Los arquitectos José Pablo Ambrosi y Loreta Castro Rivera se encargaron de hacer la obra, parte del Programa de Mejoramiento Urbano, una realidad. Antes de la intervención se trataba de un antiguo represo que estaba seco durante cuatro meses del año, pero el resto del tiempo se inundan y almacenaba agua, lo que ponía en riesgo al desarrollo urbano desorganizado que creció en su perímetro.
Años anteriores distintos gobiernos habían intentado reformar el espacio, pero habían establecidas cinco familias en el terreno del represo, por lo que no se había logrado modificar la zona. Por lo que como parte de la actual estrategia, se trabajó con el gobierno municipal y la Cámara Nacional de la Industria del Desarrollo y Promoción de la Vivienda (Canadevi) para ofrecer vivienda nueva y digna a los habitantes.
Así, que después no sólo se logró reforzar la zona, “a través de una válvula de escape y un sistema de muros de retención de gaviones de piedra colocados geométricamente”, como dice Taller Capital, sino que también se construyó un parque que se ha convertido en un espacio público inundable, como lo califica The Architectural Review, organizadora del concurso. Cuando el agua sube en el represo, las áreas de juegos instaladas se llenan también.
La mejora también incluye un espacio de usos múltiples que enmarca la entrada y funciona también como mirador. También hay una plaza inclinada que funciona como teatro al aire libre, además de un pórtico de contemplación y sombra, juegos infantiles y canchas para practicar deporte.
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Alrededor se construyó un andador peatonal de piedra, “imitando los pozos de paso de India”, que permite que la población esté involucrada con el represo, pero manteniéndolos a salvo. Igualmente incluyeron un área de vegetación desértica endémica que será usado como refugio para preservar especies locales únicas de la región.
El proyecto tuvo una inversión de más de 100 millones de pesos.