Infraestructura pública: negocio de unos cuantos
Nota del editor: Esta columna se publicó originalmente en la edición 523 de la revista Obras , 'Las 100 empresas más grandes de la construcción en México', correspondiente a julio de 2016.
(CIUDAD DE MÉXICO)- En México, la infraestructura pública parece que solo es vista como un negocio para hacer grandes fortunas, porque el beneficio político y empresarial pesa más que el costo social y económico, que se refleja en los altos índices de contaminación, en enfermedades que van del estrés a padecimientos crónicos terminales, y en el ingreso familiar, derivado de las contingencias ambientales y la inmediatez de programas cortoplacistas como el doble Hoy No Circula, que no resuelven la gravedad de la situación.
Así, mientras que hace 14 años Estados Unidos derrumbaba los segundos pisos y los freeways para mejorar la conectividad y ofrecer transporte público eficiente en varias ciudades, y Corea del Sur destruía la autopista Cheonggye Expressway, para restaurar el canal Cheonggyecheon, rescatar los espacios culturales y mejorar la calidad de vida de sus habitantes y del medio ambiente, en nuestro país las autoridades se olvidaban de la planeación urbana integral a largo plazo.
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De acuerdo con la página web del Fideicomiso para el Mejoramiento de las Vías de Comunicación (Fimevi) de la Ciudad de México, entre 1986 y 2000, la autoridad dejó de invertir en infraestructura vial y de incentivar el uso de transporte público: metro, transporte eléctrico, y desapareció la Ruta 100 de autobuses, lo cual disminuyó la participación de todos estos medios de transporte de 53.6 a 20.5%.
Lo anterior dejó un jugoso negocio para los concesionarios de transporte público, que cambiaron los autobuses de mediana capacidad por microbuses y combis, aumentando su participación de 8 a 55%. Algunas constructoras se enriquecieron vorazmente con la edificación de los segundos pisos de San Antonio a San Jerónimo, cuya información fue reservada porque de hacerse pública evidenciaría indicios de corrupción, sobreprecios y otras irregularidades.
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Las ventas de las armadoras de coches han crecido como la espuma, pues dadas las deficiencias en el transporte público, distancias cada vez más largas, facilidades de crédito y la ambición de estatus de la población, el número de autos privados capitalinos pasó de 1.7 millones en 2000 a 5.5 millones en la actualidad.
Hoy está de moda el doble Hoy No Circula y mañana Dios dirá. A la autoridad no le importa seguir poniendo 'curitas' a las graves heridas que amenazan con colapsar la ciudad, pues después de todo, aunque no invierta en infraestructura urbana, de transporte y vialidad, no deja de percibir ingresos por las concesiones, tenencia de autos, verificaciones, etcétera.
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El gobierno reconoce que el remedio sustentable para acabar con el caos vial de la ciudad es invertir en transporte público masivo eficiente y de calidad, el cual debe coordinarse con los diferentes modos de transporte mediante una red articulada, que mejore la movilidad, los tiempos de traslado y disminuya los contaminantes en beneficio de la salud de las personas. No obstante, no pasan del discurso a las acciones. ¡Basta de demagogia, autoridades, pónganse a trabajar!
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* Desde 1997 cubre los sectores de infraestructura y transporte en diferentes medios de comunicación.