Desde su perspectiva, esa lógica limita el alcance de las políticas públicas al centrarse en proyectos de alto impacto mediático y no en soluciones estructurales. También impide leer con claridad conceptos clave como seguridad o movilidad.
“Cuando el problema que tenemos es violencia de género y el político nos pone iluminación en las calles, tampoco está entendiendo el problema”, ejemplifica.
La falta de planeación urbana, sostiene, no solo impide avanzar, sino que fragmenta las respuestas. En lugar de articular políticas de largo plazo, muchas decisiones se toman como reacción inmediata, sin diagnósticos precisos ni evaluación de resultados, explica.
El reto, advierte, está en entender que la calidad de vida urbana no se construye con proyectos aislados ni con métricas de productividad, sino con reglas claras, instituciones confiables y planeación a largo plazo.
Competitividad sin calidad de vida
Los datos del IMCO ofrecen una lectura distinta. En el Índice de Competitividad Estatal 2025, la Ciudad de México, Nuevo León, Querétaro y Aguascalientes figuran entre las entidades con mejores resultados.
La capital del país concentra los niveles más altos de bancarización, captación de ahorro y cobertura médica, y encabeza cuatro de los seis subíndices evaluados (innovación, infraestructura, sociedad y medio ambiente, y sistema político y gobiernos), mientras que las otras tres se ubican entre las 10 más competitivas del país.
Nuevo León, cuya capital es Monterrey, presenta alta participación en las exportaciones y la mayor "complejidad económica" en sectores de innovación; Querétaro y Aguascalientes destacan -a nivel estatal- por su desempeño en infraestructura financiera y conectividad.
A simple vista, estas ciudades cuentan con herramientas para ofrecer una mejor calidad de vida. Sin embargo, los indicadores de The Economist reflejan otro tipo de carencias: las que no se resuelven con PIB, pero que definen el día a día.
Para el experto, el contraste se explica porque los rankings internacionales miden algo que la competitividad económica no garantiza por sí sola. “Una ciudad puede tener crecimiento económico, pero si no hay planeación urbana, si no hay certeza jurídica o un entorno predecible, la vida cotidiana se vuelve caótica”, afirma.