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Planear para construir mejor y dejar de vivir en la inmediatez

OPINIÓN: La certeza técnica debe ayudar a dar seguridad y confianza para continuar con los planes urbanos de densificación y verticalización que tanto le urgen a la CDMX.
lun 16 octubre 2017 12:38 PM
Opinión_Víctor Márquez
Opinión_Víctor Márquez - (Foto: ESPECIAL/FOTO: AFP)

Nota del editor: Víctor Márquez es Doctor en estudios avanzados de Ciencia y Tecnología, Maestro en Sociología e Historia ambas por la Universidad de Cornell en Nueva York y Maestro en Arquitectura por la Universidad de Pennsylvania. Autor de múltiples artículos y libros, planeador urbano y diseñador del Aeropuerto de Monterrey, el Centro del Patrimonio Inmobiliario Nacional y co-autor del nuevo Parque La Mexicana en Santa Fe. Ha impartido más de sesenta conferencias en cinco continentes. Escríble a vmarquez@victormarquez.com. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

(CIUDAD DE MÉXICO) – No culpemos tan rápido sin saber lo que realmente ocurrió. Por ejemplo, para el lector no experto, será interesante hacerle saber que antes de 1985 los cálculos en ingeniería se realizaban a mano y para estimar condiciones especificas de un sismo, había que elaborar complejas iteraciones caso por caso. Hoy, en 2017, a un programa de cálculo le toma solo segundos revisar las fallas en un edificio bajo múltiples condiciones sísmicas.

En los años 60's por ejemplo, los criterios de ingeniería tenían que ver más con suposiciones educadas que con evidencias científicas; un buen ejemplo de esto es la famosa orientación del llamado "Hotel de México", el cual estaba alineado en su eje rígido supuestamente en la dirección que los sismos atacarían a la ciudad: el alineamiento oriente-poniente (afortunadamente esta obra fue modificada y recalculada cuando se convirtió a WTC, o tal vez otra hubiera sido su suerte).

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Aunque la peculiaridad del sismo de hace un mes era impredecible, era también sin duda probable. La realidad es que la geofísica es una ciencia que se asemeja a la meteorología porque aunque hemos acumulado una enorme cantidad de conocimiento, ambas siguen fatalmente regidas por la incertidumbre.

Asimismo, la idea de que la fuerza sísmica entrara por el extremo sur de la ciudad no es nueva si se consideran los amplios estudios intraplaca que se han realizado durante los últimos 30 años. Sin embargo, los ingenieros de hace tres, cuatro o cinco décadas no sabían tanto, y por ende los códigos de construcción eran más laxos.

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Por otra parte, los expertos han explicado claramente cómo las concentraciones de fuerza llegaron a ser 50 veces mayores en la llamada zona blanda y por qué la amplificación de las ondas sísmicas bajo periodos muy cortos afectaron más a los edificios de mediana altura, y en especial a los construidos antes del endurecimiento de las normas técnicas del reglamento de construcciones en 1987 (los edificios recientes que colapsaron son más producto y evidencia de ineptitud, corrupción y malas prácticas). 

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Con el sismo, de nuevo imperó una especie de caos controlado, que si bien era éticamente plausible, las calles fueron tomadas por hordas de ciudadanos que pretendían ayudar sin la menor coordinación.

Queda ahí la total ausencia de planes estratégicos, protocolos, plataformas tecnológicas, organización gremial o institucional; la realidad es que cada quién actuó por su cuenta. En ese mismo maremágnum, un grupo de ciudadanos sin más interés que ayudar, formaríamos una plataforma digital llamada salvatucasa.mx para registrar edificios dañados y lograr deshabitar los casos más graves.

A tan solo 36 horas de lo sucedido, el crecimiento fue tan exponencial que se registraron de edificios, alcanzando en menos de tres semanas el escalofriante numero de más de 20,000 edificios dañados. Un fenómeno sin precedentes que atraería el interés de las grandes cadenas y diarios internacionales (ABC, NBC, VICE, Associated Press, Chicago Tribune, Miami Herald, The Guardian en Londres, etc). Ante nuestra sorpresa, el gobierno de la Ciudad de México tomó nuestro esfuerzo como base para su propia organización interna y en eso nos sentimos orgullosos de nuestra modesta contribución.

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¿Sin embargo, por qué no teníamos todo previsto? No es un asunto de recursos, sino de una corta visión aferrada a los periodos políticos. ¿Por qué no teníamos disponibles los protocolos de reacción ante la total certeza de un nuevo movimiento telúrico?

Habría que tener censos de habitantes y edificios en bases de datos digitales, plataformas electrónicas para establecer el contacto con la sociedad y optimizar la repartición de la ayuda, herramientas en los nuevos medios sociales para comunicar en tiempo real, cuerpos de ingenieros o arquitectos, reservas médicas y policiales que entrenen cíclicamente el papel y organización que tendrán en las horas inmediatas a los desastres. Prever no es sonar una alarma y aprender a bajar sin empujarse, es mucho, mucho más lo que se debe lograr.

La pregunta es entonces, si se requiere un tercer sismo aún mas destructivo para hacer que nuestra sociedad, acepte y entienda que sin cambiar de fondo, México no es más que un país históricamente predestinado a la tragedia.

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Me refiero a un cambio medular, sin juegos retóricos ni ideas rápidas. Una transformación pensada con profundidad, en la que de una vez por todas dejemos de vivir en la eterna inmediatez y logremos planear para construir mejores escenarios hacia el mañana.

Planear caracteriza a las naciones o grupos sociales que tienen certidumbre en el futuro y que basan su consciencia colectiva en construir para las siguientes generaciones. Entonces, si algo ha dejado en descubierto este nuevo sismo, es que como generación post 1985, hemos vuelto a fallar.

Además, como nos ha enseñado el Dr. Enrique Provencio, los programas de riesgo redujeron gradualmente su importancia y presupuesto conforme avanzaba la cotidianidad en estas ultimas décadas y el sentimiento de alarma y precaución se evaporaban en el tiempo.

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A pesar de las trágicas pérdidas humanas, qué gran fortuna tuvo esta ciudad que el terremoto no extendió su duración por más tiempo, porque muchos no estaríamos aquí para hacer éstas crónicas. Los edificios destruidos hubiesen subido a miles como he conversado con el famoso sismólogo español Francisco Cereza.

Pero ahí tal vez está la peor consecuencia de este evento, que aunque hay miles de edificios dañados, estos no colapsaron, y por lo tanto rápidamente dejaron de ser noticia. A tan solo un mes de los sucesos –y habrá que esperar la nube pre-electoral, la “normalidad” mediática aterra.

Algunos se han aventurado sin mucha reflexión a asegurar que a partir de ahora no debemos construir más edificios con más de tres pisos. Esto sería equivalente a no haber construido más puentes después de que alguno entrara en resonancia y se viniera abajo.

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Más bien, la ingeniería ha servido para hacer más y hacerlos cada vez más seguros. Y lo mismo pasa con nuestros edificios. Es más, se ha dicho que algunos de los nuevos rascacielos de esta ciudad permanecerán en pie aún cuando todas las demás construcciones hubiesen caído en un sismo de gran magnitud.

La certeza técnica debe ayudar a dar seguridad y confianza para continuar con los planes urbanos de densificación y verticalización que tanto le urgen a la metrópolis, aunque para esto el gobierno debe tomar más en serio su labor de verificar la calidad de los proyectos y las obras que se realizan. Sería prudente entonces el prever, planear y sanear antes que el destino nos alcance.

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Sismos

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