Ambas se conocieron mientras estudiaban en la University College de Dublín. De inmediato congeniaron y se dieron cuenta de que su manera de pensar la arquitectura era similar, por lo que al graduarse fundaron Grafton Architects, su despacho.
Desde entonces han hecho una mancuerna inseparable que las ha llevado a ser reconocidas en todo el mundo por sus obras y la manera de construirlas. El dúo se preocupa por hacer que sus edificios sean útiles para las personas que los habitan, como para el entorno.
Esta idea es la que han comunicado a sus estudiantes. En 1976, después de terminar la carrera en arquitectura, ambas comenzaron a dar clases en la UCD, en donde permanecieron como profesoras hasta 2015. “Enseñar para nosotras fue siempre una realidad paralela”, ha dicho Farrell.
Y agregó: “Y es una manera de tratar para destilar nuestra experiencia y regalarla a otras generaciones que vienen para que realmente jueguen un papel en el crecimiento de esa cultura. Entonces, es una cosa de dos vías, aprendemos de los estudiantes y esperamos que los estudiantes aprendan de nosotros”.
Su relación como colaboradoras se consolidó con el tiempo y ambas aprendieron a complementarse con sus virtudes y fortalezas. Para Farrell, su compañera Shelley es tenaz e intrépida. La describe como “una arquitecta en cada molécula de su existencia”, y alguien que no permitiría que las cosas sean más que lo mejor.
