Frank Gehry, el arquitecto que enseñó que la belleza nace de lo ordinario
El creador del Guggenheim Bilbao murió este jueves a los 96 años, dejando edificios que cambiaron para siempre la forma en que el mundo entiende la arquitectura.
Frank Gehry dejó obras no solo con un estilo muy definido, sino con lecciones arquitectónicas sobre la resignificación de materiales. (jimkruger/Getty Images)
Redacción Obras
El creador del Guggenheim Bilbao murió este jueves a los 96 años, dejando edificios que cambiaron para siempre la forma en que el mundo entiende la arquitectura
El arquitectoFrank Gehry odiaba la malla ciclónica. Lo confesó en más de una ocasión. Pero ahí estaba, rodeando cada uno de sus proyectos, inevitable como la gravedad. Entonces tomó una decisión que definiría su carrera: si no podía vencerla, la convertiría en arte.
Esa capacidad para transformar lo despreciable en extraordinario fue el hilo conductor de una vida que terminó este 5 de diciembre, a los 96 años, pero cuyo legado permanece en cada esquina donde la arquitectura contemporánea se atreve a soñar.
Lo que Gehry dejó no es solo un catálogo de edificios icónicos. Es una lección sobre cómo mirar el mundo: con los ojos de quien ve poesía donde otros ven desechos, con la valentía de quien baila en la línea que separa el arte de la arquitectura sin caer nunca, como lo describió Paul Goldberger, crítico del New York Times.
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La transformación de un material despreciado, su huella
En 1979, Gehry enfrentaba el Museo Marino Cabrillo en California. Un compuesto de 20,000 pies cuadrados que necesitaba cohesión. La malla ciclónica que tanto detestaba se convirtió en su respuesta. La usó para "entrelazar" los edificios, creando lo que llamó "estructuras de sombra", según documentó el Premio Pritzker.
No era decoración, era arquitectura que abrazaba su contexto industrial con honestidad brutal.
Tres años antes había comenzado Santa Monica Place, donde colgó una cortina de malla ciclónica de casi 300 pies de largo y seis pisos de altura en uno de los muros exteriores.
Una segunda capa en diferente color deletreaba el nombre del centro comercial. Era publicidad, era arte, era arquitectura. Era todo al mismo tiempo.
Pero el manifiesto definitivo llegó con su propia casa. Entre 1978 y 1988, Gehry reconstruyó un bungaló existente en Santa Mónica usando aluminio corrugado, madera contrachapada sin terminar y, por supuesto, malla ciclónica.
El resultado estableció su reputación como arquitecto experimental de vanguardia, de acuerdo con el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Creó espacios ricos y entrelazados con materiales que cualquier constructor habría desechado.
"La arquitectura del señor Gehry es conocida por su dependencia de materiales ásperos y sin terminar y su yuxtaposición de formas geométricas simples, casi primales", escribió Goldberger. "Su trabajo es vastamente más inteligente y controlado de lo que suena para los no iniciados, es un arquitecto de inmensos dones".
Del cartón a la filosofía
Años antes, entre 1969 y 1973, Gehry había experimentado con otro material improbable, el cartón corrugado. Su línea de muebles Easy Edges, que incluía la pieza Easy Edges Body Contour Rocker de 1971, captó la atención nacional, según registra el MoMA.
Una de las líneas se llamaba Easy Edges, y hasta el nombre tenía un sonido relajado y accesible. Pero como señaló Ada Louise Huxtable, crítica de arquitectura y miembro del jurado del Premio Pritzker, no era arte fácil: "Mientras más relajado parece, más riguroso es el esfuerzo creativo que lo sustenta".
Esta aparente contradicción definió la carrera de Gehry. "Me acerco a cada edificio como un objeto escultural, un contenedor espacial, un espacio con luz y aire, una respuesta al contexto y la apropiación del sentimiento y el espíritu" escribió en 1980 para Contemporary Architects .
"A este contenedor, esta escultura, el usuario trae su equipaje, su programa, e interactúa con él para acomodar sus necesidades. Si no puede hacer eso, he fallado", agregó, según la documentación del Premio Pritzker.
Frank Gehry hizo de la malla ciclónica y cartón corrugado parte central de sus proyectos.(PapaBear/Getty Images)
Era una visión que fusionaba arte y función sin que ninguno dominara al otro. Gehry nunca hizo esculturas y las rellenó con usos posteriores. Tampoco envolvió formas poco convencionales en mampostería de falsa solidez.
Los materiales eran honestos, metal, madera contrachapada, vidrio. Se elegían por su flexibilidad, escala, transparencia, opacidad o reflexión, por los cambios de color, clima y luz.
