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El reto de construir una vinícola con desechos

Vinícola Bruma conjuga técnicas indígenas con tecnologías actuales, logra un sello distintivo y se integra a su entorno de forma natural.
mar 25 julio 2017 11:04 AM
Vinícola_foto portada
Vinícola_foto portada - (Foto: Cortesía TAC/Humberto Romero)

Nota del editor: Esta nota se publicó originalmente en la  edición 534 de la revista Obras , 'Un plan para rescatar a ICA', correspondiente a junio de 2017.

(CIUDAD DE MÉXICO) – Sustentabilidad, homogeneidad con el ambiente y combinación de tecnología reciente con técnicas de construcción indígenas se reúnen en la Vinícola Bruma, en Valle de Guadalupe, Baja California.

De ese modo, la obra cumple con todos los preceptos que su artífice, el arquitecto Alejandro D’Acosta, busca y que sintetiza en una reflexión: las construcciones no deben ser vistas, tienen que ser descubiertas.

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El proyecto fue planeado por un grupo de ocho amigos empresarios, encabezado por Juan Pablo Arroyuelo. Sin ninguna experiencia en la industria vinícola (Arroyuelo es directivo en una empresa del sector asegurador), decidieron invertir en Ensenada por sus paisajes y su riqueza gastronómica.

La idea surgió hace 20 años, pero la planeación comenzó oficialmente hace cinco. Tras producir la primera añada de vino, los empresarios se sienten satisfechos con el resultado: un diseño discreto y en contexto con el entorno. "Me atrevería a decir que es una de las vinícolas más bonitas del mundo. Superó mis expectativas con creces", afirma Arroyuelo.

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Consumo local. Todos los materiales utilizados fueron recabados en la misma región vitivinícola. 

Los socios se pusieron en contacto con el arquitecto Alejandro D’Acosta, director y fundador de Taller de Arquitectura Contextual (TAC), por su experiencia en otras vinícolas y su conocimiento de la región.

El componente clave, propuesto por el arquitecto y que diferencia a esta construcción de las 87 que se dedican a producir vino en Valle de Guadalupe (en Baja California se produce 90% de los vinos del país, según la Secretaría de Turismo estatal), es que Bruma está hecha con desechos.

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Arroyuelo dice admirar a sus socios porque tienen alta resistencia al riesgo: todo lo hecho en la construcción es inusual, atípico y desconocido, sostiene.

El proyecto, que incluye la vinícola, un hotel y las villas, pero sobre el que no quisieron revelar el monto de inversión, fue elaborado con las formas de construcción que el arquitecto observó de los indígenas de la sierra de Oaxaca.

Consumo local. Todos los materiales utilizados fueron recabados en la misma región vitivinícola. 

 "Este aprendizaje viene de sistemas de eficiencia que están en nuestra tradición y que, de alguna manera, están inertes o implícitos en nuestro ADN", explica D’Acosta.

El también académico agrega que, después de 30 años de ser maestro (15 en la Universidad Iberoamericana, 10 en la UNAM y 5 en la Técnica, de Berlín) sus trabajos más importantes son acercamientos a comunidades indígenas con metodologías y sistemas de expresión contemporánea, en los que también participaron sus estudiantes.

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Además, se apega a esta manera de trabajo, ya que dichas comunidades son las más eficientes en términos ecológicos.

La metodología de la basura

Este proyecto tomó cinco años de planeación y uno más de obra para edificar 2,000 m2. Los sistemas de edificación y el uso de materiales reciclados optimizaron los costos de tal manera que se construyó 50% más de superficie adicional a lo que había previsto el presupuesto inicial.

Identidad. Las paredes están cubiertas por piezas de madera que comparten la calidad y el tamaño.

Ningún recurso sobró. Para la construcción se usó madera, acero, concreto y diferentes tipos de PVC que no afectan al ambiente. "Por ejemplo, utilizamos una sola pieza de madera 7,500 veces, como si fuera un Lego, para ponerla en el techo, en los espacios soportados por vigas, que están hechas de desechos de coches usados en Mexicali", señaló D’Acosta. Los materiales fueron encontrados y adquiridos a menos de 200 kilómetros de la obra.

Para recabar todo este material, el despacho contrató a una persona encargada únicamente de esta labor. No se trata solo de encontrar la 'basura', sino de asegurarse de que el desecho cuenta con la calidad y las características necesarias para el proyecto.

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Dependiendo de su origen y para qué se va a utilizar, pasa por un tratamiento a fin de garantizar su durabilidad y se monta en la obra.

D’Acosta cuenta que fue difícil convencer a los clientes de invertir millones de pesos en materiales usados; sin embargo, su trayectoria con otras vinícolas del lugar, como Casa de Piedra, ayudaron a convencerlos, además del elemento poético de la construcción al resignificar los materiales.

Ciclo de reciclaje. Los desechos reutilizados pasaron por un tratamiento para garantizar su durabilidad.

