Itaboraí, una ciudad afectada por la corrupción en Petrobras
Sin un centavo en el bolsillo, miles de exobreros de Petrobras vagan por las calles de la ciudad brasileña de Itaboraí, sin empleo y víctimas de una pesadilla por un escándalo de corrupción que no acaban de comprender.
Unos no reciben su salario desde diciembre y viven de la caridad de amigos, otros sólo aguardan que les liquiden el sueldo para no volver nunca más a esta ciudad a 45 km de Rio de Janeiro y de 250,000 habitantes, que se convirtió en un El dorado hace siete años, cuando comenzaron las obras de la inmensa refinería Comperj, que pertenece a Petrobras.
Eran días felices, coinciden los obreros, testigos del boom económico que incluyó la construcción de nuevos hoteles, edificios y centros comerciales. Pero hoy, la ciudad respira un aire a pueblo fantasma, con comercios cerrados que entre sus rejas metálicas exhiben carteles de "Se alquila".
Varias empresas subcontratadas para la construcción del Comperj son sospechosas de integrar un cartel que pagaba sobornos a directivos de Petrobras y a políticos a cambio de contratos, y que según las autoridades habría movilizado 4,000 millones de dólares (mdd) en una década.
El escándalo obligó a Petrobras a revisar sus cuentas y reducir inversiones este año, así como a bloquear contratos de empresas investigadas, lo cual ya ha afectado al Comperj.
La ambiciosa refinería, concluida en un 82.5%, está valorada en 13,200 mdd.
Ola de despidos
El inédito caso Petrobras involucra a las principales empresas constructoras de Brasil y a políticos de varios partidos, principalmente de la coalición de gobierno. Y aunque lejos del banquillo, son los obreros petroleros los primeros en recibir sentencia: el despido.
Nota: Brasil investigará a más contratistas en escándalo Petrobras
En 2013, trabajaban en las obras del Comperj unos 35,500 obreros, contra 9,500 en la actualidad.
Petrobras precisó a la AFP que los despidos estaban previstos en el cronograma de la obra. Pero por estos días deambulan por Itaboraí muchos extrabajadores de la empresa Alumini, con la que la estatal rompió el contrato en diciembre a raíz del escándalo.
"Desde diciembre no me pagan un centavo, no tengo plan de salud, debo dos meses de alquiler, imploré para que no me botaran a la calle y sobrevivo por colegas que me dan un kilo de arroz, de azúcar", lamenta Julio Alves da Silva (42 años), que trabajó en esta empresa cuando llegó de Salvador (noreste) hace cuatro años.
No todos tiene la suerte de Alves y muchos de sus colegas terminan sin un techo donde dormir. El vicealcalde de Itaboraí, Audir Santana, dijo al diario O Globo que 70% de quienes viven en la calle son exobreros del Comperj.
Un total de 2,500 trabajadores de Alumini esperan su despido formal. La compañía, que está en protección judicial contra la quiebra, no ha liquidado sus sueldos ni firmado los documentos que les permiten buscar otro trabajo.
Alumini dijo a la AFP que "nunca participó en ningún cartel" y que Petrobras la castigó injustamente.
Entre los desempleados está Joaldo de Oliveira (31), de Recife (noreste), que aguarda en Itaboraí su despido para poder seguir adelante con su vida lejos de "este infierno".
"Si no explotaba este escándalo, tendría aún mi trabajo. Ellos seguirían robando y nosotros trabajando, pero terminó en que ellos robaron y nosotros pagamos los platos rotos", sentencia con amargura.
"Estoy quebrado"
En aquellos días felices, la pensión de Marcos Paulo Pires da Silva (33) tuvo siempre un 95% de ocupación y fue tanto el éxito que que abrió otras dos sucursales, que actualmente están cerradas.
Obreros de todo el país se hospedaban en su Posada del Trabajador para trabajar en el Comperj. "Hoy estoy quebrado", dice el empresario.
"Mi principal cliente [Alumini] está siendo investigada, nos deben 500,000 reales (154,000 dólares) y vamos a tener que cerrar. Estamos vendiendo los muebles para poder liquidar los sueldos de los seis empleados que quedan, eran 44", lamenta.
De los 63 cuartos, tiene alquilados dos. Otras 20 personas se alojan gratis. El 1 de abril deben desalojar el edificio, que ya se quedó sin luz.
Uno de ellos es Gessé Dias Lopes, un albañil de 63 años, que duerme en la parte de abajo de una litera a la cual colgó cortinas para evitar la luz del sol, y adornó con un espejito y un calendario.
"Terrible regresar a casa sin dinero. Hago algunos trabajitos y me gano algo. Espero que me paguen mi indemnización para poder irme" a casa, en el interior de Minas Gerais (sudeste), explica.