El camino hacia el reconocimiento
Nacido en Toronto en 1929 con el apellido Goldberg, Frank Owen cambió su nombre a Gehry en 1954, el mismo año en que se graduó de la Universidad del Sur de California, de acuerdo con el Museo Guggenheim Bilbao.
Pasó brevemente por Harvard para estudiar planeación urbana, pero regresó a Los Ángeles. Trabajó con Victor Gruen Associates hasta 1962, cuando estableció su propia firma.
Un año crucial fue 1961, cuando se trasladó a París para trabajar con André Rémondet. Allí estudió las obras de Le Corbusier y Balthasar Neumann, según registra el Premio Pritzker. Décadas después diría: "Ronchamps nos humilla a todos", refiriéndose a la capilla de Le Corbusier.
Pero cuando alguien le preguntó si tenía mentores o ídolos en la historia de la arquitectura, Gehry tomó una fotografía de Brancusi de su escritorio y respondió, “en realidad, tiendo a pensar más en términos de artistas como este. Ha tenido más influencia en mi trabajo que la mayoría de los arquitectos", según consta en la documentación del Premio Pritzker.
Era una declaración radical. La arquitectura como arte, no solo como construcción. Y Gehry lo vivió desde California, donde desarrolló asociaciones cercanas con artistas de las escenas de Venice y Santa Mónica, particularmente Edward Kienholz, Robert Irwin y Ed Ruscha, de acuerdo con el MoMA.
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La música en forma de edificio
Para 1989, cuando recibió el Premio Pritzker, Gehry había completado el Danziger Studio/Residence de 1964, considerado un hito en Los Ángeles.
Había convertido un viejo almacén en el Temporary Contemporary para el Museo de Arte Contemporáneo en 1983, un espacio que recibió altos elogios y permanece en uso. Había transformado una antigua bodega de hielo en Santa Mónica en un complejo de museo de arte, comercio y oficinas.
Pero faltaba algo crucial. La comisión para diseñar el Walt Disney Concert Hall en Los Ángeles, que finalmente se inauguró en 2003, representaba su primer proyecto mayor en su ciudad natal, según la documentación del Premio Pritzker.
El arquitecto murió este 5 de diciembre a los 96 años. (LPETTET/Getty Images)
No era casualidad que fuera una sala de conciertos. Gehry tenía una larga asociación con la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles y había trabajado para mejorar la acústica del Hollywood Bowl.
También había diseñado el Anfiteatro Concord en el norte de California y, mucho antes en su carrera, el Pabellón de Música Merriweather Post en Columbia, Maryland.
La música importaba porque, como escribió Huxtable en su ensayo de 1989, “sus diseños, si se comparan con la música americana, podrían mejor compararse con el Jazz, repleto de improvisación y un espíritu vivaz e impredecible".
El momento que cambió ciudades
En 1991, Gehry ganó el concurso para el nuevo museo de la Fundación Guggenheim en Bilbao, frente a propuestas de Arata Isozaki y Coop Himmelblau, según el Museo Guggenheim Bilbao.
La década de los noventa había marcado una evolución en su lenguaje formal hacia formas curvilíneas complejas, de acuerdo con el MoMA. Concebía estas formas a través de bocetos a mano alzada que ganaban progresivamente en complejidad, en parte gracias a los avances en software de computadora.
Cuando el Guggenheim Bilbao se inauguró en 1997, demostró algo que pocos creían posible, que la arquitectura contemporánea podía transformar la economía y el prestigio de una ciudad entera.
Millones de personas viajaron a una ciudad industrial del norte de España solo para contemplar un edificio. Era el equivalente moderno de las grandes catedrales góticas.
El Vitra Design Museum en Alemania, completado en 1989, había sido su primer edificio en Europa. Pero Bilbao fue otra cosa.
Era la prueba de que Gehry había logrado lo que el jurado del Pritzker describió en su citación, hacer de sus edificios "una expresión única de la sociedad contemporánea y sus valores ambivalentes".
El reconocimiento de una era
Cuando la Hyatt Foundation anunció en 1989 que Gehry era el duodécimo laureado del Premio Pritzker, el jurado presidido por J. Carter Brown e integrado por figuras como Giovanni Agnelli, Ada Louise Huxtable y el arquitecto Kevin Roche, emitió una citación que resumía su importancia.
En un clima artístico que muy a menudo mira hacia atrás en lugar de hacia el futuro, donde las retrospectivas son más prevalentes que el tomar riesgos, es importante honrar la arquitectura de Frank O. Gehry.
