Y la infraestructura, ni sus luces
"Son cuatro billones de pesos destinados a obras esenciales para la transformación nacional", dijo el presidente Enrique Peña Nieto el 15 de julio al presentar el Programa de Inversiones en Infraestructura de Transportes y Comunicaciones 2013-2018. La noticia regresó el júbilo a la industria de la construcción, que hoy está de capa caída sin nada que celebrar.
El pronóstico de crecer 3% y crear 150,000 empleos quedó en buenos deseos. A pesar de que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes anunció que este año licitaría 80 de un total de 149 carreteras con una inversión de 60,000 millones de pesos (mdp), de los 386,000 mdp que se etiquetaron para este sexenio, las grandes obras quedaron en stand by y algunas de menor impacto llegaron a cuenta gotas.
No hace falta especular el porqué ni el para qué. La autoridad hizo 'manita de puerco' al sector frenando las licitaciones hasta la aprobación de las reformas hacendaria y energética, para detonar la infraestructura, que según el discurso presidencial de julio, son parte de "un amplio programa de inversiones, de acciones necesarias e inaplazables, para consolidar a México como una verdadera potencia económica emergente en este siglo XXI".
La construcción simplemente no pudo acelerar su metabolismo. Cifras de la Secretaría
de Hacienda y Crédito Público revelan que en el primer semestre de 2013, la inversión en obra gubernamental disminuyó 6.7% en términos reales, respecto al mismo periodo del año pasado. En tanto el Índice de Infraestructura de octubre de Recsa indica que, en los primeros seis meses, la construcción registró una contracción cercana a 4% contra el primer semestre de 2012, debido a factores como el subejercicio y la reducción del déficit fiscal.
Sólo la naturaleza pudo revelarse a los planes del gobierno y obligarlo a gastar 25,000 mdp (0.07% del PIB durante 2014, según BBVA Research) para reconstruir las dos terceras partes de la infraestructura que se dañó en el país tras el paso de las tormentas Manuel e Ingrid.
Sin embargo, a los constructores no les será fácil recuperarse. Entre la espera de las licitaciones, el cumplimiento de otras reglas como la Ley Antilavado y el pago de nuevos impuestos, mantienen la esperanza de cabildear alguna ley secundaria para compensar sus finanzas o, por lo menos, no verse más afectados.
Y es que ante el frenesí del gobierno por recaudar más recursos, la industria en general tendrá que ser más cautelosa e ingeniárselas para ser más competitiva, incluso hasta para invertir en energías verdes y garantizar su consumo ante la escasez y la volatilidad de los energéticos, si ya no cuentan con el incentivo fiscal para deducir 100% del costo.
El gobierno sólo sabe cuál es su verdadera intención, aunque a decir de los economistas, todo indica que más allá de la generación de planes productivos que crean empleos y bienestar social para reactivar la economía del país, sólo se apuesta a medidas cortoplacistas e inerciales para salvar el papel del mandato actual.
La buena noticia es que se espera que la situación de la industria de la construcción comience a mejorar a principios de 2014 y alcance su punto más alto entre mayo y junio.