Cómo es vivir en... Santa María la Ribera, entre encarecimiento y tradición
La colonia conserva vestigios de su historia y un valor arquitectónico único, pero pasa por transformaciones que encarecen su vivienda a ritmos acelerados.
El Jardín del Niño Jesús y el Kiosco Morisco continúan como su centro simbólico y ancla turística, alrededor de los cuales se concentra parte de la nueva oferta gastronómica y cultural.(Moisés Pablo Nava)
Diana Zavala
En el corazón de la Ciudad de México, Santa María la Ribera conserva la imagen de un barrio con historia y, a la vez, el pulso de una zona que se reconfigura entre nuevos desarrollos, precios en ascenso y un entramado social diverso.
Construida a mediados del siglo XIX, fue la primera colonia planeada fuera del Centro Histórico, pensada para clases medias y altas que buscaban salir de las calles congestionadas de la capital.
En ese momento Santa María la Ribera materializó elementos propios de la modernidad: calles amplias, parques y viviendas inspiradas en la arquitectura francesa, recuerda la investigador Adrián Hernández Cordero, de la Universidad Autónoma Metropolitana, en la revista del Colegio de San Luis.
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Con el paso del tiempo, las industrias, los nuevos ejes viales y la migración transformaron el paisaje. A partir de los años setenta, la apertura del Eje 1 Norte dividió la colonia en dos: al sur, una zona de ingresos medios, al norte, vecindades y talleres.
Tras los sismos de 1985, el barrio recibió a familias desplazadas de otras zonas céntricas, lo que reforzó su carácter popular y mantuvo alejados a los inversionistas por más de una década.
El regreso de la inversión
El punto de inflexión llegó en el 2000, cuando el gobierno capitalino publicó el Programa Parcial de Desarrollo Urbano de Santa María la Ribera. El documento, analizado en el artículo Santa María la Ribera, Santa María la Ratera y Santa María la Juarica, detectó una colonia despoblada, con más de 70 inmuebles abandonados y 271 vecindades en deterioro.
Su diagnóstico la clasificó como “área con potencial reciclamiento” por su ubicación y valor patrimonial.A partir de esa política comenzó un proceso de redensificación.
Hernández Cordero documenta que entre 2008 y 2020 se levantaron 68 nuevos edificios habitacionales y otros 12 están en construcción, con alrededor de 1,900 departamentos. Muchos de ellos sustituyeron casonas o lotes baldíos.
Esta modificación llevó no solo a un cambio de la apariencia de la colonia, sino de los valores inmobiliarios. De acuerdo con el portal Propiedades.com, el precio promedio por metro cuadrado pasó de 28,571 pesos en 2020 a 55,384 pesos en 2025, mientras que la renta subió de 200 a 265 pesos por metro cuadrado.
De barrio popular a vecindario mixto
El cambio inmobiliario trajo consigo nuevos habitantes. Hernández Cordero describe el fenómeno como “un proceso de gentrificación liderado por el Estado, acompañado por empresarios inmobiliarios y demandado por las clases medias”. Estos nuevos residentes, en su mayoría jóvenes con estudios universitarios y ocupaciones en sectores culturales o creativos, eligen Santa María por su ubicación, conectividad y oferta cultural, sin necesariamente ser propietarios.
Las cifras demográficas lo confirman: en 2015 la colonia tenía 43,190 habitantes, 3,651 más que en 2000, lo que revirtió la tendencia de despoblamiento registrada en los noventa. Sin embargo, el aumento de precios y servicios también desplazó a vecinos de ingresos bajos, en particular adultos mayores y familias con rentas congeladas.
El encarecimiento de la colonia ha despertado protestas contra la gentrificación.(Rogelio Morales Ponce)
Comercio de barrio y rentas dispares
El cambio se nota también en los locales. De acuerdo con información de Spot2, el uso de suelo mantiene un predominio habitacional con comercio en planta baja sobre avenidas como Salvador Díaz Mirón, Manuel Carpio y Jaime Torres Bodet.
Los corredores no forman un eje continuo, pero sí zonas con flujo peatonal donde predominan cafeterías, restaurantes pequeños y tiendas de conveniencia.
El estudio señala tres niveles de renta: locales básicos o en obra blanca, de 260 a 450 pesos por metro cuadrado; espacios semiacondicionados o “plug & play”, entre 440 y 550 pesos, y locales dentro de edificios clase A, de 550 a 1,100 pesos por metro cuadrado.
El tipo de consumo responde al perfil demográfico: formatos de conveniencia, servicios personales, cafés de autor y pequeños espacios culturales.
Los analistas de Spot2 explican que “su valor cultural es una ventaja competitiva, pero también impone restricciones, ya que buena parte del parque inmobiliario está catalogado y requiere permisos especiales para remodelación”.
Buena parte del atractivo del barrio sigue siendo su arquitectura. De acuerdo con el Catálogo de Inmuebles con Valor Artístico del INBA, varias fachadas porfirianas y art déco están protegidas, lo que limita los cambios estructurales pero incentiva la rehabilitación y el uso mixto de espacios: vivienda, oficinas o comercios en planta baja.
El Jardín del Niño Jesús y el Kiosco Morisco continúan como su centro simbólico y ancla turística, alrededor de los cuales se concentra parte de la nueva oferta gastronómica y cultural.
Una colonia en transición
Los estudios sobre Santa María la Ribera coinciden en que el barrio atraviesa una reconfiguración profunda. Sin perder del todo su carácter popular, se convierte en un territorio de mezcla social, donde conviven antiguos vecinos, familias que compraron vivienda hace décadas y nuevos inquilinos atraídos por su valor histórico y ubicación.
Vivir allí hoy significa compartir un espacio donde los edificios de seis pisos se levantan junto a casonas afrancesadas, los mercados tradicionales conviven con cafeterías especializadas y el pasado porfiriano se superpone al dinamismo de una ciudad que se rehace desde su interior.