"Adquirir la basura fue el principal reto. Por ejemplo, necesitamos 38,000 palitos de madera del mismo tamaño y calidad para las paredes del restaurante. Primero conseguíamos 16,000, después 3,000, luego nos faltaban 600...", cuenta Arroyuelo.

Se comprobó el origen de los materiales y se verificó que en su proceso no participaran personas explotadas laboralmente.

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El papel del clima

Bruma cuenta con 32 hectáreas de viñedo pero, para poder producir un buen caldo, es necesario tener una temperatura ideal. Para ello, se construyeron las cavas subterráneas: 80% de la obra está edificado bajo tierra y la superficie que sobresale es totalmente discreta y homogénea con el ambiente.

El arquitecto explica que fue necesario primero trabajar con la gravedad, para que los vinos no se oxigenaran ni hubiera que utilizar bombas hidráulicas dentro del edificio, y que el caldo circulara a través de mangueras.

Resignificar materiales. El edificio está soportado por un encino muerto hallado en la zona. 

Esta tecnología actúa como un guante a la medida de la ideología del enólogo Hugo D’Acosta, hermano del arquitecto, quien también trabaja en el cuidado del medio ambiente con procesos sustentables y ahora se encarga de la producción del vino.

A fin de tener el control de la excava ción y los muros de contención subterráneos, el equipo de trabajo apostó por una estrategia clave: empleó estructuras en forma de araña para que se fueran agarrando las unas con las otras y así soportar la bodega y los empujes del suelo.

El edificio está soportado por un encino muerto que se encontraba desde hace cientos de años en la zona. Toda la estructura gira en torno a él. D’Acosta quiso darle una "muerte digna" y utilizarla como un símbolo, como los indios Pai Pai, originarios de Baja California.

La estructura contextual permitió que se usaran los árboles de la zona, para que la obra se inmiscuyera de manera más profunda en la región.

Historia. Hace 20 años surgió la idea del proyecto; sin embargo, fue hasta 2012 cuando arrancó la plantación.

Esta no fue la única dificultad que el arquitecto y los clientes resolvieron durante la ejecución de la obra. En Valle de Guadalupe el agua es escasa, para lidiar con este desafío se creó un sistema de aislamiento de bruma en el techo de la vinícola (de aquí el nombre de proyecto), que ayuda al cultivo de los viñedos.

Es una cama de agua que refleja el calor, modula la temperatura dentro del edificio y retarda la vaporización.

La estructura hidrosensible aporta también un gran elemento estético, al reflejar el paisaje alrededor de la obra. El agua también se guarda en una cisterna, se recolecta de la lluvia y se utiliza para riego, limpieza y mantenimiento del lugar.

En la construcción abundan los colores terrosos y las piedras extraídas del mismo lugar. Incluso, los jardines tienen una gama de colores rojiza, que logra camuflarse con el desierto.

El sistema de aislamiento de bruma instlado en el techo de la vinícola favorece el cultivo de los viñedos. FOTOS: Cortesía TAC/Humberto 

La vinícola es casi imperceptible a lo lejos. Y este es el objetivo de la obra. La naturaleza y la edificación conviven en armonía, sin que uno parezca ser interrumpido por el otro.

Se siguió un sistema restaurativo del paisaje, ya que se ubicó la vinícola de acuerdo con las estructuras bioclimáticas de la región y con la manera en la que trabajaba la topografía.

El diseño del paisa je se realizó en cojunto con Claudia Turrent. Se utilizaron plantas endémicas, que fueron cuidadas por biólogos para que tuvieran la menor merma posible. "Vienen de la Universidad de San Diego para estudiar el rescate de la flora del lugar", señala Arroyuelo.

Otro reto de la construcción fue la con tratación de trabajadores, por la alta demanda de personal que se registra en Ensenada. El equipo resolvió el problema con la contratación de migrantes que regresan a nuestro país que, además de laborar en la construcción, también son considerados para permanecer en el proyecto, como el chef David Castro.

Arquitecto Alejandro D'Acosta. FOTO: Gladys Serrano

La iluminación juega un papel importante en la elaboración del vino. Bruma es un proyecto hecho desde la sombra. Busca una arquitectura emocional que se logra debido a que son pequeños poros los que permiten la entrada de la luz, así que la vista se enfoca solamente en la estructura del lugar.

"Está hecho como la escenografía de un teatro. Hace un aforo oscuro para después matizar los lugares que son importantes”, señala D’Acosta.

Las emociones transmitidas a través de las sombras, y la magnificencia de los árboles que soportan la estructura, es la huella que D’Acosta deja en el edificio.

"La construcción de la vinícola fue importante porque estaba pasando por muchísimo sufrimiento, así que está manifiesto en el edificio. Mi estado de ánimo se representa y no puede pasar desapercibido", comenta el arquitecto.

Su intención es que la arquitectura sea una provocación de nuevos sistemas de pensamiento, quiere crear edificios que restauren el paisaje, no que lo conserven.

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Arquitectura

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