Hyatt Foundation.
"Refrescantemente original y totalmente americano, procediendo como lo hace de su perspectiva populista del sur de California, el trabajo de Gehry es una estética altamente refinada, sofisticada y aventurera que enfatiza el arte de la arquitectura", continuaba.
El jurado reconoció que su obra había sido descrita como iconoclasta, ruidosa e impermanente. Pero agregaron: "Siempre abierto a la experimentación, tiene también una seguridad y madurez que resiste, de la misma manera que Picasso lo hizo, estar atado ya sea por la aceptación crítica o sus éxitos".
El alquimista que no distinguía lo feo de lo bello
Huxtable lo llamó "un alquimista de cierto tipo, constantemente cambiando la escoria en algo menos que oro pero mucho más que aluminio común", en su ensayo para el Premio Pritzker.
"Gehry profesa no estar seguro de qué es feo y qué es hermoso. Es irrelevante, usa el material cotidiano y omnipresente de la construcción expedita y de bajo costo de nuestro entorno inmediato para revelaciones estéticas sorprendentes y elegancia inesperada", escribió.
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Esa filosofía se extendió más allá de los edificios. Diseñó exposiciones para el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles, desde Art Treasures of Japan hasta los Tesoros de Tutankamón, según la documentación del Premio Pritzker.
Sus lámparas en forma de pez se exhibieron en la Gagosian Gallery de Los Ángeles en 1984. En 2006 lanzó una colección de joyería para Tiffany & Co., de acuerdo con el Museo Guggenheim Bilbao.
Los peces se convirtieron en una obsesión recurrent como escultura pura o como objetos útiles, ornamentales u ocupados, luminosos o resplandecientes. Una preocupación piscina que llevó a lámparas, restaurantes antropomórficos y torres de rascacielos, como describió Huxtable.
La construcción de un legado
Los proyectos siguieron llegando. El Massachusetts Institute of Technology en Cambridge se inauguró en 2004. Las bodegas y hotel Marqués de Riscal en Elciego, Álava, abrieron en 2006 tras ocho años de trabajo, según el Museo Guggenheim Bilbao.
La Beekman Tower, ahora conocida como New York by Gehry, se completó en 2011. El Experience Music Project en Seattle abrió en 2000. El Richard B. Fisher Center for the Performing Arts at Bard College en Nueva York se inauguró en 2003.
En 2008 completó la renovación de la Galería de Arte de Ontario en Toronto. El Lou Ruvo Center for Brain Health en Las Vegas se terminó en 2010, el mismo año que se inauguró la fase inicial del Ohr-O'Keefe Museum en Misisipi, tras años de retrasos causados por el huracán Katrina que destruyó parte de la construcción en 2005.
Los reconocimientos se acumularon. Más de 25 premios del AIA, el Premio Brunner, el Premio Wolf de Arte en 1992, el Praemium Imperiale en Arquitectura ese mismo año, según consta en la documentación del Premio Pritzker.
La Medalla de Oro del American Institute of Architects en 1999, la del Royal Institute of British Architects en 2000, de acuerdo con el Museo Guggenheim Bilbao. El León de Oro a su trayectoria en la Bienal de Venecia de 2010. Francia le concedió la Ordre National de la Legion D'Honneur en 2005. El País Vasco lo reconoció con el premio Sabino Arana en 2010.
Lecciones de un espíritu inquieto
Lo que Gehry enseñó al mundo no se resume en técnicas o estilos. Es algo más profundo, que los materiales no tienen jerarquía intrínseca, que lo ordinario puede volverse extraordinario mediante actos de imaginación, que la arquitectura no debe elegir entre ser arte o ser útil.
Frank Gehry combinaba la excelencia técnica con ka imaginación para crear inmuebles que rallaban en lo surreal.(camacho9999/Getty Images)
"Sus edificios son collages yuxtapuestos de espacios y materiales que hacen a los usuarios apreciativos tanto del teatro como del backstage, simultáneamente revelados", escribió el jurado del Pritzker en 1989.
Este 5 de diciembre, Frank Gehry murió dejando un mundo transformado. Un mundo donde la malla ciclónica puede ser poesía, donde el cartón corrugado se convierte en mobiliario digno de un museo, donde un edificio en Bilbao puede cambiar el destino de una ciudad.
Dejó la lección más importante, que la arquitectura avanza no mirando atrás, sino atreviéndose a convertir lo impensable en inevitable. Como el Jazz, como improvisación con estructura, como arte que sirve a la vida mientras la vida sirve al arte.