La primera prueba llegó en septiembre de 2022 con Ian, de categoría 4 sobre 5, y fue un éxito. Ningún habitante sufrió daños mayores, no hubo apagones y apenas cayeron unos árboles, a pesar de los vientos de hasta 241 km/h.
¿Cómo se consiguió? Una respuesta corta sería: teniendo en cuenta la naturaleza.
Para evitar las inundaciones provocadas por los temporales, Babcock Ranch, situada cerca del Golfo de México, se construyó a unos nueve metros sobre el nivel del mar.
El diseño conservó, además, los numerosos humedales de la zona, que actúan como esponjas para el exceso de agua. Y los lagos de la localidad están conectados entre ellos y a esos pantanos mediante bombas que permiten evitar desbordamientos.
A las afueras, 680,000 paneles solares convierten la ciudad en la primera de Estados Unidos que funciona totalmente con este tipo de energía. Las líneas eléctricas entre esas instalaciones y las casas están soterradas para protegerlas del viento y evitar los apagones durante las tormentas.
Este enfoque de infraestructura resistente se extiende a la construcción de viviendas, que sigue las normas de Florida, entre las más estrictas del país en cuanto a resistencia a los vientos, desde el paso del huracán Andrew en 1992.
De la teoría a la práctica
Babcock Ranch parece una ciudad retocada con Photoshop. Hay casas con vistas al lago, césped perfecto, ciclovías y caminos forestales. En los parques, unos niños hacen bicicleta o se suben a columpios bajo la mirada de sus padres o abuelos.
La localidad, inaugurada en 2018, tiene 7,200 habitantes, pero se prevé que alcance unos 50,000 una vez terminada.
Syd Kitson, un exjugador profesional de futbol americano, es el promotor del proyecto. En 2005 su compañía pagó 700 millones de dólares por un rancho de unos 372 km2, del que vendió pronto la mayor parte al estado de Florida, que deseaba establecer ahí una reserva natural.
En los terrenos que conservó, unos 72 km2, Kitson ideó su ciudad soñada: un lugar con viviendas, comercios y escuelas que atrajera tanto a jóvenes profesionales como a quienes eligen el sol de Florida para jubilarse.
Sobre el papel, todo funcionaba según lo previsto. Pero la noche anterior al huracán, Kitson no pudo dormir.
Mucha gente había confiado en él, como Mary Frisbee o Donald Bishop, un vecino de 78 años que ya había perdido una casa en Misisipi por culpa de un huracán.
"No habíamos sido puestos a prueba, así que no sabíamos. En aquel momento vivían aquí unas 5,000 personas, vecinos a los que les había dicho: 'podéis refugiaros en vuestra casa'. Sentí una gran responsabilidad", recuerda.
El alivio fue inmenso cuando comprobó que Ian, que arrasó la vecina Fort Myers y dejó casi 150 muertos y pérdidas multimillonarias en Florida, apenas había dañado su localidad.