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Nota del editor: Esta nota se publicó originalmente en la   edición 531 de la revista Obras , 10 Despachos + Disruptivos, correspondiente a marzo de 2017.   

Cuando Rafael Barona supo que uno de los arquitectos más innovadores del mundo estaría presente en la escena arquitectónica de Puebla, decidió participar. "Iba a haber una obra de Toyo Ito en México y yo no me la quería perder, así de simple", cuenta.

Con su despacho Arquitecturame, Barona ha pasado los últimos años tratando de conjugar la estructura con la arquitectura a partir de elementos prefabricados, y así lograr que las fachadas no funcionen solo como elementos adosados.

El tema le empezó a interesar porque veía a muchos arquitectos frustrarse con fachadas que eran muy interesantes, pero que por ser meramente ornamentales a la hora de ponerles precio no eran rentables. Por eso todas las obras de la firma tienen un factor común: la fachada y la estructura son una sola cosa.

Esa naturaleza innovadora convenció a Barona y su equipo de trabajo de que podían quedarse con el proyecto del Premio Pritzker de arquitectura, Toyo Ito, pero sabían que para lograrlo tendrían que ir un paso más allá.

Las curvas del diseño del arquitecto japonés hacían que el proyecto fuera aún más retador para el despacho, que desde hace años trabaja en cómo materializar piezas con geometrías poco convencionales.

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"Modelar es tan sencillo que se aparta mucho de la capacidad real de construcción, se vuelve un limbo —comenta Barona—. La geometría realmente queda huérfana, ya da lo mismo cómo se llamen las figuras, hay que hacer magia con el modelo".

Foto: Cortesía del despacho

El despacho recibió el render del Museo Internacional del Barroco, en Puebla, con pocas especificaciones, no más allá de que debía construirse con concreto blanco. Lo primero que hicieron fue calcular cuántos metros de cimbra requeriría un edificio con esas características. Tras cotizar con empresas especializadas, se dieron cuenta de que trabajar de esa manera sería escandalosamente caro.

Pero entonces llegó la idea: construirían prácticamente sin cimbra. La clave estuvo en utilizar piezas prefabricadas; la parte exterior de los muros, que consiste en dos caras de 65 mm de concreto blanco a modo de sándwich, fue precolada, y la parte interior fue colada en sitio con concreto gris, lo que representó un ahorro de 75% por ser mucho más barato que el blanco.

"El resultado es un colado de seis metros de altura que no tiene un solo accesorio de cimbra —explica Barona—. La misma pieza es la que funciona como cimbra".

El proyecto los llevó a ser el segundo lugar de los #10Despachos + disruptivos 2017 de Obras.

Entérate: Sin Manual, el filme sobre la construcción del Museo del Barroco

Para el arquitecto, ésta era la única solución viable, porque al revisar el proyecto arquitectónico se dio cuenta de que los muros tenían 36 centímetros de ancho y, al ser tan delgados, era imposible meter columnas. El muro debía trabajar como estructura, no existía la posibilidad de que fuera solo un adorno.

Lo que hizo Arquitecturame fue trasladar toda la geometría del edificio a un taller y, después, ensamblar el rompecabezas en la obra y rellenar.

Barona cuenta que cuando llegaron los japoneses a ver la planta de prefabricados, pensaban que iban a ver un robot hacer sus piezas, y lo que encontraron fue madera, mucha mano de obra y una capacidad de hacer las cosas de forma muy simple.

Lee más: 3 retos de la disrupción que encaran los #10Despachos 2017

"La única inversión importante fue la máquina de control numérico, que es lo más básico", afirma.

Foto: Notimex

El arquitecto está convencido de que reproducir esta técnica en la construcción representa ahorros muy importantes, ya que el museo costó menos de lo que hubiera representado solo la cimbra necesaria para construirlo con métodos tradicionales.

Gracias a este atractivo, después de realizar el edificio, al equipo le han llovido los pedidos, incluyendo propuestas para tres museos más y para un corporativo en Morelia.

El mayor impedimento que tuvieron fue la resistencia al cambio, ya que en el medio no entendían cómo ellos pretendían colar las estructuras en sitio.

Sin embargo, Barona no duda en que romper con los esquemas tracionales es lo que debe hacer todo arquitecto. "Nos dio gusto darnos cuenta de que la innovación se paga muy bien —afirma—. Es el mejor negocio que hay".

* ESPECIAL: 10 Despachos 2017

 

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Arquitectura

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