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Nota del editor: Esta nota se publicó originalmente en la  edición 537 de la revista Obras , 'Obra del Año 2017', correspondiente a septiembre de 2017.

(CIUDAD DE MÉXICO) – A Pablo Flores sus 26 años no lo intimidan. Tampoco el desafío que le planteó una joven pareja, cuando le pidieron que diseñara Casa Cháaltun, el hogar de sus sueños en Mérida, ciudad a la que se mudarían.

Los acompañó desde que empezaron a buscar el terreno perfecto. Debía tener vista al mejor hoyo del campo de golf del conjunto residencial y, a la vez, estar lo más aislado posible para que sus hijos pudieran andar en bicicleta.

Cuando por fin encontraron la ubicación idónea, el terreno resultó ser sumamente irregular. "Eso déjenmelo a mí", les dijo a sus clientes Flores, socio del despacho Tescala y quien entonces cursaba la carrera de arquitectura.

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Aunque el predio escogido mide 1,174 m2, es muy largo en un sentido y no fue fácil adaptarlo a las necesidades de los clientes, quienes requerían espacios muy amplios, cuenta el arquitecto.

La respuesta fue crear cuatro volúmenes unidos por un eje longitudinal, que es considerado la espina dorsal del proyecto. Dos de ellos son sólidos y están localizados al sur y poniente, lo que soluciona el tema de la privacidad y del sol.

De esta forma protegieron los espacios interiores y, al mismo tiempo, permitieron que el resto del terreno tuviera sombra. Los otros dos volúmenes son permeables y flotan en un segundo nivel, generando una doble altura para la planta baja, que se abre hacia el noreste.

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No fue el único reto que enfrentó el arquitecto. Los clientes no estaban acostumbrados al clima de Mérida, que alcanza 40 °C en verano. Y, aunque era inevitable instalar aire acondicionado —disimulado mediante rejillas—, tuvieron que tomar otras medidas que controlaran la temperatura.

Flores y su equipo instalaron varios sistemas activos y pasivos de bioclimática para ahorrar energía: blocks aislantes formados por una capa intermedia de poliestireno, cancelería de policloruro de vinilo (PVC), ventilación cruzada en la mayoría de los espacios y termostatos inteligentes. Con estas medidas lograron un ahorro en consumo eléctrico de hasta 15%.

DISTINTIVO. Las piezas verticales de mármol de la fachada se extienden al patio.

Mármol camuflado

Una de las mayores innovaciones de la obra, que también contribuyó a resolver el problema del calor, fue el material utilizado para la fachada. "Inicialmente no sabíamos qué queríamos, pero tenía que dejar pasar el aire y la luz", comenta Flores. Lo primero que se les ocurrió fue hacerla en madera, pero el contexto natural —la humedad y el sol— no lo permitía. Luego idearon algo que nunca habían visto: placas de mármol cortado en el sentido de la veta.

Las más de 480 piezas verticales, cada una con dos placas de mármol, hoy confunden al mejor observador, ya que simulan ser de una madera rara. Cada pieza tiene dos pernos de seguridad y se halla soldada a la estructura de acero que define los volúmenes sociales. Todas las placas están viendo hacia un norte perfecto, con lo que se consigue una iluminación muy tenue y sin ganancia térmica.

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La fachada está inspirada en el claro de luna, pues se pensó como una gran superficie de luz indirecta; cada pieza ilumina a la adyacente, rebotando su luz sobre el mármol. "Queríamos utilizar materiales naturales y pétreos para lograr un ambiente más local, natural y fresco", explica Flores.

IRREGULAR. El terreno, muy alargado de un lado, fue un reto en una casa que destaca por su amplitud.

Evocar el contexto cultural y natural fue una de las prioridades. La pareja quería que se sintiera la influencia de Yucatán en su hogar, más que la de la ciudad de Mérida. Por eso, la alberca está inspirada en uno de sus tantos cenotes.

Está rodeada de arquitectura pétrea y su color azul verdoso cristalino se consiguió con un granito flameado, que a su vez deja ver los tonos oscuros de la piedra caliza que la forman. Además, está totalmente contenida y un álamo en el terreno anuncia su presencia, al igual que en los cenotes.

Otra de las evocaciones al contexto es el color del patio al que se abren las habitaciones, que es de concreto oxidado entintado, acompañado por un chaká, un árbol de la región conocido por su corteza rojiza. "Los minerales en la tierra de Yucatán suelen oxidar todo lo que tocan, y en eso nos inspiramos", explica el arquitecto.

Yucateca y High Tech

Todo el diseño de la casa tiene énfasis en la vista al campo de golf y la naturaleza. Los espacios poseen mucha apertura y las áreas son dinámicas, con puertas que permiten adaptar el grado de privacidad.

VISTAS. Los dueños de la casa querían poder contemplar el mejor hoyo de golf del residencial.

Además del patio, hay una terraza en la planta alta, más privada, que también da continuidad a la fachada. Incluso el baño de la recámara principal tiene elementos de vegetación.

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Espacialmente, el vínculo arquitectura-naturaleza se logró al disolver las barreras entre el interior y el paisaje, entre la vegetación endémica y los nuevos espacios habitables. Pero no por ello deja de estar a la vanguardia.

Cada detalle está automatizado. Sin embargo, el diseño está hecho para que la casa no parezca high tech y todo se controla desde el celular para no romper con el diseño.

ILUMINACIÓN. La luz natural irrumpe en todos los epacios de la vivienda. FOTOS: Cortesía del despacho

Flores salió directamente de la universidad a vivir en la casa que estaba construyendo. Después de graduarse, se fue cuatro meses a Mérida para terminar los últimos detalles de la obra. Su mayor preocupación era que los espacios fueran funcionales y que la casa estuviera hecha para disfrutarla.

Para el arquitecto, ese es uno de los aportes que pueden ofrecer los arquitectos de su generación. "Nuestra visión es más sustentable, más humanista, menos pretenciosa", apunta.

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Obras

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