que ser demolido.

"Si bien muchos de los cines habían perdido su función, se pudo haber replanteado la utilidad de estos edificios. Sin embargo, es una tendencia mundial: la ciudad se devora a sí misma, y es parte de la condición humana que constantemente busca modificar sus espacios", dice Guízar.

Afortunadamente, estos colosos son una especie terca que se niega a desaparecer por completo. Aún hay ejemplos como el Plaza Condesa o el Teatro Metropolitan que encontraron en los conciertos y espectáculos su salvavidas.

Por otro lado, los cines que exhibieron cine para adultos siguen operando, como el Savoy, el Venus y el Teresa, que recientemente dejó de proyectar cine erótico.

Alejandro Ochoa aseguró que "los cines son parte del equipamiento social y urbano de las ciudades pero el gobierno parece no considerarlo así. Son necesarios. Algunos barrios y pueblos se quedaron sin un solo cine. Se perdieron totalmente estos espacios de encuentro social. Es una pérdida irreversible".

Dentro de estos gigantes, aunque algunos parezcan escenarios de películas de terror, están celosamente guardados los recuerdos de toda una época del cine.

Fueron los que dieron vida a Cantinflas, a los dramas de Pedro Infante o las aventuras de Tin Tan, y los que nos permitieron conocer la implacable comedia de Charles Chaplin, la sensualidad de Marilyn Monroe o el suspenso de Alfred Hitchcock. Cuando nos preguntemos ¿qué será de nosotros sin ellos? Un eco sencillamente nos responderá: "siempre tendremos París".

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Arquitectura

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