Algunas organizaciones ecologistas no están completamente de acuerdo. “Hay diversas reservas de la biosfera que serán afectadas”, asegura Daniel Basurto, presidente de la Academia Mexicana de Impacto Ambiental. Originalmente —según Basurto—, se presentó una excepción de manifestación de impacto ambiental, ya que las autoridades argumentaban que el proyecto no debería estar sometido a estos estudios, pues ya había obras en la zona.
“La verdad es que no es correcto. Son 1,500 metros lineales de la construcción, más o menos, en donde menos del 20% representan vías existentes, y que representaron actividades de otra época, de hace 100 años, actividades muy locales de transporte lento y carga relativamente pesada. No eran los grandes tonelajes que hoy en día se mueve en el país”.
ONU-Hábitat, un organismo de Naciones Unidas que participó con estudios, considera que el balance hace que el proyecto valga la pena, explica Fernando Murillo, coordinador técnico del proyecto de ONU-Hábitat. Los temas que más preocuparon a la organización son tres: la fragmentación del territorio, los cambios socioterritoriales y las vibraciones que el tren generará, “que han preocupado mucho por los cenotes”, dice Murillo.
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Ante esto, la organización realizó un diagnóstico para conocer la zona antes del inicio de construcción y pronosticar la evolución con el proyecto, así como responder a las preocupaciones de las personas que habitan en los alrededores.
“Lo que más les preocupa a ellos es el rezago en cuestión de dotación y gestión de servicios esenciales e infraestructura. Si bien hubo alguna preocupación sobre los impactos generales que podría traer el Tren Maya, no es el tema dominante. También hay una preocupación de que el tren genere situaciones de desigualdad, vulnerabilidad y marginación social”, dice el experto.
Para atender esas preocupaciones y la influencia que tendrá la obra en la zona, además de la participación de ONU-Hábitat, para el proyecto se creó un programa de desarrollo urbano. Su directora es Carina Arvizu.