El edificio se ubicó estratégicamente entre la recién inaugurada Ciudad Universitaria y El Caballito, el histórico punto urbano sobre el cruce de Paseo de la Reforma y Bucareli.
Así surgió un eje metropolitano limpio y evidente: Caballito-Teatro de los Insurgentes-CU. Este eje resultaba un conocimiento básico para peatones y conductores de una ciudad que aún podía caminarse y que para muchos visitantes seguía siendo la "Ciudad de los Palacios", señala Dallal en la Revista Imágenes de la UNAM.
Una arquitectura estudiada hasta el último detalle
Detrás de la construcción del teatro se encuentra una historia de investigación arquitectónica rigurosa. Alejandro Prieto, el arquitecto responsable del diseño, realizó numerosas pesquisas técnicas acerca de la visibilidad, la congruencia funcional y la armonía espacial en las salas de espectáculos alrededor del mundo.
Su hermano, Julio Prieto, el primero de los precursores de los estudios relativos al diseño escenográfico en México, lo asesoró en el proyecto. Además, Julio Castellanos y Seki Sano participaron en las conversaciones iniciales sobre el concepto del recinto.
Cuatro décadas después de construir el teatro, Alejandro Prieto recordaba ante el escritor Vicente Leñero cómo había enfrentado el proyecto. "Con Julio (Castellanos) y con Seki (Sano) habíamos hablado de un teatro mixto, que cubriera los requerimientos del teatro comercial de alta calidad y que tuviera en cuenta las necesidades del teatro mexicano".
"Me puse a investigar serio estos temas que me interesaban desde antes", recordó. "Consulté todo lo que pude sobre construcción teatral de la época y el resultado fue un teatro con características propias, sumamente singular", declaró a Leñero.
La capacidad original del teatro era de casi 1,200 butacas, distribuidas de tal forma que desde cada una podían admirarse eventos teatrales de apreciables dimensiones. El diseño permitía escenografías de calado mayor.
El mural que desafió a la ciudad
La fachada del teatro presenta un mural de mosaicos diseñado por Diego Rivera que rápidamente se convirtió en uno de los íconos visuales de la ciudad.
La pieza mide aproximadamente 550 metros cuadrados sobre una superficie cóncava. Fue concebida para ser vista en movimiento desde la entonces bella y ancha avenida.
La construcción física del mural representó un desafío técnico considerable. Las placas de mosaico fueron más de 650, cada una de ellas midiendo un metro por 70 centímetros.
Rivera explicó que cuando recibió la comisión en 1953, decidió establecer de inmediato el tema del mural y el propósito del edificio. "Pinté en la parte baja del centro una gran cabeza enmascarada con dos manos femeninas enfundadas en delicados guantes de noche hechos de encaje", describió el muralista en su autobiografía Mi vida, mi arte.
Las manos señalan un antifaz del tipo de los utilizados en el famoso carnaval veneciano. Al garantizar el anonimato, estas máscaras permitían que la gente de distintas clases sociales pudiera convivir durante las fiestas públicas.
En este tenor carnavalesco, en el mural conviven personajes anónimos y conocidos, miembros de las clases altas y bajas, figuras históricas y de ficción.
Un recorrido visual por la historia nacional
El muralista cubrió el resto de la superficie con escenas de obras de teatro que reflejan la historia de México desde antes de la Colonia hasta mediados del siglo XX, conviviendo en el centro superior en un retrato de Cantinflas.
En el extremo izquierdo del mural aparece una monumental cabeza de un diablo y un ángel más pequeño, haciendo referencia al género de la pastorela.
Junto a ellos, Rivera incluyó un retrato de Hernán Cortés sojuzgando a un indígena. Entre los españoles de los tiempos del Virreinato se encuentra Juan Ruiz de Alarcón, uno de los dramaturgos hispanoamericanos más influyentes del período barroco.
El extremo derecho presenta un grupo de mujeres danzantes, libremente inspiradas por las figurillas de barro de Tlatilco del preclásico prehispánico, conocidas como "mujeres bonitas".
En los planos superiores asoman las figuras de los insurgentes de México: Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Benito Juárez del lado izquierdo, Emiliano Zapata del lado derecho, también con la tea ardiente.
Cantinflas: el corazón del mural
La referencia más clara al teatro mexicano incorporada por Rivera es el retrato de cuerpo entero de Mario Moreno caracterizado como Cantinflas, uno de los comediantes más destacados de México.
El personaje se había iniciado en el mundo del teatro popular de las carpas, por las que Rivera sentía gran admiración.