La reconstrucción será un motor económico de corto plazo
Nota del editor: Iván Franco es fundador y director de la consultora de inteligencia competitiva Triplethree International. Síguelo en su cuenta de Twitter @IvanFranco555. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CIUDAD DE MÉXICO) – El gobierno de la Ciudad de México decretó un plan de reconstrucción por los daños causados por el sismo del 19 de septiembre. La reconstrucción implica ayudar a miles de personas que desafortunadamente perdieron su casa, negocio y su patrimonio. Es imperativo hacerlo bien y a una velocidad récord.
Política y económicamente, reconstruir la ciudad es un negocio altamente lucrativo, en un ambiente de irregularidades y corrupción en la industria local de la construcción, tanto pública como privada. Basta recordar el escandaloso evento del Paso Exprés y las imperdonables fallas técnicas que se han encontrado en varios de los edificios colapsados por el terremoto.
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Además, la reconstrucción sucede antes de las elecciones presidenciales. Los incentivos para desviarse del plan original son más grandes que nunca. Por ello, es fundamental dar un seguimiento puntual a los planes de reconstrucción que se realizan con el dinero público, gestionando un mecanismo de observación civil.
Como sucede después de una catástrofe, la reconstrucción incentiva a la actividad económica. No obstante, considerando el efecto neto, las ganancias generadas por la restauración estarán compensadas por las pérdidas económicas provocadas por el terremoto. Por ello, no debe esperarse que la actividad económica de la ciudad entre en una fase de expansión.
La industria de la construcción de la Ciudad de México venía con una inercia de crecimiento de dos dígitos en el año 2016. Según fuentes de prensa, la industria cerró el año 2016 con un aumento de 14% y se esperaba que aminorara en el año 2017. Por otra parte, de acuerdo con la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción, de cada 100 pesos invertidos en construcción, 45 se gastan en servicios y materiales de la cadena productiva de la industria, impactando a 176 ramas productivas.
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Con el programa de reconstrucción, lo que puede esperarse es un leve reacomodo de la industria local. Si se consideran los 9,500 millones de pesos que dispone el gobierno local, más la partida federal, más las donaciones de particulares, y consideramos, que todos estos recursos son a fondo perdido, los ganadores serán las constructoras. Muy probablemente, aquellas empresas que sean más competitivas tecnológicamente y tengan una mayor capacidad de gestión.
Sin dar mayor detalle, el gobierno local anunció que su utilizará el esquema de la hipoteca, por lo que habrá un costo financiero adicional. Cabe señalar que el uso del sistema financiero como intermediario tiende a excluir a los sectores más pobres de la población. Por ello, aún no está claro cómo rivalizaran los afectados por los recursos del fondo de la ciudad.
El otro lado de la moneda
La tragedia traída por el sismo es una advertencia sobre la insana dependencia que tiene todo el país en torno a la actividad económica de la ciudad. De los 5 millones de empresas que hay en México, 465,000 (9.3%) se encuentran dentro de las 16 delegaciones, en una superficie de solo 1,500 metros cuadrados. Es decir, 310 negocios por kilómetro cuadrado. El promedio de una ciudad en plena efervescencia como Querétaro es apenas de 67.
El mensaje debe ser entendido de una vez por todas. La ciudad requiere un achicamiento.
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Vulnerable, riesgosa y caótica, la ciudad y la zona conurbada albergan a más de 20 millones de personas, más de 8 millones de vehículos y más de 20% de la actividad económica del país.
Antes del temblor ya había un éxodo importante de familias que emigran de la capital hacia otras ciudades. Según el INEGI, en el año 2014 el saldo neto migratorio de la Ciudad de México fue -3.1%, el más alto a nivel estatal. Después del 19 de septiembre, esta tasa seguramente aumentará.
De qué sirve concentrar la actividad en la Ciudad de México, si un sismo nos los puede quitar de súbito. Aceptemos el contundente mensaje de la naturaleza. El país necesita descentralizar parte de sus actividades desde la Ciudad de México hacia otros lugares. Esto comienza con los tres órdenes de gobierno a nivel federal, posteriormente, con el sector privado.
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Si el poder ejecutivo y el legislativo hicieran sus actividades a cientos de kilómetros de la ciudad, los incentivos serían completamente distintos.
Reorganizando el caos
Más allá del optimismo que es totalmente justificado y necesario, los cimientos sobre los cuales se reconstruye la Ciudad de México no son los mejores. Son los cimientos de una ciudad mal planeada y prospectada desde su inicio. Con problemas de contaminación atmosférica (a niveles letales), de movilidad y transporte, agua, crimen, centralización de actividades y corrupción.
Y, por si fuera poco, una población que padece obesidad, hipertensión y problemas respiratorios, solo por mencionar algunos. Ningún gobierno actual ni por venir podrá con el enorme paquete de administrar esta megalópolis más llena de problemas que de soluciones.
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Algunos líderes de opinión nos venden quimeras sobre la ciudad y sobre su porvenir. Cierto, la reconstrucción será un motor económico de corto plazo para la ciudad, pero los riesgos y vulnerabilidades continuarán indefinidamente, hasta que no se lleve a cabo un proceso planeado e inducido de descentralización y reducción.